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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
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Acostumbrarse a la injusticia

Acción Ciudadana LiberalExiste algo peor que la injusticia: acostumbrarse a ella. Y, ¡ay!, nos hemos acostumbrado ya a la injusticia.

Cada día, al poner en marcha el televisor, leer el periódico o escuchar la radio, nos enteramos de que alguien ha sido asesinado o secuestrado. Que varios miembros de la Policía Armada han sido ametrallados, o alcanzado por un explosivo algún cuartel de la Guardia Civil. La verdad es que hemos renunciado a sorprendernos, a indignarnos, a reaccionar ante tales monstruosidades. Estamos oxidados, vacíos, faltos de capacidad de respuesta. Decepcionados.

Claro es que, lamentablemente, estos hechos violentos están dejando de ser noticia por la frecuencia con que se producen. Pronto no ocuparán ni tan siquiera la primera página de los periódicos, si es que todavía se publican en ella. Alguien definió así la noticia periodística: «cuando un hombre muerde a un perro, pues si es el perro el que muerde al hombre, no es noticia». Temo que, si Dios no lo remedia -porque el Gobierno no parece capaz de hacerlo-, llegaremos pronto a tales extremos y los asesinatos, bombas o atentados apenas serán noticia. Si lo será, en cambio, que un diputado socialista reciba un porrazo en una manifestación. ¡Como si lo lamentable de aquel suceso no hubiera sido el porrazo, fuere quien fuere el que lo recibiera -diputado, albañil, empresario o agricultor-, y lo menos importante es que se tratara de un diputado! Parece que hay clases privilegiadas en materia de porrazos. A mí, sinceramente, aquella pequeña historia me recordó a los jerifaltes del franquismo y a sus familiares: «No sabe usted con quien está hablando», respondían cuando alguna autoridad osaba reprenderles o alguien les llamaba la atención.

El Gobierno, incapaz

Decía que el Gobierno no parece dispuesto o no es capaz de acabar con tan intranquilizadores desmanes. En sus escasos comunicados sobre estos sucesos nos viene a asegurar que no pierde la serenidad, que los enemigos de la democracia no conseguirán sus desestabilizadores objetivos, y nos recomienda que desdramaticemos los sucesos. ¡Caramba! Desdramatizar es una palabra que se está usando con demasiada frecuencia y a veces de una manera estúpida. Acaben ustedes con el drama y desdramatizaremos. Mientras tanto, no podemos asistir a tan cruenta representación como si presenciáramos un divertido vodevil, pues se trata de un drama y un drama muy serio: es una tremenda tragedia.

Tampoco vale decir que este pim-pam-pum es la democracia.

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No. España no es una democracia, aunque pretendan decirnos que la democracia es todo esto que nos aflige: la falta de orden público y la violencia en las calles: bombas, asesinatos, secuestros; la desmoralización general; la subasta sin ton ni son de autonomías a regiones sin caracteres diferenciados que va a conducir, inevitablemente, a un federalismo; el colapso económico; la falta de inversión; el paro; en fin, el desorden político y económico.

Es preciso decir también que los partidos políticos han perdido credibilidad. Los comunicados a la prensa que siguen a los asesinatos o a las arbitrariedades del poder comienzan a ser grotescos. «Exigimos»; «no toleraremos», «obligaremos». ¡Qué energía en las palabras y cuánta firmeza verbal! Y luego todo es transigir, callar, tolerar. Es el pacto de la de la Moncloa.

Consolar a los imbéciles

Ser dirigente quiere decir dirigir, no ir corriendo de un lado para otro tapando agujeros que, al no quedar bien tapados, provocan la apertura de otros más grandes. Parece que la clase política española -una gran parte de la gran clase política española-, sigue creyendo en la rentabilidad de la mentira. Y el ciudadano de a pie se ha dado cuenta y empieza a estar harto y aburrido de los políticos. La televisión, aún en manos, del Gobierno, no perdona y desenmascara a quien no es sincero. ¿No sería mejor que quienes usufructúan la pequeña pantalla salieran en ella diciendo claramente: «Querido telespectador, me gusta el poder. Vote usted por mí y lo seguiré teniendo y así podré colocar en los puestos políticos y económicos más importantes a mis parientes y a mis amiguetes»? El éxito con tal actitud sería, probablemente, enorme.

El panorama es, pues, aterrador. Que TVE se esfuerce en mostrarnos con profusión imágenes de otros países donde suceden también cosas horribles sólo puede consolar a los imbéciles. Además, y si se me permite decirlo como información objetiva, pues yo no puedo estar de acuerdo en todo ello, en Italia, a raíz del secuestro de Moro, muchas voces desde la derecha y desde la izquierda están pidiendo la puesta en marcha del estado de sitio, el restablecimiento de la pena de muerte y la instauración de un tribunal militar para juzgar a los autores de atentados. Y Mac Luhan ha propuesto a los medios de comunicación que no informen de los actos terroristas como medio para combatirlos. Pone los pelos de punta pensar que muy pronto cualquier estudiante podrá fabricar una bomba atómica.

Bien se me alcanza que lo que digo no se puede decir sin correr el riesgo de que algunos, probablemente recién conversos a la democracia, le acusen a uno de fascista. Qué le vamos a hacer. Durante el franquismo quien o era franquista era comunista. Yo mismo fui encarcelado por el gobernador Acedo Colunga, acusado de pertenecer a una especie rara: los monárquicos comunistas. Ahora, por el contrario, parece que si no se declara uno socialista, comunista o izquierdista a cada rato, está condenado a que le clasifiquen como fascista. Y la verdad es que yo debo de ser poco imaginativo en política porque sigo teniendo las mismas convicciones de entonces y sigo también actuando consecuentemente con ellas. Seguirá, pues, corriendo el riesgo. Y diré que sin orden público no puede haber de mocracia. El desorden trae consigo la dictadura, la restricción de la libertades, el autoritarismo.

No hay análisis profundos

La pereza española es enorme. Aquí se razona por analogías, nunca por análisis profundos y serios. Necesitamos agarrarnos a las comparaciones de manera parecida a aquellos débiles mentales a los que se les explica que una manzana es como una pera redonda. En las recientes elecciones francesas UCD, después de contar con el triunfo de la izquierda y de apostar por él, tuvo la desfachatez de hablar como si fuera el equivalente de la UDF francesa y como si Suárez fuera -¡Dios santo!- un Giscard d'Estaing español.

Siempre las comparaciones, los esquemas, las clasificaciones, los catecismos. ¿Es usted de derechas o de izquierdas? Si no se puede responder en un periquete a esta pregunta, está uno bien fastidiado. Y todo porque Alain, que era un terrorista intelectual, tuvo la ocurrencia de decir que quien no creía en la división derechas e izquierdas era, indudablemente del derechas. Y aquí nadie quiere decir que es de derechas por ese complejo de culpabilidad que la izquierda ha sabido crear en la derecha.

Sin embargo, la división no está hoy tanto en derechas e izquierdas, sino en la honradez, la eficacia y la competencia. Frente a la deshonestidad, la ineficacia y la incompetencia. Pero esa es, como concluía Kipling, otra historia.

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