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Joan Peñarroya: “Cuando el humilde lucha contra los mejores tiene una fuerza tremenda”

Su llegada al banquillo del Coliseum en 2019 supuso un punto de inflexión competitivo para el San Pablo Burgos, que en siete meses ha sido campeón de la Intercontinental y bicampeón de la Champions

Joan Peñarroya manteado por sus jugadores después de que el San Pablo Burgos conquistara la Basketball Champions League ante el Karsiyaka. / fiba
Joan Peñarroya manteado por sus jugadores después de que el San Pablo Burgos conquistara la Basketball Champions League ante el Karsiyaka. / fiba
Faustino Sáez

El Club Baloncesto Miraflores, Hereda San Pablo Burgos por cuestiones de patrocinio, se refundó en 2015, ascendió a la ACB en 2017 y, con apenas dos temporadas de experiencia en la élite, comenzó a volar. La llegada de Joan Peñarroya (Terrasa, Barcelona; 52 años) al banquillo del Coliseum supuso un punto de inflexión competitivo. En el último año, el equipo ha sido semifinalista de la ACB, cuartofinalista de la Copa, campeón de la Intercontinental y bicampeón de la Basketball Champions League. Recién llegado de Rusia, con la maleta cargada de gloria, el entrenador hace un balance orgulloso pero sin alharacas.

Pregunta. ¿Vaya viaje, en todos los sentidos?

Respuesta. No está mal, no (risas). Si nos dicen que íbamos a ganar dos títulos de Champions y una Intercontinental en siete meses... seguro que nadie se lo habría imaginado. No está dentro de las cosas normales, pero esta es la grandeza del deporte, que aparezcan fenómenos excepcionales como el de Burgos.

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P. Desde hace años el club venía construyendo un proyecto de ambición progresiva, pero los éxitos han llegado a gran ritmo.

R. Va todo muy bien, pero también va muy rápido, sí. Con este ritmo apenas podemos disfrutar lo conseguido. Solo el tiempo nos permitirá dimensionarlo. Burgos es un club muy joven, pero cada año ha dado pasos firmes, creciendo a todos los niveles. En lo deportivo, el salto ha sido tan grande que es difícil pensar en ir mucho más allá, pero lo importante es seguir haciendo las cosas bien.

P. ¿Qué vio en el Burgos y qué le pidió el club a usted cuando se unieron en 2019?

R. Fue una decisión complicada para mí, porque estaba en Manresa, que es mi casa, y además habíamos hecho un año fantástico, regresando a los playoffs después de veintitantos años... Me sentía muy valorado y querido, pero me vino un gran proyecto. Muchos pensaban que no había gran diferencia, no me entendían, pero yo sí tenía la sensación de que era el lugar ideal para seguir dando pasos adelante en mi carrera como entrenador. Estábamos en la misma idea. Creía que podíamos ser un equipo muy competitivo, aunque no imaginaba llegar tan lejos. Haciendo las cosas bien se acortan las distancias entre los recursos y el éxito. Así lo hemos ido haciendo: fichando bien, contando con jugadores con hambre, creando química, creyendo en una filosofía y una idea de juego. Con una ambición que también se transmite a los que llegan.

P. ¿Cómo se crea esa química y se interioriza la ambición?

R. Ahora hay mucha información, se habla mucho del coaching y la psicología, que están muy bien,… pero, al final, todo lo tienen los jugadores dentro. Todo depende de su nivel humano y profesional. Ellos son los grandes protagonistas. Hay que tener cuidado con las modas. A veces las cosas son mucho más simples. La conjunción del factor humano y el talento es lo que te lleva al éxito. Lo uno sin lo otro no funciona.

P. ¿Y cuál es el éxito del entrenador?

R. Baloncestos hay muchos y todos son buenos, no hay unos mejores y otros peores. Se gana con estilos diferentes. Lo importante es tener una idea y una filosofía. Puedes ser el mejor entrenador del mundo, pero si tu discurso no le llega a los jugadores y no te ganas su credibilidad se desmonta todo. El abc de un entrenador es que sus jugadores le sigan y le crean.

Peñarroya besa el trofeo de la Champions logrado el domingo. / fiba
Peñarroya besa el trofeo de la Champions logrado el domingo. / fiba

P. ¿Recuerda su primera charla como entrenador?

R. Casi no me acuerdo de la que di antes de la final, pero recuerdo mucho mi camino. Pasé cuatro años en la Liga EBA, que me fueron de cine, dos años más en Leb Plata, otros dos en Leb Oro… Y ahora llevo ya siete temporadas en la ACB. Me he pegado mucha mili para estar donde estoy ahora, más de la que se piensa la gente. Ese camino me ha servido para entender la profesión. Hay que formarse constantemente, pero sin dejar de ser uno mismo. Uno tiene que ser auténtico. Aprendes de tus colegas, de otros baloncestos, de los jugadores, pero tienes que tener un sello propio. Si no, te falta esa autenticidad y los jugadores lo huelen. El jugador huele cuando le van de cara, cuando lo que le transmites le vale... Tener ideas es básico.

P. ¿Siente nostalgia de su etapa de jugador?

R. Como buen zurdo cerrado que era, habría pagado dinero por haberme jugado yo esa bandeja decisiva de Alex Renfroe faltando 30 segundos [para ganar el título de la Champions]. Eso no tiene precio. Yo disfruto mucho siendo entrenador, lo vivo con pasión y me lo paso bomba, pero aquí el protagonista es el que tiene el balón en las manos. Esas sensaciones son únicas. Siempre tuve pasión por el juego. Pero ni al año de retirarme tenía claro ser entrenador. Un amigo, que era presidente del Olesa de Montserrat, Jaume Sanmartí, me convenció. Me dijo: ‘ya verás cómo se te va a dar bien. Tu prueba y si no te gusta lo dejas’. Y desde entonces.

P. ¿Tiene idea de estabilidad o Burgos será estación de paso?

R. Esto va tan rápido que estamos pensando en el siguiente paso antes de valorar el presente. Ahora toca disfrutar el presente y luego afrontar lo que nos queda de ACB. El club seguro que va a seguir asentado ahí y con ganas de seguir siendo uno de los equipos importantes de la competición. Eso es lo principal. Estos éxitos ayudan a su consolidación. Tengo una comunicación fluida con el presidente y, cuando acabe la temporada, ya veremos.

P. Si ha tenido éxito con Andorra, Manresa y Burgos, ¿qué haría con un Ferrari?

R. Veremos si algún día puedo conducir un Ferrari. De momento, estoy conduciendo un coche de muy buena cilindrada, no estamos muy lejos. Soy de los que he tenido que ascender a mis equipos para ganarme entrenar en categorías superiores. No soy muy dado a montarme películas. Vivo todo con naturalidad. Claro que, cuando te vas a dormir, piensas: ‘¡ganar tres títulos con San Pablo Burgos en siete meses es una locura!’. Pero tampoco le doy mucho bombo.

P. ¿Cómo hubiera sido todo esto con público en las gradas?

R. Eso tiene dos lecturas. La primera, que es una putada que una ciudad como Burgos y una afición tan pasional como la nuestra no esté pudiendo disfrutar de estos trofeos en el campo. Y la otra que, a pesar de estos tiempos duros, este equipo está repartiendo mucha felicidad. La ciudad de Burgos es un gran equipo, notas su apoyo hasta cuando vas a comprar el pan. Es un apoyo incondicional. La gran fuerza que tiene este club es su masa social, los 9.000 que se juntan en el Coliseum, juegues a la hora que juegues, el día que sea, ante un rival con más nombre o con menos. Siempre están ahí. Cuando sabes lo que cuestan las cosas, todo se valora más. Cuando la gente humilde se ve luchando contra los mejores tiene un impulso tremendo. Esa fuerza ha hecho posible que vivamos estos momentos.

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Sobre la firma

Faustino Sáez
Es redactor de deportes del diario EL PAÍS, especializado en baloncesto. Además del seguimiento de ACB y Euroliga, ha cubierto in situ Copas, Final Four, Europeos y Mundiales con las selecciones masculina y femenina. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid y ha desarrollado toda su carrera en EL PAÍS.

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