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CINE / "LOS CANIBALES"

Antígona 70

Una ciudad de hoy y un personaje clásico. La ciudad puede ser cualquiera de las que centrar el poder, la cultura, la ley en nuestra sociedad actual; el personaje, nada menos que Antígona, aquella que en su siglo, en Tebas, desafió la ley divina enterrando el cadáver de su hermano.Liliana Cavani, a través de su historia, ha traído esa ley ante nosotros transformada en razón de Estado, enfrentándola a la de los humanos. De tal enfrentamiento nace el núcleo del filme, que muy a la sombra de la tragedia clásica, nos plantea el dilema de si Antígona debe ser castigada o no, de si es culpable o inocente ante sus jueces.

En su ciudad, donde los muertos yacen por calles y plazas, entre el miedo y la indiferencia de amigos y transeúntes, condenados a no ser enterrados como ejemplo bajo amenaza de pena de muerte, nuestra protagonista, con ayuda de un extranjero cuyo idioma nadie sabe descifrar y que dibuja un pez al modo cristiano por única respuesta, se impone la misión de rescatar, no sólo el cuerpo del hermano, sino el de otros muchos caídos en una singular revuelta. Esta revolución frustrada no va, sin embargo, contra ningún poder personal; va dirigida contra las leyes de los hombres todos, a lo largo de la historia, desde la vieja piedad cristiana hasta la de este mundo actual sacrificado en aras de la técnica. Contra ellas va, es decir, contra los mismos hombres que a su vez responderán a su manera.

Los caníbales

Versión libre de Ia Antígona de Sófocles, según guión y dirección de Liliana Cavani. Música de E. Morricona. Intérpretes: Tomás Millán, Britt Ekland, Pierre Clementi. Italia. Dramático.Local de estreno: Rosales.

Así esta Antígona fantasmal y su acompañante misterioso recorrerán un mundo de política-ficción que acabará por devorarles, luchando sin demasiada convicción, corno autómatas que llevarán a cabo una serie de actos programados por la eterna computadora de los dioses.

Sin embargo, el mundo se nos aparece hoy, en lo que a imagen se refiere, tan cargado de dramas cercanos y remotas tragedias que es difícil conmovernos con tales abstracciones. El mundo clásico participaba más de la vida y de la muerte. Hoy sólo nos asomamos a unas imágenes que nos vienen de lejos y que lejos se quedan, que duran lo que tarda en encenderse la luz en la sala. El mundo, nuestro mundo, continúa cada día; las tragedias se borran y una conciencia maniqueanos lleva de nuevo, tras de cada jornada, a la butaca o el sofí familiar, otra vez final y punto de partida.

Además, rebelarse contra la sociedad supone algo más,que utilizar esos medios que la misma sociedad nos facilita. No se puede combatir la realidad con abstracciones, como no se puede derribar con sermones los muros de la Iglesia. El filme de la Cavani viene a ser un largo y monocorde sermón envuelto en algunas excelentes imágenes que, una vez conocidas, se repiten y anulan, llegando hasta el cansancio. En este tipo de adaptaciones o transposiciones es difícil salvar el escollo de la pedantería, sobre todo con actores tan elementales como Britt Ekland y Pierre Clementi. Tampoco la música de Morricone, más propia de un western, ayuda demasiado, aunque, a la postre, la historia se salva, en parte, por su alusión a un tema antiguo realizado al gusto de hace años y una buena intención que arropa una solvente y depurada técnica.

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