_
_
_
_
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Historia de un incidente

Por Lanzarote, yo vendo el alma al diablo. En esta lacónica sentencia cabe resumir el largo parlamento de don Cesar Manrique en la rueda de prensa que precedió al acto inaugural del llamado Primer Certamen Internacional de Artes Plásticas de Lanzarote. No pareció hacer ascos la delegada nacional de Cultura del Movimiento, doña Carmen Llorca, al papel de Mefistófeles que, a título representativo, le acababa de asignar el señor Manrique, presidente de dicho certamen e intérprete, al parecer, de una novísima y peregrina versión del Fausto. Los concurrentes mayoritariamente llegados de Madrid, prorrumpieron en una salva de aplausos.No, señores colegas (no pocos) y simples invitados (los más): en una rueda de prensa ni se aplaude ni se abuchea; se limita cada quien, previa solicitud de la palabra, a preguntar y a responder, alternativamente, y, en todo caso, a escuchar con atención, y a tomar notas para ulterior conocimiento de los destinatarios. La diabólica sentencia del señor presidente no era sino respuesta a la lectura de un documento redactado por un grupo de artistas, disconformes con ciertas anomalías de organización. Y si tal documento causó desazón a muchos de los concurrentes, jamás debieron exteriorizarla en forma de censura para el portavoz y de aplauso al interpelado.

Hablo con pleno conocimiento de causa, de acuerdo precisamente con la condición de portavoz que me otorgó el citado grupo de artistas, y yo acepté, gustoso, por esclarecer una situación contradictoria, más que ambigua. Me limité, de hecho, a la lectura razonada de una serie de puntualizaciones formuladas por los artistas, y lo hice por parecerme no poco objetivas o cargadas de razón.

Omisiones de paternidad

Muchas cosas fueron las que ocurrieron o precedieron a esta rueda de prensa, que a pique estuvo de concluir como el conocido rosario de la aurora. Los artistas, en primer lugar, fueron personalmente invitados por César Manrique a participar en un certamen de artes plásticas que organizaba el cabildo insular de Lanzarote. Tras largo forcejeo, reconoció Manrique que, en efecto, no se habían invocado, en la invitación a los artistas, otros títulos que los arriba apuntados.

Con posterioridad, se empieza a hablarde una Delegación Nacional de Cultura. Apareció el tal membrete en ciertos folletos publicitarios, pero nunca (de acuerdo con la respuesta del propio Manrique) en la invitación a los artistas. ¿Delegación de Cultura, a secas? ¿Sin orígenes, vinculaciones ni dependencias? ¿Una cultura delegada por consenso unánime de la nación? Hasta la víspera misma de la inauguración, no se especificó, en la prensa, que dicha delegación y tal cultura eran las del Movimiento, sin que quedaran suficientemente claras, aunque fueron presumibles, las causas de la ocultación.

A principios de agosto, me cupo la suerte de dar la primera noticia de este certamen en la prensa madrileña. Basándome en datos directamente obtenidos en Lanzarote, dejé escrito en las páginas de EL PAIS: «Más que anticipar primicias, quieren estas líneas atender a hechos felizmente consumados: la realidad, por un lado, del museo de Arte Contemporáneo de Lanzarote, que acabo de visitar, sede del certamen y propiedad del Cabildo Insular (a cuya exclusiva y descentralizada jurisdicción quedarán confiados los fondos artísticos...) y, de otra parte, la selección, ya en marcha, de las obras concurrentes.»

Basándome repito, en datos personalmente dictados por el presidente del certamen, y sin réplica alguna de parte suya, hablé de jurisdicción exclusiva y descentralizada del Cabildo Insular. ¿Quién había de decirme que, unos meses después, dicha jurisdicción y el certamen mismo correrían de cuenta exclusiva de la Administración central o de uno de sus ministerios políticamente más cualificados, sin conceder al Cabildo Insular el título siquiera de entidad colaboradora?

El incidente

La bomba estalló, igualmente, la víspera misma de la inauguración. Ya ni Delegación Nacional de Cultura, ni otros rodeos o acrobacias eufemísticas. En la tarjeta protocolaria, era el ministro secretario general del Movimiento, sin la más leve alusión a cualquier otra corporación central o local, quien personalmente tenía el gusto o el honor de invitarle a usted (y a usted y a usted... y a los propios artistas que habían cedido generosamente sus obras) al acto oficial de la inauguración.

Y con salvedades o discriminaciones. Periodistas, autoridades y compañía, quedaban invitados al acto inaugural propiamente dicho, el día 8, en tanto los artistas (salvo un par de excepciones que dada su fama, se suponía servirían de publicidad e incentivo) quedaban relegados a una suerte de sesión postinaugural que había de producirse dos días después. Ajenos a tal estratagema y guiados de la mejor voluntad, habían organizado éstos un vuelo charter que, tras lo ocurrido el día de la inauguración, quedó automáticamente anulado.

Los invitados decidieron trasladarse a Lanzarote para contemplar in vivo los sucesos o tratar de corregirlos, sin perder contacto con los relegados, quienes, de consumarse, sin más, el acto inaugural, tenían preparado un telegrama con el aviso oportuno de descolgar sus obras. Puedo asegurar que unos y otros se han esforzado lo indecible por salvar la exposición y no defraudar al pueblo lanzaroteño.

El comunicado de los artistas

Tras múltiples llamadas telefónicas entre algunos de los que se quedaron y los dos que se fueron, se decidió suspender eventualmente el telegrama y suplirlo por un escrito firmado por una nutrida y acreditada representación (Chillida, Tápies, Sempere, Canogar, Lucio Muñoz, López García...) a la cual luego se sumarían otros más. Su texto literal, del que fui portavoz en la rueda de prensa, reza así:

«Los abajo firmantes, partícipes en el Primer Certamen de Artes Plásticas de Lanzarote, ante ciertas anomalías observadas en la organización, convocatoria e invitación, puntualizamos:

1. Que las obras nos fueron solicitadas personalmente por César Manrique, de cara a su exposición en el museo del Castillo de San José, creado por el Cabildo Insular de Lanzarote.

2. Que prestamos nuestra colaboración incondicional, en la ignoranciade que la Secretaría General del Movimiento tuviera papel en dicho certamen.

3. Que, a tenor de ello, mostramos nuestra disconformidad ante la ignorancia de dicha Secretaría General en los trámites de invitación, inauguración y demás actos oficiales.

4. Que, pese a ello, hemos decidido mantener nuestras obras en el certamen, en atención, cordial y exclusiva, al pueblo de Lanzarote al que pedimos disculpas por nuestra ausencia en el acto inaugural.»

Leído el escrito, tardó en darse respuesta suficiente a cualquiera de los cuatro puntos. Se llegó a decir en la turbulenta rueda de prensa (y se ha repetido en algún diario) que los artistas trataban de politizar el acto, y se adujeron naturalmente, las conocidas e ingenuas razones de que no se debe mezclar arte con política. Y es lo cierto que si alguien realmente lo politizó fue la Secretaría General del Movimiento. Los artistas, a través de su escrito, se limitan a manifestar que fueron convocados por una persona y una entidad determinada y luego han sido invitados por otra entidad y otra persona, cuya actuación en el acto inaugural califican, lógicamente, de injerencia.

Humildad

En apoyo de la tesis de los artistas, intervino Miguel Bilbatúa (enviado de Cuadernos para el Diálogo), quien preguntó por el papel que había correspondido, respectivamene, al Cabildo Insular y a la Secretaría del Movimiento y por las sumas que aquél y hasta habían aportado. César Manrique respondió: «El Cabildo ha contribuido con veintiún millones de pesetas; la Secretaría con quince.» ¿Cómo es posible -insistió el periodista- que siendo sensiblemente superior la aportación del Cabildo, no aparezca su nombre en las tarjetas invitatorias, a título siquiera de colaborador? «Somos así de humildes», fue la única respuesta.

No sé en qué parará el caso, aunque me han llegado rumores de que un grupo de artistas no dan por válido el escrito en tanto no reciban de quien corresponda una respuesta pública y satisfactoria. Ni política ni gaitas. Ellos entregaron sus obras a una entidad y han sido presentadas por otra. ¿Fue aquéllo una rueda de prensa? La delegada de Cultura del Movimiento parece haberlo interpretado de forma quinielística, dándonos por perdedores a Bilbatúa y a mí. «Ha sido un éxito -declaró a los medios informativos de las islas-; de entre setenta asistentes, sólo han discrepado dos.» ¿Olvida doña Carmen que los artistas se negaron a acudir al hipotético coloquio, confiándome la lectura razonada del escrito? ¿Hubiera ocurrido lo mismo con la presencia.en pleno de los expositores? ¿Por qué se retrasó, en dos días, su llegada masiva?

Me parece muy bien, por con cluir, que César Manrique venda su alma al diablo cuando de cosas de su isla se trata. Tampoco me parece mal que la delegación de Cultura acepte la compra con afable ironía. Toda una nueva visión del Fausto, en la que la generosidad del uno y la cornprensión de la otra corren feliz pareja. ¿Ejemplo a imitar? Desde luego; siempre y cuando que en la compraventa no se cause daño a terceros (a unos terceros que, de antemano, habían dado prueba cumplida de generosidad y comprensión).

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
Recíbelo

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_