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Tocado por la gracia, Molano gana también en Zipaquirá

Tercera victoria del sprinter de Paipa que volvió a remontarle a Hodeg

Carlos Arribas
El pelotón del Tour Colombia, en Paipa, al comienzo de la quinta etapa.
El pelotón del Tour Colombia, en Paipa, al comienzo de la quinta etapa.JUAN BARRETO (AFP)

El Tour Colombia lo ganará seguramente el domingo Higuita, quien solamente teme, camino del Verjón, que la gran ventaja que saca a Egan y Carapaz, los rivales, fuerce a estos a ataques “más agresivos”, pero antes, el sábado toca la cotidiana dosis de Molano, el sprinter tocado por la gracia.

Como aquel que sabe que haga lo que haga la jugada le va a salir bien, Sebastián Molano corre sin cadena y sprinta con la seguridad de los elegidos. Pasado el Sisga y las brumas perpetuas del valle que lo hacen escenario irreal, soñado, en Zipaquirá, la tierra del Indomable Zipa y del gran Egan, y su monumento magnífico de acero y sus murales, y el amor de su pueblo, Molano, que salió de Paipa, su pueblo, de nuevo, entregó a la afición quizás el mejor sprint de su carrera, su mejor victoria. Nadie conquista el mundo todo solo, contó con la colaboración de sus rivales, el Deceuninck en pleno, la máquina de ganar, y la sabiduría de su compañero Richeze.

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Es la tercera victoria de Molano en esta edición del Tour Colombia, la cuarta en toda su historia, el ciclista que más etapas ha ganado.

Molano ha vuelto locos a los Deceuninck, que en cada una de las tres llegadas masivas han ensayado, con tremendo derroche de energía, maneras de desarticular al coloso de Paipa. En la primera llegada, en Duitama, los europeos, dos de los mejores ciclistas cuando se trata de mantener una tremenda velocidad en los últimos kilómetros, actuaron como si la historia fuera pan comido, pero Molano se pegó a la rueda de Hodeg y lo desbordó fácil llegado el momento del cara a cara; en la segunda, en Sogamoso, Molano dejó hacer de nuevo y con frialdad pasmosa se aprovechó de los nervios de su amigo y rival colombiano, Hodeg, a quien llama Alvarito cariñosamente y consuela con las palabras de consuelo que más duelen, las que ofrece el ganador como dádiva del que todo tiene: “Alvarito es muy bueno, tiene muy buena energía, seguro que acabará ganando mucho”.

En la tercera llegada, la de Zipa, el francés y el luxemburgués, en la desesperación, enloquecen, y buscan crear el caos con un ataque duro en el último kilómetro. Quieren dejar a Molano sin lanzador, pero consiguen justo lo contrario, desnudan a su Hodeg. Richeze controla los tiempos y la distancia, y Molano a su rueda, y llegada la sirena, el momento de lanzarse, se frena, tan frío, tan seguro está, y fuerza a Hodeg a tomar la iniciativa lejana. Una jugada de velódromo en el asfalto de Zipa que convierte al cordobés de Montería, un gigante, en el lanzador ideal, a su pesar, de su rival.

No hace tanto que Sebastián Molano apodado entonces Patafino, aprendía en el velódromo de Duitama la técnica básica de las llegadas: abrirse para arrancar, levantar la vista, lanzar la bicicleta, no pensar en los demás, y, como los yudocas, aprovechar en favor propio las acometidas, la fuerza de los rivales. Le enseñó el cubano Florencio Pérez, le pulieron en la carretera Chucho Piedrahíta, el único director colombiano que daba oportunidades a los sprinters, los perros verdes en la tierra de los escarabajos, y como él corrieron en el Coldeportes Claro Gaviria y Hodeg, y le terminó de pulir Luis Fernando Saldarriaga, en el Manzana Postobón. Después, en 2019, a los 23 años, se lanzó a la selva del WorldTour, y su primer año fue de sufrimiento. El segundo, por ahora, de gozo, no hay misterio.

En la conferencia de prensa se sientan juntos Molano, Higuita y el líder de la montaña, Fabio Duarte, un pionero en asuntos de precocidad pues fue campeón del mundo sub 23 en 2008, a los 22 años. A los tres les une, les recuerdan, el haber pasado por las manos de Saldarriaga. Y, a petición popular, le toca a Higuita explicar lo que eso significó. “El profe nos ayudó, sobre todo, a crecer”, dice el ciclista que todos querrían ser. “Fue la primera oportunidad que tuve y fue muy importante que una marca importante de Colombia apoyara la formación de jóvenes en un equipo profesional continental”.

Manzana Postobón se retiró y ya no hay equipos de tal nivel en Colombia, pero Saldarriaga no desespera. Visita el Tour Colombia con una gorra que dice Rape. Representa a la llamada Región Central de Colombia, la unión de varios departamentos –Boyacá, Cundinamarca, Bogotá, Tolima, Huila y Meta—que tiene ya a punto el lanzamiento de un equipo nuevo para la próxima temporada. Supondría, aparte de una salida para los jóvenes que deben emigrar para formarse, el regreso de Saldarriaga al pelotón.

Y hasta Zipa llegan ecos del Chalet Reynard, a mitad del Mont Ventoux, donde ha ganado Nairo, su Nairito, la etapa reina y el liderato del Tour Provenza atacando de lejos y con un tiempo de ascensión parejo al del mejor Pantani, y todos recuerdan que él, Nairo, fue el primer gran producto de la escuela Saldarriaga. Y todos sueñan.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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