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El podio más cosmético de Vettel

Tras brillar en Bakú, el de Aston Martin vuelve a la realidad en Francia, donde arrancará 12º, lejos de la pole de Verstappen

GP Francia F1
Sebastian Vettel, de Aston Martin, detrás de Max Verstappen, de Red Bull, en una vuelta de práctica antes del GP de Francia.NICOLAS TUCAT (AFP)
Oriol Puigdemont

De Lawrence Sheldon Strulovitch, más conocido como Lawrence Stroll, se dice que la magnitud de su fortuna, estimada en unos 2.700 millones de euros según los cálculos de Forbes, es proporcional a su exigencia con quienes trabajan para él en el conglomerado de compañías que posee. Este empresario canadiense de 61 años hizo crecer la fortuna de su padre, Leo, al capitanear el desembarco en Europa de la marca de ropa Ralph Lauren, además de invertir y popularizar otras firmas como Tommy Hilfiger y Michael Kors. Si el sector textil explica su éxito en los negocios, los coches son su fuente de divertimento, como le ocurre a mucha gente. Cualquier persona de a pie que comparta esta pasión buscaría la forma de adquirir un bólido de carreras. Stroll, que ya posee una de las colecciones de Ferrari más exclusivas del mundo, se compró un equipo de Fórmula 1 en 2018, para que su hijo, Lance, pudiera correr a sus anchas en el campeonato sin la espada de Damocles que pende sobre las cabezas del resto de la parrilla.

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Stroll compró Force India (2018) y lo rebautizó como Racing Point, que compitió con ese nombre en 2019 y 2020, antes de hacerse con el 16,7% de las acciones de Aston Martin y repintar los monoplazas del verde corporativo con vistas a este 2021. Hace dos semanas, en Bakú, Sebastian Vettel ase adjudicó su primer podio en dos años y el primero en la historia del constructor británico. Por más que esa segunda plaza fuera fruto de uno de los grandes premios más rocambolescos que se recuerdan –tras la neutralización se disputó una carrera a solo dos vueltas–, el resultado de Baby Schumi supuso la inyección de moral que necesitaba una escudería que, tras estar en la picota el curso pasado por la polémica que suscitó la semejanza entre su prototipo y el Mercedes de 2019, atraviesa un periodo de indefinición fruto del choque de las dos realidades que cohabitan en su interior. “Si rascas el un poco el polo verde de Aston Martin, encontrarás todavía el amarillo de Jordan –la base de la estructura desde 1991 y hasta 2005–. Muchas de las personas que hay trabajan aquí vienen de aquella época, y eso se nota cuando el objetivo es lograr según qué resultados”, cuenta a El País una fuente de la escudería, que este domingo, en Paul Ricard (15:00 horas, DAZN y Movistar Fórmula 1), verá cómo Vettel sale el 12º y Stroll, el penúltimo. Ambos comenzarán muy lejos de la ‘pole’ de Max Verstappen o de la quinta plaza de Carlos Sainz, y algo más cerca de la novena posición de Fernando Alonso.

No hay nada peor para el rendimiento de un equipo de F1 que el intervencionismo de la pieza más poderosa de su engranaje, o sea, su propietario, cuando el individuo en cuestión no es un especialista. Eso es lo que ocurre con Stroll, empeñado seguir los pasos de Mercedes cuando Aston Martin no tiene ni los medios ni la materia gris (personal) que ha llevado al constructor de la estrella a acumular los últimos siete títulos consecutivos. De hecho, que la formación de Silverstone sea cliente de la de Brackley (incorpora sus motores, cajas de cambio y otros componentes) le coloca en una clara posición de desventaja. Por ejemplo, tras un accidente en el que alguno de esos elementos quede tocado, el precio que Mercedes cobra por reparar la pieza en cuestión es muy superior al que le cuesta si la avería es de uno de sus coches, al hacerlo ‘en casa’. Y eso, con la entrada en juego del límite presupuestario, se ha convertido en un aspecto capital en la gestión del capital.

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