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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La discreción y la constancia

Entre la joven poesía española parece que destacan dos tipos de creadores: los que empiezan con precocidad publicando varios libros y los que, a menudo relacionados con el mundo académico, inician su carrera poética con cautela y en búsqueda de un lenguaje preciso. La calidad de los primeros libros de Gimferrer y Carnero desgraciadamente no encontró respuesta en muchos de los nombres que les seguían, y sólo ahora, con el ruido del camp, puesto de moda por el crítico Castellet, ya atenuado, podemos descifrar otro horizonte posible.Mario Hernández (igual que Alejandro Amusco) se distingue por lo discreto y la constancia de su palabra. Si no se atreve a tomar muchos riesgos con la imagen, tampoco descuida el oficio. Sombra marina intenta una visión de la naturaleza como reflejo del espíritu, como cosmos sensibilizado, una ambición que merece respeto si no se logra conmover al lector con debida frecuencia.

Sombra marina,

de Mario Hernández. La Isla de los Ratones.Santander. 1976. 70 páginas.

Quizá el problema de muchos de estos poemas es precisamente el ánimo poético que reflejan. Lejos del ardor por el mar que activó Alberti, el mar que Hernández imagina, salvo en una ocasión cuando lo personaliza como la niñez, es más bien destructor de los anhelos del hombre. No expone el conflicto de los elementos que fortalecen el mar de Aleixandre, sino que labra fríamente un mundo de desolación en el que el propio narrador se siente arbitrario y las aguas encarnan la irrevocabilidad del tiempo:

Por una parte, el poeta procura que la naturaleza vibre a través de la anatomía humana que se confunde con ella, cosa característica del estilo de Aleixandre, pero, paradójicamente, el distanciamiento del narrador o el ambiente melancólico que describe no nos convence de su vibración. Si Mario Hernández humaniza la naturaleza mediante determinativos como mano de niebla, voces de luz o la boca del alba, a menudo desangra el vigor potencial de esas imágenes, ya que esa mano ha... deshecho tus palabras, las voces están ceñidas por la muerte y la boca rota. Parece fatalismo que inspira lemas como Todo es ausencia o peor todavía, Pasan las cosas del mundo. El poeta en algunos poemas no sólo despersonaliza su propia identidad -el viajero-, sino también su soledad y su alma, resultando, particularmente en los sonetos de la cuarta de las cinco secciones de Sombra, que queda difuminada la naturaleza en un ambiente de excesivos bosques otoñales, donde el hombre es más sugerencia que habitante.

Pese a su incertidumbre por encontrar la entidad poética, Hernández demuestra, frecuentemente con duda, un afán telúrico o celestial que evoca al Aleixandre de Ambito. El poema Noche sirve como ejemplo de este ansia. Otro, El día noche, se acerca también al mundo, en este caso paradójico de Aleixandre en su Canción del día noche (Poemas de la consumación), pero no lo vitaliza. Sin embargo, en Briznas, donde aparece El terrestre corazón, y admitido el límite del deseo, señala de modo implícito que tanto el hombre como la tierra deberían procurar plenitud y fervor a cuanto vive.

El amor se perfila como una presencia indirecta en Sombra marina. Si Guillermo Carnero en Jardín inglés (El sueño de Escipión) compara el cuerpo amado a una ciudad, Mario Hernández recoge estos dos términos, pero de modo inverso, para concretar una ciudad en un cuerpo femenino. En Amada del mundo y Mediodía, el poeta personifica el otoño y el mediodía como si tuvieran los ojos de la amada, técnica que nos balancea, como La ventana, de Aleixandre.

Donde Hernández realmente desamordaza su pasión es con su largo Poema al pájaro vidriado. Aquí encuentra una correlación objetiva para su nublada soledad.

Los pocos poemas de la segunda colección del libro -Piedra de soledad-, quizá forman la transición entre Sombra marina y el recio lirismo del sucinto Variante de noviembre, escrito después, pero publicado antes de Sombra. Si hay algo de languidez, también queda la nota crítica de asesinos... en las tabernas y por los juzgados y la presencia de la muerte. Y si el poeta se siente cogido entre el amor como honda permanencia y el amor como una fuerza que le empuja hacia otras tierras, el lector no puede más que esperar los momentos cuando, según manifiesta Mario Hernández, oscurezco de sed y de deseo... Por lo menos su poesía busca una honda región donde no ubica una farsante modernidad.

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