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Jakobsen le empata a dos a Philipsen y llega la montaña a la Vuelta

El neerlandés consigue su segunda victoria en el sprint de La Manga la víspera de dos puertos que rozan los 2.000 metros en Almería

Carlos Arribas
La Manga del Mar Menor -
Fabio Jakobsen Vuelta a España
El neerlandés Fabio Jakobsen celebra al ganar la octava etapa de La Vuelta hoy, entre Santa Pola a la Manga del Mar Menor.JOSE JORDAN (AFP)

El pelotón es un animal que se adapta al medio con buen gusto Los días de paisaje feo, aquellos en los que el desprecio de los humanos por la belleza de las bellas vistas, visiones que destroza con sus construcciones, alcanza su culmen, el pelotón se adormece y se mimetiza, y atontado por el sol, quizás, del agosto inclemente, se desliza lento hacia La Manga desde Santa Pola entre campos desérticos de los que brotan urbanizaciones de chalets color tierra seca, polvorientos, y campos de golf amarillentos, como los poblados fantasmas que el avance de la construcción del ferrocarril del Far West dejaba plantados camino de California, invadidos por la arena y por el recuerdo de un esplendor prometido y nunca alcanzado, y la arqueología minera de La Unión, sus lámparas y sus cantes. Ya en la lengua de tierra entre el Mediterráneo y la gran laguna salada, el olor a petróleo en el puerto, a agua estancada en las calles, tanto coche, tanto barquito, el grupo, y la brisa que sopla a favor y seca las espaldas empapadas de los corredores, parece despertar. Acelera hacia el sprint inevitable, hacia el duelo cotidiano Jakobsen-Philipsen, que se produce tan seguro como que el sol sale por Palos, mientras siga amaneciendo, lo que no es tan seguro, y se pone por San Vicente, donde se disfruta el ocaso bebiendo una Sagres.

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Y, aunque por medio se meta el peligroso italiano Alberto Dainese, gana Fabio Jakobsen, que empata a dos victorias en la Vuelta 21 con el belga, su rival ahora y en el futuro, que le pertenece a ambos sprinters jóvenes. Le lanza a Jakobsen el francés Florian Sénéchal, a cuyo sueño le perturba el recuerdo del 5 de agosto de 2020 en Katowice, la visión de Jakobsen tirado en el suelo, el rostro cubierto de sangre irreconocible, solo los ojos, y su gesto instintivo, el del francés, de bajarse de la bicicleta rápido y levantarle la cabeza al caído para evitar que se ahogara con su propia sangre. Contaba Sénéchal que en cuanto le levantó la cabeza, Jakobsen escupió sangre y la vida volvió a su mirada. Son inseparables desde entonces, y Sénéchal, que le salvó la vida, le ayuda a ganar, a recuperar el espíritu. Y ganan los dos en La Manga. Y menos de un segundo después de ver, ya desde el fondo del pelotón, cómo se elevan por encima de la línea de las espaldas de los ciclistas encorvados los brazos inconfundibles de Jakobsen, Sénéchal levanta los suyos, también ganador, como su hermano de sangre.

“Sénéchal me salvó la vida y le estaré siempre agradecido. Nuestro vínculo es tan fuerte que ahora digo que entre los dos somos 160 kilos de velocidad y fuerza en los sprints, y me encanta que él siga cuidando de mí en el pelotón”, dice Jakobsen, feliz con su segunda victoria y con los simbolismos que lleva aparejada, como el maillot verde, “el color de los sprinters, lo que soy”, tan feliz que en su individual Desvío a Santiago, como el viaje a través de España hasta la catedral en la que terminará la Vuelta el 5 de septiembre de su paisano neerlandés Cees Nooteboom, Jakobsen piensa superar todas las dificultades gracias a su vestido verde. “El calor me mata, y la montaña será dura, y temo el fuera de control, pero estoy dispuesto a sufrir lo que haya que sufrir solo por llegar de verde a Santiago de Compostela”.

A Jakobsen le priva el verde y a Primoz Roglic, el rojo, que parece estar dispuesto a ganar por aburrimiento, o por ahí camina, líder como hace una semana y prácticamente con la misma diferencia sobre Enric Mas, Superman y Egan, los tres que más cerca se mantienen, que la que obtuvo en la catedral de Burgos el primer día, hace 1.200 kilómetros, siete lunas y mucho sol. Entre bonificaciones y mínimos cortes en los últimos metros en las etapas más o menos abruptas –Picón Blanco, Castillo de Cullera, Balcón de Alicante—el mallorquín ha cedido 7s (está a 25s en la general), Superman, 15s (a 36s) y Egan, 14s (a 41s). Los demás de los que se hablaba, Adam Yates, Alexander Vlasov, Mikel Landa, Richard Carapaz, han cedido sin presentar pelea, por mero desgaste, y Carthy se ha retirado. Nadie ha presentado pelea, de todas maneras.

La Vuelta dormida se despertará, quizás, el domingo en Almería, avivado su seso, valga el plagio, por la belleza virgen --líbrela Dios del toque humano menos imprescindible, de los campos solo fértiles gracias al abono químico que envenena la tierra y el mar-- de la Sierra de los Filabres, y solo Fiñana y su pasillo la separan de Sierra Nevada, las cimas de los Calares y la Tetica de Bacares, y meta en Velefique, rocas calizas y pinos negros, y ascensiones hasta rozar los 2.000 metros. “No, claro que la ventaja que mantengo no es suficiente. Tendemos que dar lo mejor de nosotros mismos en Almería”, dice riéndose Roglic, y cuando se ríe se intuye que su respuesta será tan vacía, al menos, como una risa falsa, tan diferente al Roglic, y a la Vuelta, de 2020, en cuyas ocho primera etapas el esloveno obtuvo dos victorias, había atacado duro cuatro veces y había sufrido el frío de Formigal, y el segundo sábado ni siquiera era líder, pues marchaba 14s detrás del Richard Carapaz que en el 21 anda más flojo. Y los cinco primeros de la general el octavo día de la Vuelta del 20 –Carapaz, Roglic, Dan Martin, Carthy, Mas-- fueron los mismos cinco primeros, en diferente orden, 15 días después en Madrid: Roglic, Carapaz, Carthy, Martin y Mas. “¿Que a quién temo más?”, sigue riéndose el ganador de las dos últimas Vueltas. “Supongo que al que esté más fuerte”.

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Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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