La British Leyland reducirá en 12.500 sus puestos de trabajo
Un radical plan para reestructurar la división de automóviles de British Leyland, incluyendo la eliminación de 12.500 puestos de trabajo, fue recibido ayer con una ovación de medio minuto por cerca de setecientos enlaces y dirigentes sindicales reunidos en esta localidad.El plan fue concebido y presentado a los delegados de los trabajadores por el nuevo presidente de British Leyland, Michael Edwardes, que se hizo cargo de los destinos de la empresa nacionalizada hace sólo dos meses.
Este plan de supervivencia, como lo describiera el propio Edwardes, ha merecido la bendición del Gobierno combinada con un serio aviso a directivos y trabajadores de que la ayuda estatal de más de mil millones de dólares provista hasta ahora, exige una respuesta por parte de la empresa que deberá manifestarse en una mayor y mejor producción de vehículos y de beneficios.
Las tensas relaciones laborales y los frecuentes conflictos que de ellas se derivan, la irregularidad en las fechas de entrega, lo anticuado y poco atractivo de la gran mayoría de sus modelos y, peor aún, la mala reputación que todo ello engendra, han hecho que British Leyland domine hoy menos de la cuarta parte del mercado británico y haya perdido igualmente en el exterior.
«Esto es un desastre -confesó Edwardes- Los 250.000 vehículos perdidos (por huelgas) el pasado año y la mala calidad de muchos de los que produjimos han puesto toda nuestra división de automóviles en grave peligro. »
La reorganización de British Leyland resultará en su subdivisión en tres grupos o unidades: Austin Morris Ltd., Jaguar Rover Triumph Ltd. y British Leyland Components Ltd., que se ocuparán, respectivamente, de los automóviles de turismo familiar de tipo medio, de los modelos más especializados y de los repuestos para todos los modelos.
El modelo Mini -a punto ya de cumplir los veintinueve años de existencia- continuará en producción y un nuevo prototipo pequeño, aunque de mayor capacidad que el Mini, será fabricado en la planta de Longbridge (Birmingham).
Nadie parece poner en duda la determinación del nuevo presidente de British Leyland para salvar a la compañía de un inevitable desastre, y es este mismo sentido de urgencia el que ha condicionado también la unánime respuesta favorable de los dirigentes sindicales.
El fantasma del desempleo y la firmeza del Gobierno al recordar a los directivos y a los 130.000 trabajadores su deber de justificar la ayuda recibida en este mismo orden, se espera que harán el resto.
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