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La FIA y Liberty Media, a la gresca por el control de la Fórmula 1

La herida entre la Federación y la titular de los derechos de la competición evoca al conflicto por la dirección del Mundial de principios de los años ochenta

2022 Mexican Grand Prix
Una imagen desde la grada del Gran Premio de México de 2022.AFP7 vía Europa Press (AFP7 vía Europa Press)
Oriol Puigdemont

Los guionistas de Netflix se deben estar relamiendo ante el rifirrafe más reciente que ha ofrecido el Mundial de Fórmula 1. Esta vez, el conflicto no gira alrededor de la pelea por el título entre Lewis Hamilton y Max Verstappen. Tampoco se centra en la salvaje competencia que hay por conseguir un asiento y que, por ejemplo, ha escupido de la parrilla a Daniel Ricciardo. De hecho, la bulla ni siquiera se ha producido con la temporada en marcha, sino que ha estallado en invierno, con los monoplazas en gestación y sin un solo motor en marcha. Esta pelotera es política y la protagonizan Liberty Media, el titular de los derechos de explotación del Gran Circo, por un lado, y la Federación Internacional del Automóvil (FIA), por el otro. En juego está la gestión de un tinglado que en tres años ha pasado de girar al ralentí a poner el turbo, y cuyo valor se ha disparado, incluso por encima de lo razonable si tenemos en cuenta la opinión de uno de los bandos.

La mecha la prendió el pasado lunes Muhammed Ben Sulayem, el presidente de la FIA, al airear, a través de su perfil personal en Twitter, su preocupación por una información del día 20 de enero publicada por Bloomberg, en la que se hacía referencia a la oferta de compra por 20.000 millones de dólares (unos 18.400 millones de euros) que el Fondo Soberano de Arabia Saudí (PIF) habría hecho, y que Liberty habría rechazado. Esta maniobra se enmarca en la agresiva política de propaganda que está llevando en los últimos años el país árabe, que puja por albergar grandes eventos deportivos con la intención de aprovecharse del altavoz que estos suponen, en una campaña de limpieza de imagen. Por estrambótico que pueda sonar, las federaciones española e italiana de fútbol no tuvieron inconveniente en trasladar la celebración de tres de las últimas cinco ediciones de la Supercopa, a Riad. En 2020 fue el Dakar quien abandonó Sudamérica para caracolear por los desiertos y las dunas sauditas, y un año más tarde lo hizo la Fórmula 1, en el circuito de Yedda. También a finales de 2021 se completó la compra del Newcastle por parte de PIF.

Pocos campeonatos han disparado tanto su popularidad como lo ha hecho la F1 desde que Liberty Media se la compró en 2017 al fondo de capital riesgo, CVC, en una operación de 7.300 millones de euros que supuso el pago de 3.700 millones, además de otro tanto en concepto de deuda. Desde entonces, la F1 se ha universalizado gracias a varios factores: la visibilidad que ha supuesto la serie Drive to Survive, de Netflix; el arraigo consolidado en un mercado tan atractivo como el de Estados Unidos, donde en 2023 se llevarán a cabo hasta tres eventos (Austin, Miami y Las Vegas); y la explosividad en pista, sobre todo gracias a la revitalización de Red Bull, que ha encontrado en Max Verstappen al actor ideal para interpretar el papel de antagonista de Lewis Hamilton. Con todo, la propuesta de PIF (18.400 millones de euros) supone un incremento del 60% sobre el valor de adquisición, y ese diferencial tan enorme en solo seis años es el que motivó la entrada en escena del mandamás de la FIA.

“Como guardianes del automovilismo, la FIA, como organización sin ánimo de lucro, se pone en alerta ante la exagerada cifra de 18.400 millones de euros que se le está atribuyendo a la F1″, se arrancó Sulayem, en un hilo con varios mensajes encadenados. “Se aconseja a cualquier potencial comprador que se rija por el sentido común, que tenga en cuenta el bien del deporte por encima de todo y que presente un plan sostenible y claro, no simplemente una gran cantidad de dinero”, añadía el ejecutivo de Dubái, aparentemente preocupado por las posibles repercusiones que podría tener un cambio de manos de estas características. “Es nuestro deber estudiar cuál sería el futuro impacto para los organizadores en lo relativo al aumento de los cánones y otros costes comerciales, además de cualquier derivada adversa que pueda afectar a los aficionados”, finalizaba.

Ante tal arenga, Liberty Media reaccionó con irritación a través de una carta de su departamento jurídico, mandada el martes directamente a Sulayem, a quien se interpelaba por haberse extralimitado en un asunto (la explotación de los derechos del certamen), que no es ni de su incumbencia ni de la organización que preside. En este punto hay que tener en cuenta que el reparto de las competencias en la F1 deriva del acuerdo firmado en 2000 por Max Mosley, antecesor de Sulayem y antes, de Jean Todt, y Bernie Ecclestone. El contrato no expira hasta el año 2110, y en su redactado la FIA se comprometió a quedarse completamente al margen de la parte comercial. “Consideramos que esos comentarios, realizados desde la cuenta oficial del presidente de la FIA, interfieren con esos derechos de manera inaceptable”, se leía en el escrito de Liberty, algo más que una advertencia, casi un bocinazo. El gigante del entretenimiento no tiene la intención de permitir que Sulayem pueda alterar el valor de uno de los principales activos del conglomerado. No es casual que las acciones del holding (FWONA) pasaran de 54,1 euros por título el día anterior a la información de Bloomberg, a los 58,1 euros, el día después (21 de enero).

Con los coches parados, la indiscutible buena salud actual de la F1 a nivel deportivo no ha podido camuflar la herida que hace meses se está abriendo entre la FIA, y Liberty y los equipos. Atrás parecen haber quedado las décadas de entendimiento, fruto del tándem que montaron Ecclestone y Mosley, y que sirvió para poner fin a la reyerta que marcó la agenda del Mundial en la década de los años ochenta, y que enfrentó a la FISA, capitaneada por el controvertido Jean-Marie Balestre, y la FOCA, con un energético Ecclestone. Sin aliados que le expresen públicamente su apoyo, y con varios aspirantes a ocupar su puesto dentro de su propia casa, a Sulayem el rancho empieza a arderle por los cuatro costados. Esta misma semana, un diputado liberal británico le llamó al orden, acusándolo de desconsiderado por desatender una carta firmada por 90 parlamentarios que se le mandó hace diez meses y en la que se le mencionaba las consecuencias que podía tener el llevar la F1 a países del Golfo Pérsico, donde no se respetan los derechos humanos.

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