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final copa del rey de baloncesto | unicaja, 68 - real madrid, 95
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

De Sabonis a Tavares, Campazzo mediante

El pívot caboverdiano llegó al Madrid sin un currículum profesional previo que lo avalara. Hoy nadie discute su peso específico, casi como el de Arvydas entonces.

Tavares, en una acción de la final de Copa contra Unicaja.
Tavares, en una acción de la final de Copa contra Unicaja.ALEJANDRO RUESGA

La Copa del Rey es ese torneo de baloncesto profesional absolutamente contraindicado para la salud de sus deportistas. Por eso estas finales no se juegan, sino que se sufren. Los entrenadores, antes del partido, deben reclutar voluntarios dispuestos a llegar un poco más allá de su límite. En los minutos previos, se habla mucho menos de la jugada puño, o del ajuste de un bloqueo y continuación, que de la necesaria y complicada máxima concentración, sobre todo del primer cuarto.

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Los primeros sudores de una final marcan mucho el devenir de la historia. Jaime Fernández, por ejemplo, chocó en el primer ataque, acudió dolorido a la línea de tiros libres, y no fue capaz de anotar ni uno. Enfrente, para que todos seamos conscientes de lo que significa este equipo de época del Real Madrid, Laso se permitió el lujo de dar un homenaje a sus veteranos. Felipe Reyes y Jaycee Carroll fueron junto a Campazzo los arietes de un primer cuarto que solo tuvo el color.

A los 10 puntos de Carroll y los cinco rebotes de Felipe, se unieron dos triples de Rudy en el primer minuto del segundo parcial. Lo único bueno de empezar una final perdiendo por 20 es dar el balón a un jugador como Brizuela, y desatarlo. A Darío le sobraron quizá dos acciones para culminar un segundo cuarto heroico de Unicaja. Del 13-32 al 26-35 la final fue por un momento suya. Pero el 1-10 en triples al descanso frenó la posible reacción (28-43).

Quince puntos de desventaja se pueden remontar, pero debe darse una condición fundamental: que tus mejores jugadores puedan estar sobre la pista y los del rival tengan problemas. La primera imagen de la segunda parte nos mostraba a Jaime Fernández casi sin poder andar, y a Tavares en la pista. Game over.

El caso de Tavares, dominador de esta Copa y de varios momentos anteriores muy importantes para esta generación madridista, merece una reflexión aparte. Tavares llegó al Madrid sin un currículum profesional previo que lo avalara. Cuando el club fichó a Arvydas Sabonis en 1992, el proyecto necesitaba un clarísimo golpe en la mesa. Y se trajeron al mejor gigante de Europa. Tavares, sin embargo, entró a este equipo casi por la puerta de atrás, confiado a una dirección deportiva —primero en los despachos y por supuesto en la pista—, capaz de mantener un estilo que está marcando una época. Hoy nadie discute un peso específico de Tavares en los triunfos casi como el de Arvydas entonces.

Apoyados en este dominio, lo demás es cuestión del manejador de juego, expresión tomada del francés para definir al base de toda la vida. De Campazzo ya hemos escrito en cartas anteriores. De lo que se habla menos es de un recurso que pocos han decidido cuidar como él; su energía en pista. La mezcla perfecta de un profesional de cualquier deporte viene integrada por dos variables fundamentales: las decisiones que toma, y la velocidad con la que las ejecuta. Los años están permitiendo al Facu mejorar mucho la primera premisa, y su manera de cuidar su físico le está ayudando de forma determinante a maximizar la segunda. El MVP fue de nuevo suyo, la Copa fue de nuevo para un grupo histórico de jugadores vestidos de blanco, y el baloncesto ACB es propiedad de Pablo Laso, el jugador que siempre nos quiso entrenar a todos.

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