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Entrevista:

"La creación artística siempre identifica al hombre

Entrevista con el historiador del arte André Chastel

André Chastel es uno de los grandes nombres de la nueva historia del arte. Miembro del Institut, profesor en el College de France, colaborador habitual del diario Le Monde, autor de importantes libros sobre el renacimiento y el humanismo, presidente de la Comisión Nacional del Inventario -encargada de catalogar el patrimonio artístico francés-, es de sobra conocido su papel en la renovación de su disciplina. André Chastel está actualmente en Madrid, para pronunciar diversas conferencias. Con él ha mantenido la sitmiente entrevista Juan Manuel Bonet.

Pregunta: ¿Cuál es a su entender el lugar del arte en la civilización actual?Respuesta: Estamos a finales del siglo XX, y ha concluido un proceso que comenzó a finales del XVIII: la mundialización de la cultura artística. El hombre que mejor entendió ésto fue Ma1raux. Una máscara de las caraibes, un poste polinesio, una cerámica inca, una escultura de la India del Sureste, forman parte de nuestra herencia al mismo título que el Hermes de Praxiteles. Este proceso no es sólo espacial; se ha tomado conciencia de una continuidad histórica.

P.: ¿A qué concepto del arte lleva esta nueva rellexión?

R.: A un concepto que casi nadie ha desarrollado: que la fabricación y el arte van juntos. El homo faber es un artifex, un homo artisticus. Lo que nos permite identificar al hombre es siempre la creación artística, el momento de la representación, la figura, el ornamento. Las abejas hacen maravillosas geometrías, pero no representan abejas.

En esta perspectiva antropológica, un cierto número de cuestiones cada vez más importantes, en nuestra cultura, pasa por el conocimiento del arte. Este es uno de los factores que explica el interés que, desde hace unos veinte años, tiene todo el mundo por el arte. Interés cuyas formas neuróticas y snobs -aunque no podamos contemplarlas sin indulgencia, y como un hecho sociológico- son las grandes exposiciones (que sustituyen a las grandes liturgias) y el turismo artístico (que sustituye a las peregrinaciones).

Una situación límite

P.: ¿Desde qué perspectiva contempla usted el arte moderno?

R.: La mayoría de los «modernistas» piensan que ha habido una ruptura total, y la mayoría de los historiadores del arte ni siquiera están interesados en considerar el arte moderno. Los artistas renuncian generalmente a la cultura artística y a la noción misma de arte. Se pone de moda una crítica ante todo conceptual. La relación entre esa crítica y un arte él también conceptual (por el contrario, puramente instintivo) indica que las formas y categorías tradicionales están agotadas, pero no que haya desaparecido la necesidad artística. En el arte siempre está por lo demás presente el juego, en el sentido de Huizinga o de Caillois. Asistimos a la exasperación de ese principio lúdico, a la descomposición gozosa, alegre, del instrumento. Picasso y Miró son dos maravillosos ejemplos. Estamos en una situación límite.

P.: ¿Pero cree usted en lo que algunos llaman la muerte del arte?

R.: Toda la energía disponible ha pasado a otras categorías artísticas. La crítica, si fuera inteligente, debería hacérselo entender al público. Se habla de «crepúsculo de las imágenes». Nada más falso. Lo que sucede es que las imágenes decisivas hoy, no son las de la pintura o la escultura, sino las de la fotografía y el cine. La verdadera crítica, hoy, debería ser la crítica de los nuevos medios, o la crítica de la arquitectura y del urbanismo. Otro problema es que la crítica de cine sigue refiriéndose demasiado a los temas, y la crítica arquitectónica o urbanística demasiado a las necesidades sociales.

P.: ¿Cuál es la situación actual de la historia del arte?

R.: He dedicado mi vida a la historia del arte, porque he tenido el sentimiento de que el arte es un fenómeno central, y no marginal como nos habían enseñado. Soy partidario de una historia del arte no literaria, sino «científica»; de una disciplina bastante flexible, que no falsee el fenómeno estudiado; de una disciplina que adopte un pensamiento antropológico y que esté en relación con otras ciencias humanas. Todo ésto no quiere decir que haya que renunciar -como quisieran algunos sociólogos y psicólogos- a la historia de los estilos. Lo que se ha llamado estilo (la antigua maniera italiana) es una reducción postiza, pero insustituible, de un conjunto de cualidades formales. Los desarrollos que se han propuesto a partir de una mala interpretación de Freud y de Marx son estériles porque intentan reducir el fenómeno artístico a otros factores de la vida social. Se trata por el contrario de manejar todas las nociones útiles -incluidas nociones de origen psicoanalítico y socioeconómico- para dar cuenta de la importancia de los elementos formales, y por tanto del arte, y por tanto de los estilos, en la vida de las sociedades.

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