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El golf silencia los micros

Jugadores y ‘caddies’ se niegan a que se escuchen sus conversaciones en los torneos, como pretende la televisión

Jon Rahm junto a su caddie.
Jon Rahm junto a su caddie.Michael Reaves (AFP)
Juan Morenilla

La escena es única en el mundo del deporte: el jugador es entrevistado en televisión en mitad del partido. Sucede en el circuito europeo de golf. El periodista entra en el campo y pregunta al golfista después de que este haya dado un golpe. El insólito cuestionario es posible siguiendo un estricto protocolo: la entrevista ha de ser pactada de antemano, solo puede realizarse después del primer golpe en un hoyo y el jugador ha de dar de nuevo su consentimiento en ese momento mostrando, por ejemplo, el pulgar hacia arriba (si el golpe ha sido malo se puede negar). “Le da valor a la retransmisión”, explica José María Zamora, director de torneos del circuito europeo.

El poder de la televisión crece. Aunque a veces se tope con algunos límites. La cadena estadounidense CBS, que retransmite por ejemplo el Masters de Augusta, ha planteado que los golfistas lleven micrófonos individuales durante los torneos, de modo que cualquier espectador pueda escuchar todo lo que dicen. Y ahí los jugadores y los caddies se han plantado. “Necesitamos una privacidad para poder decir lo que pensamos. Yo sé cómo soy en el campo”, comenta Jon Rahm, número tres del mundo. “He perdido la cuenta de los golfistas que juran o maldicen. No es bueno. Seguro que en baloncesto o fútbol americano se escuchan cosas mucho peores que en golf. Si es una conversación entre el caddie y el jugador en el tee o en la calle preparando un golpe, me parece bien, pero si es andando por la calle o esperando en un green, deberíamos tener más margen. Creo que la gente no es consciente de lo vulnerables que somos por las cámaras y micros que hay en el campo. Es difícil estar concentrado en lo que dices en cada momento”, argumenta el golfista vasco.

Los micrófonos de ambiente ya han cazado más de un improperio en el green, más ahora que los torneos se juegan sin público o con pocos seguidores y se reduce el ruido alrededor. Al estadounidense Justin Thomas se le escuchó el pasado enero, en el Sentry Tournament, decirse a sí mismo Faggot, lo que viene a traducirse como “maricón”, cuando falló un putt corto. Cuando acabó la ronda pidió perdón, pero uno de sus patrocinadores, Ralph Lauren, rompió su contrato con él. No tuvo Thomas ese privilegio del que gozaba Tiger Woods, cuyos golpes se emitían a menudo con un retraso de varios segundos para censurar alguna palabra malsonante.

“El problema de llevar un micro es que el jugador se olvida. Y, además, le creas un estrés innecesario”, comenta Zamora. La postura del caddie la resume Pello Iguarán, que ahora lleva la bolsa de palos del golfista paraguayo Fabrizio Zanotti: “La gente no se creería las cosas que se dicen. No se entendería porque es muy difícil ponerse en la piel del jugador, comprender que a veces está fuera de sí. El golf se convertiría en un reality en el que solo se escucharía lo picante, verdaderas burradas. Hay momentos en los que el jugador no se mide”.


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Sobre la firma

Juan Morenilla
Es redactor en la sección de Deportes. Estudió Comunicación Audiovisual. Trabajó en la delegación de EL PAÍS en Valencia entre 2000 y 2007. Desde entonces, en Madrid. Además de Deportes, también ha trabajado en la edición de América de EL PAÍS.

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