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Los grandes del fútbol quieren ser como los Lakers

La gestión y el poder de la NBA son vistos como el ideal por su mezcla de competición, negocio y espectáculo

Robert Álvarez
LeBron James, durante un partido de la final de 2020 entre los Lakers y Miami.
LeBron James, durante un partido de la final de 2020 entre los Lakers y Miami.Kim Klement (Reuters)

El nuevo modelo de la Superliga del fútbol europeo observa a la NBA como panacea, por tratarse de una Liga que toma sus decisiones con autonomía absoluta y que establece una competición cerrada en la que admite a los equipos que desea, y a la Euroliga como ejemplo de cómo se puede establecer una competición dirigida por sus propios clubes también en el Viejo Continente.

La Euroliga nació en junio de 2000 a raíz de una escisión de nueve de los clubes más poderosos (Real Madrid, Barcelona, AEK Atenas, Olympiacos, Benetton Treviso, Zalgiris, Kinder y Fortitudo de Bolonia y Baskonia). Se enfrentaron a la Federación Internacional (FIBA), formaron la Unión de Ligas Europeas (ULEB) y crearon la Euroliga, que pasó a sustituir a la antigua Copa de Europa y que preside desde entonces el español Jordi Bertomeu. La separación fue traumática y en la temporada 2000-2001 se disputaron dos competiciones paralelas, la organizada por la FIBA que ganó el Maccabi, y la organizada por la Euroliga, que ganó el Kinder de Bolonia. En 2004, la FIBA reconoció a la ULEB como organizadora de la máxima competición, la Euroliga.

La Euroliga firmó un acuerdo de patrocinio en 2010 con Turkish Airlines por 15 millones de euros que se ha ido renovando. En 2015 suscribió otro acuerdo con la empresa IMG por 10 años y 630 millones de euros para la gestión comercial y explotación de los derechos televisivos de imagen y de marketing. La competición pasó a tener un nuevo formato con 16 equipos. Ahora 11 clubes son accionistas y poseen la licencia A que asegura su participación y son: Real Madrid, Barcelona, Baskonia, Maccabi, CSKA, Panathinaikos, Olympiacos, Fenerbahçe, Anadolu Efes, Zalgiris y Olimpia Milán. El nuevo formato creó un conflicto que sigue latente entre la Euroliga y la FIBA, que además creó las ventanas o fechas hábiles en mitad de la temporada para que las selecciones nacionales disputen los partidos de clasificación para los torneos internacionales. La mayoría de equipos de la Euroliga no ceden sus jugadores a sus selecciones para jugar esos partidos a mitad de temporada. La competición se amplió a 18 clubes y las licencias se reparten del siguiente modo: 11 equipos con licencia A, es decir con participación asegurada, dos licencias adicionales (este año se otorgarán al Bayern Múnich y el Villeurbanne), dos licencias para el campeón y el finalista de la Eurocup, la segunda competición europea también organizada por la Euroliga, y tres invitaciones anuales, una ya concedida por dos años al Alba Berlín.

La Superliga de fútbol ve a la NBA como el modelo, una liga independiente, poderosísima económicamente y capaz de combinar el negocio, el espectáculo y la competición. En definitiva, el Barça, el Real Madrid, el Manchester City, la Juve o el PSG se reconocen cada vez más en el modus operandi de los Lakers, los Celtics o los Knicks que en el modelo tradicional del fútbol europeo.

Un nuevo contrato

Las diferencias son abismales. La NBA nació en 1946 como una entidad privada que no depende de la Federación Estadounidense de Baloncesto. 29 de los 30 equipos que la componen en la actualidad son de Estados Unidos. Solo Toronto Raptors rompe esa regla. A diferencia de Europa, se juega una sola competición. La NBA estableció un modelo deportivo que no tiene nada o poquísimo que ver con el europeo. Como base de partida, no existen traspasos de jugadores. Implantó un límite salarial —el que ahora empieza a imitar la UEFA— y un draft, o sistema para controlar el acceso de los jugadores a la liga. Ambos instrumentos permiten a la NBA estimular la competencia y dar más posibilidades a todos los equipos, que fichan y traspasan a base de trueques, con otros jugadores o elecciones en la ronda del draft como moneda de cambio.

El círculo acabó de completarse cuando el deporte mundial, a principios de los noventa, afrontó la profesionalización definitiva. Y desde 1989, con el famoso pacto impulsado por el presidente del Comité Olímpico Internacional (COI) Juan Antonio Samaranch y el de la Federación Internacional de Baloncesto (FIBA) Boris Stankovic, los jugadores de la NBA compiten en los torneos internacionales, algo que interesaba a todos: los propios jugadores, los patrocinadores, las televisiones y el público, como bien se puso de manifiesto desde el inicio con el tremendo impacto que causó el dream team estadounidense en Barcelona 92.

Los propietarios de la NBA, la mayoría multimillonarios, cuentan con una junta que otorga un poder de decisión muy amplio al comisionado, en este momento Adam Silver. La Liga empezó con 11 equipos en 1946 y fue creciendo a través de una secuencia de expansiones de equipos, reducciones y reubicaciones, hasta los 30 que la forman en la actualidad. Los máximos salariales de los equipos están muy controlados y cuando un equipo los excede lo paga con creces. Esta temporada, Golden State es el equipo que más invierte en salarios de sus jugadores, 170,5 millones de dólares, dos más que Brooklyn Nets y poco más de 30 que los Clippers y los Lakers, cuarto y quinto en esta clasificación. Solo dos equipos no llegan a los 100 millones de dólares de inversión salarial en sus jugadores, Oklahoma City, con 95 millones, y Nueva York, con 98. Si un equipo no invierte un mínimo de sus ingresos en los salarios también es sancionado económicamente.

Los equipos de la NBA generaron unos ingresos totales de 7.920 millones de dólares en la temporada 2019-2020, con una media de ingresos de 263 millones de dólares cada franquicia. La NBA explota un contrato que le asegura 2.600 millones de dólares hasta la temporada 2024-2025. Pero con la Liga de Fútbol Americano como referente (NFL), que ha firmado un acuerdo por 110.000 millones en 11 años, la NBA espera firmar un nuevo contrato por 75.000 millones en nueve temporadas.


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Sobre la firma

Robert Álvarez
Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona, se incorporó a EL PAÍS en 1988. Anteriormente trabajó en La Hoja del Lunes, El Noticiero Universal y el diari Avui.

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