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Ecuador, con elecciones en diez días, se une al grupo de las ex dictaduras americanas

Dentro de siete días, cuando los colegios electorales ecuatorianos cierren sus puertas, «sólo» quedarán en Sudamérica cinco dictaduras: Argentina, Chile, Brasil, Uruguay y Paraguay. Tres regímenes militares han desaparecido o han dado pasos decisivos para hacerlo en este año. Ecuador, cuyos habitantes elegirán el domingo día 16 nuevas autoridades civiles, desde presidente de la República hasta alcaldes, cierra la serie de países gobernados por militares que este año han vuelto al sistema democrático.

Y no han sido pocos los escollos y dificultades que han debido resolverse para llegar a esa situación. Hasta el último momento, las fuerzas armadas ecuatorianas han hecho sentir su autoritarismo, como si de una inconsciente resistencia a abandonar el poder se tratara.Los planes de retorno democrático auspiciados por la Junta Militar que derrocó, en enero de 1976, al general Guillermo Rodríguez Lara aparecieron, desde el principio, como los más limpios, ordenados y sinceros. Se establecieron unos plazos y programas (elaboración de proyectos constitucionales, referéndum para decidir nueva carta magna, ley de partidos políticos, ley electoral) que justo es decirlo, se han cumplido escrupulosamente. Los observadores concluyeron que la pujante situación económica ecuatoriana, basada en la producción y explotación petrolera, ayudaba a los militares en su operación de voluntario regreso a los cuarteles.

A medida que se ha aproximado la definitiva fecha electoral, la claridad del proceso se ha ido enturbiando de manera notable. Las fuerzas armadas han hecho todo lo posible para que, después de las elecciones, perviva en Ecuador un sistema que responda claramente a sus aspiraciones.

De todo este largo proceso de decantación se obtiene el espectro de personalidades y grupos políticos que el próximo domingo competirá en las urnas, y que es fácilmente clasificable. En la derecha, aparece como grupo más significativo el Frente Constitucionalista, de Sixto Durán, alcalde de Quito durante ocho años y candidato favorito de los militares. En la misma clasificación se integraría el Partido Liberal, de Raul Clemente Huerta.

En el ámbito del centro-izquierda se sitúan la Izquierda Democrática, de Rodrigo Borja, y la concentración de Fuerzas Populares, cuyo candidato es Jaime Roldos.

Además de los citados, Abson Calderón se presenta como representante del Frente Radical Alfarista. En la izquierda marxista, René Mauge es el candidato del Frente Amplio de Izquierda, cuyo objetivo fundamental en estas elecciones es consolidar un proceso unitario en ciernes.

Las peripecias sufridas por estos partidos y sus dirigentes para conseguir la posición que ahora ocupan han sido muchas. Salvo Sixto Durán, el resto de los candidatos son el resultado de determinadas condiciones legales aducidas por los miembros de la Junta Militar.

Primero, los generales ecuatorianos, acérrimos opositores del ex presidente Velasco Ibarra, derrocado en 1972, impusieron un precepto legal que impedía la nominación presidencial de los ex presidentes de la nación, con lo que el camino político de Julio Arosamena y del propio Velasco quedaba cerrado.

Luego, las fuerzas armadas desempolvaron una vieja disposición castrense que establece que el comandante en jefe de las fuerzas armadas (el presidente de la República) debe ser ecuatoriano e hijo de ecuatorianos; de esta manera eliminaron al candidato de la concentración de Fuerzas Populares, el populista Assad Bucaram, hijo de libaneses. Se sabe que, entre los militares, la actitud política de Bucararn, ex alcalde de Guayaquil, parece extremadamente volátil e incongruente, hasta el punto de que piensan que la llegada al poder del dirigente de la CFP haría necesaria, a corto plazo, una nueva intervención de los sables. Eliminado Bucaram de la pugna electoral, el partido no tuvo inconveniente en designar candidato a su yerno, Jaime Roldos, mientras que se aceptaba la postulación de la esposa de Bucaram para la alcaldía de Guayaquil.

El Partido Liberal corrió parecida suerte. El candidato inicial, Francisco Huerta, fue rechazado por las autoridades aduciendo que tenía un contrato mercantil firmado con el Estado. La realidad es que ese contrato estaba en pleito, sin embargo, Francisco Huerta debió renunciar en favor de su tío, el actual aspirante.

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