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El gran viaje de Laso: de Pablito a don Pablo

El técnico vitoriano iguala a Lolo Sainz como el entrenador con más partidos dirigidos en la historia del Real Madrid: 734. Pedro Ferrándiz, Xabier Añua y el propio Lolo repasan su recorrido en el club blanco

Pablo Laso, en un partido de la Liga ACB con el Madrid en el WiZink Center. Sonia Cañada (Getty)
Pablo Laso, en un partido de la Liga ACB con el Madrid en el WiZink Center. Sonia Cañada (Getty)
Faustino Sáez

La tarde del 29 de junio de 2011, en la sala de prensa del Santiago Bernabéu, nadie tenía la sensación de estar asistiendo al comienzo de una era. Pero Pablo Laso (Vitoria, 53 años) apareció allí con una idea clara. “Llego con la ilusión de retomar los valores del madridismo, de crear, con trabajo y esfuerzo, una comunión con la afición para dar la vuelta a las críticas de estos días. Acepto el reto con tantas ganas como responsabilidad”, contó solemne en su presentación como nuevo entrenador del Real Madrid, proyectando su ideario y defendiéndose del rechazo generalizado que desató su nombramiento. “Me hace mucha gracia lo de la inexperiencia. Obradovic ganó la Copa de Europa en su debut y luego ganó otra y otra... No hay que confundir la experiencia con la capacidad y yo me siento capacitado”, respondió firme ante los recelos por su falta de currículum.

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Han pasado nueve años y medio de aquel día y, en este tiempo, Laso ha conquistado 20 títulos (5 Ligas, 6 Copas, 6 Supercopas, 2 Euroligas y 1 Intercontinental) y ha construido la tercera edad de oro del baloncesto madridista tras las que edificaron Pedro Ferrándiz y Lolo Sainz. Paso a paso hasta cumplir los 734 partidos con los que este domingo, en el encuentro de ACB ante el Estudiantes (victoria blanca por 65-79), igualó a Lolo Sainz como el entrenador con más encuentros dirigidos en la historia del Madrid. Atrás quedaron los 605 que cumplió el célebre Miguel Muñoz en el banquillo del equipo de fútbol.

Un camino tan excelso como inopinado. Una actualización de la enciclopedia y el palmarés del Madrid que llegó rescatando la fórmula histórica del club, como explica Pedro Ferrándiz a sus 92 años. “La gran revolución de Laso fue mirar al pasado. Su Madrid es el reflejo de la filosofía y el estilo que hace 50 años cimentó la gloria del club: constancia, espectáculo y efectividad. Ha revitalizado la idea que nunca se debió perder. Rescató lo que yo dejé como herencia”, detalla el pionero y refundador del baloncesto en España. Ferrándiz tiene el palmarés más laureado del club con 12 Ligas, 11 Copas y 4 Copas de Europa en sus 13 cursos como entrenador. Le sigue Lolo Sainz, el discípulo aventajado que heredó la pizarra del Mito y prolongó los éxitos de su antecesor tras participar de ellos como jugador. En el expediente de Lolo en el banquillo madridista: 8 Ligas, 5 Copas y 2 Copas de Europa en 14 temporadas. Nadie ganó más que ellos en la casa blanca. Los 69 títulos que resultan de sumar los 27 de Ferrándiz, los 22 de Sainz y los 20 de Laso suponen el 76% de las vitrinas del Madrid (91 trofeos en 89 años de historia de la sección).

Laso, con los trofeos de la Liga ACB, la Euroliga y la Copa del Rey. acbmedia/euroleague
Laso, con los trofeos de la Liga ACB, la Euroliga y la Copa del Rey. acbmedia/euroleague

“Pablo llegó con la lección aprendida, de su etapa de jugador y de haberlo vivido en casa. Sabía lo que era el Madrid, lo que necesitaba, lo que el público quería”, desarrolla Sainz. “Después, la estructura del proyecto ha sido fundamental. Fue un acierto armar todo en tono a un núcleo de jugadores nacionales de la categoría de Felipe, Rudy y Llull, con extranjeros que se hacen de la familia como Carroll. Se cortó la dinámica de muchos fichajes y poca paciencia. Así se ha construido un Madrid reconocible y reconocido. La afición volvió al Palacio ilusionada por ver a su equipo”, prosigue Lolo, que recalca también otro aspecto imprescindible. “En el deporte y en un club como el Madrid, lo fundamental es ganar y eso Laso también lo ha hecho muy bien. Aquí, ser segundo es un pecado mortal”, señala. Sainz traza la misma línea que Ferrándiz para emparentar al Madrid de Laso con la historia del club. “A mí me convenció pronto. Desde que vi como jugaba el equipo. Para la gente era una cosa nueva, sorprendente. Para mí era rescatar y dar continuidad a nuestro estilo de toda la vida: defensa, rebote y contraataque. El Madrid volvía a su esencia de compromiso y competitividad. Y Pablo, de alguna manera, a su infancia”.

Laso creció desde crío en una pista de baloncesto como cuenta su maestro, el célebre entrenador vitoriano Xabier Añua. “Con cuatro o cinco o años, venía a los entrenamientos de su padre [Pepe] en el pabellón de Mendizorroza. Allí jugaba y correteaba con el balón, que era más grande que él”, cuenta Añua antes de detallar los inicios de Pablo. “Venía muy bien formado del colegio San Viator, donde adquirió una disciplina muy fuerte. Pero, con 15 años, su padre le mandó a un college en Estados Unidos, para que completase los estudios, aprendiese inglés y jugase allí”. El regreso a España de Pablo coincidió con el reenganche de Añua a los banquillos, en el Baskonia de la temporada 1984-1985. Y no dudó en hacerlo debutar en la ACB, con apenas 17 años. “Vino con una madurez y una mentalidad muy avanzada respecto al resto. Me gustaba mucho como jugador, era menudo, pero ¡cómo corría, qué visión de juego tenía! Siempre pensaba en el equipo. Ya mandaba, tenía inteligencia y pasión. Se veía que iba a ser un fiera. Era un niño, pero era un líder, se hacía escuchar. Pronto vio que el baloncesto iba a ser lo suyo”, analiza Añua.

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Laso jugó 10 temporadas en el Baskonia y, en 1995, Pedro Ferrándiz, entonces ejerciendo de secretario técnico, le fichó para un Madrid en reconstrucción tras la conquista de su octava Copa de Europa y la posterior marcha de Sabonis a la NBA. “Es un jugador irrepetible y me duele no haber coincidido para haberle dado todas las asistencias posibles”, dijo Laso (líder histórico de asistencias en la ACB) acordándose de Sabonis en su primera presentación de blanco. Estuvo dos cursos a las órdenes de Obradovic y apenas una docena de partidos con Miguel Ángel Martín, El Cura, antes de echarse la manta a la cabeza y hacer las maletas rumbo a Cáceres. Solo ganó una Recopa con la camiseta blanca de tirantes. Desde aquella salida de Laso, en 1997, hasta su segunda llegada al club, en 2011, el Madrid solo ganó cuatro trofeos en 14 temporadas: la Liga de Sergio Scariolo, en 2000; la de Bozidar Maljkovic, en 2005, con el triple de Herreros en Vitoria; y el doblete de Liga y ULEB con Joan Plaza en 2007.

Laso no tardó en encauzar su vocación hacia los banquillos, marcado por la influencia de técnicos como Herb Brown y Manel Comas. “Enseguida empezó a entrenar en Castellón, al año de retirarse. Y al poco tiempo le llamó el Valencia. Fue un comienzo muy prematuro”, retoma Añua. “Para entrenar en un equipo de esa entidad tienes que tener más formación. Necesitas saber en qué terreno te mueves con directivos, jugadores... Aquello no le salió bien. Pero siempre ha sido muy listo y muy humilde. Tuvo la capacidad de desandar el camino, se fue a Cantabria y después a San Sebastián y allí volvió a empezar la carrera desde abajo, en la LEB. Las cuatro temporadas que estuvo en el Gipuzkoa le sirvieron para zurrarse bien en la profesión”, completa el mentor de Laso. “Cuando Alberto Herreros y Juan Carlos Sánchez preguntaron, les dijeron: ‘ya está listo’. Y se atrevieron a apostar por él. Llegó como Pablito, se convirtió en Pablo y ahora ya es don Pablo. El Madrid es un estilo de vida y Laso supo adaptarse perfectamente porque se sabía la lección desde hace mucho. Pablo es muy madridista, porque lo vivió desde crío, porque Pepe era muy muy madridista. Eso de los hombres de la casa no es un tópico, es un gran acierto”, cierra Añua, que marca un punto de inflexión de Laso en aquellos en San Sebastián, en los que voló con una mentalidad independiente, forjando su personalidad como entrenador alejado del ascendiente paterno.

De izquierda a derecha y de arriba a abajo. Laso, ante Djordjevic, en su etapa de jugador del Madrid en 1996. Durante un tiempo muerto en su segunda temporada. En la celebración de la Copa de 2012 en el Sant Jordi. En el podio de campeón de la Euroliga en 2015. Recibiendo el abrazo de Herreros tras la Copa de 2015. Y abrazando a Campazzo tras ganar la pasada Copa en Málaga. efe / cordon / claudio álvarez / acbmedia / alejandro ruesga
De izquierda a derecha y de arriba a abajo. Laso, ante Djordjevic, en su etapa de jugador del Madrid en 1996. Durante un tiempo muerto en su segunda temporada de entrenador. En la celebración de la Copa de 2012 en el Sant Jordi. En el podio de la Euroliga en 2015. Con Herreros tras la Copa de 2015. Y abrazando a Campazzo tras ganar la pasada Copa en Málaga. efe / cordon / c. álvarez / acbmedia / a. ruesga

Laso se presentó en Madrid con 124 partidos dirigidos en ACB en su hoja de servicios, con un balance de 49 victorias y 75 derrotas. En su currículum no constaba ningún partido de competición europea ni de playoff. “El Madrid es espíritu y resultados. Saber eso es la experiencia que traía Laso y supo trasladar esa exigencia y responsabilidad a los jugadores rápidamente”, retoma Lolo Sainz. “Se trabajó un gran nivel de confianza con ellos. Nunca le he visto echar la culpa de nada a un jugador. Siempre habla del equipo y en plural. Cuando se pierde siempre es un ‘hemos estado mal’, incluyéndose. Si el entrenador está entregado a la causa los jugadores le siguen con la misma fuerza”, recalca Lolo. “Está siguiendo los cánones más puros del club en juego y actitud, y sabe mucho de baloncesto”, suma Ferrándiz. “Ese saber no es cuestión de manejar 25.000 jugadas, sino de saber gestionar al grupo. Trata muy bien a los jugadores, les exige, les grita, pero también les sabe dar un abrazo en el momento justo. En todo momento ha ido de cara. Se labró su propio método, sabe exprimir a los veteranos, distingue a los jóvenes que van a ser buenos... Es una persona muy potente interiormente”, refrenda Añua, que destaca en su discípulo las mismas virtudes que señalan sus jugadores más emblemáticos de este recorrido.

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Sergio Rodríguez, uno de los iconos del Lasismo, lo explicaba así. “Es un entrenador que deja jugar, pero también marca muchas pautas para leer el partido. Construimos la confianza necesaria para ser campeones. El mérito no son solo los títulos sino haber empezado a llegar a las finales a las que, durante muchos años, no se llegó. Y competir siempre”, subraya El Chacho. “Su mensaje nos llega porque sigue hablando el idioma del jugador. No nos ata, nos da felicidad”, dejó dicho Facundo Campazzo antes de marcharse a la NBA, el séptimo en promocionar a la meca del baloncesto a las órdenes de Laso. “Nos hizo creer desde el principio. Implantó un estilo intenso y veloz en el que los jugadores nos sentimos cómodos. A base de confianza alcanzamos una regularidad que no teníamos antes”, refrenda Llull.

Un viaje de 10 temporadas y 734 baldosas. Una transformación constante en la que Laso ha dirigido a 58 jugadores. “El último gran reto que tiene por delante es construir un nuevo Madrid con una nueva generación, la de los Alocén, Abalde y Garuba. Y, entonces dirá: ‘bueno, ya han pasado 12 o 13 años, y me voy antes de que se cansen de mí”, sentencia Añua al hablar del contrato del técnico que acaba este verano y está pendiente de renovar. “Laso ha aportado criterio, normalidad y sensibilidad. Ha sabido mantener viva la historia del Real Madrid de baloncesto y hacerse un gran hueco en ella”, cierra Ferrándiz.

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Faustino Sáez
Es redactor de deportes del diario EL PAÍS, especializado en baloncesto. Además del seguimiento de ACB y Euroliga, ha cubierto in situ Copas, Final Four, Europeos y Mundiales con las selecciones masculina y femenina. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid y ha desarrollado toda su carrera en EL PAÍS.

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