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El personal de los museos

Tras el paréntesis de tres semanas, abierto a otras tantas notas de actualidad, quiero reanudar de inmediato, por no dificultar la ilación, la exposición crítica en torno a nuestros museos. De acuerdo con lo prometido, cumple al comentario de hoy abordar en resumen la amplia e inextricable problemática del personal, cuya recensión completa abarcaría no menos de 23 apartados, susceptibles de verse reducidos, no sin esfuerzo, a su mitad aproximada. Amplia o restringida, cabe, en principio, desprender de ella una clara, aunque no muy científica, división trimembre: museos civilizados, museos sin civilizar y museos dejados de la mano de Dios.La existencia de más de un conservador permite, en los primeros, repartir labores y funciones responsables. En los segundos, de los que no son mal ejemplo los provinciales, un conservador único ha de concentrar oficios de director, conservador, restaurador, administrativo, dibujante, fotógrafo..., e incluso de portero. Los demás, y por más que muchos de ellos sean eclesiásticos, están dejados de la mano divina. Si el Cuerpo Facultativo de Conservadores consta de 99 plazas, de las que solamente 48 han sido provistas por oposición, dígasenos en manos de quién quedan los casi novecientos museos que no han alcanzado siguiera rango de no civilizados. Pero vayamos a la clasificación restringida dé las distintas categorías profesionales.

1.-Cargos directivos: Director y subdirector. Uno y otro contraen responsabilidades directa o subsidiaria de cara tanto a la Administración como al público. Su cometido debe ceñirse a la dirección del centro, sin ingerencia alguna en el trabajo propio de cada una de las secciones, que a su vez dependerían de un personal competente y plenamente responsabilizado en el ejercicio de sus funciones específicas, Una alternativa razonable exige de entrada (y frente al habitual coto cerrado) que el director y subdirector sean museólogos titulados y por oposición, no de elección caprichosa, verdaderos conocedores de la ciencia museológica, antes que especialistas en asuntos artísticos, etnológicos y arqueológicos. No habiendo, sin embargo, en España una Escuela de Museología (pese a estar prevista por la ley de 13 de mayo del 33), la enseñanza museística queda reducida a unos cursillos esporádicos dictados por gente no especializada, accediéndose a los cargos directivos por la españolísima designación digital.

2.-Conservadores. Pertenecen al ya citado Cuerpo Facultativo. Su labor abarca el estudio, custodia y catalogación de los fondos, al frente de la sección de su especialidad respectiva (etnología, arqueología, arte...). Lo exiguo de su nómina reclama el concurso de colaboradores provenientes del Cuerpo Auxiliar. de Archivos, Bibliotecas y Museos, que, aparte de ser contados (9, en Madrid), carecen, como se desprende de su titulación, de una preparación específicamente museológica.

3.-Bibliotecarios. Exigencia natural de un museo es la existencia de una biblioteca especializada, a cargo de un facultativo, a poder ser, del Cuerpo de Archiveros y Bibliotecarios, o de un auxiliar, en su defecto, del Cuerpo correspondiente. De espaldas a una y otra opción, la labor de catalogación de libros, si la hay, viene siendo desempeñada, en los más de nuestros museos, por un personal, digamos, de emergencia, sin la debida capacitación en biblioteconomía y documentalismo.

4.-Restauradores. Hasta la creación, en 1969, de la Escuela Oficial, el quehacer restaurador dependía del Instituto Central de Restauración y Conservación (creado en 1961), cuando no de habilidosos aficionados que, con mejor voluntad que preparación y adecuación de medios, iban salvando urgencias y compromisos. No puede decirse que la nueva Escuela haya solucionado mucho o nada. De una parte, el Cuerpo de Restauradores carece de escalafón, v las luchas internas, de otro lado, entre las Escuelas de Bellas Artes, Artes y Oficios Aplicados y el propio Instituto (y de todas ellas contra el grupo catalán formado por las Escuelas Masanas), vienen imposibilitando una definitiva organización corporativa, con el peligro consiguiente para los fondos museísticos. Los pocos restauradores que trabajan en museos (en Madrid, únicamente en el Prado y en el Arqueológico) dependen del Instituto Central de Restauración y Conservación a título eventual de comisión de servicios, como contratados o simples interinos. ¿Por qué se han boicoteado sistemáticamente las oposiciones convocadas?

5.-Fotógrafos. Otra plaza no escalafonada, por muy inexcusable que parezca la eficiencia de laboratorios y archivos al servicio de las necesidades internas del museo, de los investigadores, tratadistas, editores y de los visitantes que lo requieran. Muy pocos son los museos españoles en posesión de este servicio poco menos que vital, pese a que las Instrucciones de 1942 para la redacción de fichas de Inventario General y Catálogo Sistemático establecieran que éstas fueran acompañadas de la fotografía correspondiente. Penoso es comprobar que los archivos fotográficos de los museos se hallen en manos privadas (en Madrid, Oronoz y Domínguez, y en Barcelona, el Archivo Más).

6.-Personal subalterno. Los bedeles y vigilantes de salas proceden, en su mayor parte, de otro u otros Cuerpos oficiales, (Guardia Civil, Policía Armada...), en los que prestaron con anterioridad funciones de vigilancia, perteneciendo los restantes al Cuerpo de Personal Subalterno del Ministerio de Educación y Ciencia. ¿Por qué no exigir una capacitación específica y sentar las bases de una auténtica corporación? ¿A qué privilegio obedece el que únicamente el museo del Prado tenga cuerpo propio de subalternos y acceso a él por vía de oposición?.

7.-Becarios. Cierto que el Ministerio de Educación y Ciencia tiene dotadas becas de investigación en los museos. No es menos cierto, sin embargo, que la propia dirección del museo a que es destinado el aprendiz de conservador le encomienda, no pocas veces, tareas que nada tienen que ver con su específica misión y en perjuicio de su actividad investigadora. Las becas, por otro lado, se amplían y renuevan caprichosamente o sin tener en cuenta la probada eficiencia del interesado en anteriores investigaciones.

8.-Personal con contrato eventual. Entran en este apartado todos aquellos contratados para menesteres de limpieza y mantenimiento. Incluso los dibujantes, cuya labor es especialmente imprescindible en los museos arqueológicos, jamás han figurado en plantilla fija.

9.-Personal en prácticas. Para poder opositar al Cuerpo Facultativo de Conservadores es preceptivo haber cumplido un año de prácticas en cualquier museo que pertenezca al Patronato Nacional. El número irrisorio de tales museos ofrece al universitario, vocado a la conservación, dificultades insalvables y respuestas de auténtico favor. La penuria del personal le hace, de otro lado, compartir empleos de responsabilidad con dedicaciones rutinarias. Mínima o nula es la enseñanza que puede sacar de este trabajo no remunerado, sin otras armas, ante la carencia de dirección y programación, que su sola vocación y su natural inexperiencia. ¿Trata la Administración, con este peregrino sistema de prácticas, de ahorrarse la Escuela de Museología, exigida por la citada e incumplida ley del 13 de mayo de 1933?

10.-Servicio social. Acarrea mano de obra, igualmente gratuita, y viene a paliar, por períodos de tres a seis meses, la ostensible falta de personal. Enteramente ajenas a toda antecedente labor museística. las chicas del Servicio Social sustituyen, en líneas generales, a los inexistentes auxiliares.

Agregue el lector a estos apartados los concernientes a funciones administrativas, a contratas indirectas con empresas privadas, a las irregularidades para con la Seguridad Social..., multiplique por más de dos las subdivisiones que de las categorías expuestas se deducen, y podrá hacerse una vaga idea de la inextricable nómina museística. No olvide, por último, que nos estamos refiriendo al primer apartado de la inicial división trimembre. Si tal es la situación de los museos civilizados, cuál será la de los por civilizar y de los dejados de la mano de Dios?

La situación se acomoda a los extremos de la paradoja. ¿Qué puede hacer un director solo y único ante los fondos artísticos, etnológicos y arqueológicos de los museos no civilizados? ¿Quién cuidará de todos los demás, abandonados a su suerte? Y entretanto, centenares de titulados buscan, en paro forzoso, museos que conservar, y centenares de museos reclaman a voz en grito el concurso de titulados universitarios que mitiguen su absoluto y desconsolador abandono.

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