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En el nombre de los padres

Álex Dujshebaev, que comparte club con su progenitor y su hermano, es pilar de la España actual y pieza clave de la próxima renovación

Lorenzo Calonge
Alex Dujshebaev, contra Alemania en el Europeo.
Alex Dujshebaev, contra Alemania en el Europeo. OLE MARTIN WOLD (AFP)

A Álex Dujshebaev (Santander, 27 años), probablemente, no le quedó más remedio que dedicarse al balonmano. Era lo que monopolizaba su familia. Su padre, Talant, se vino desde el valle del río Chu, en Kirguistán, al Cantábrico y se convirtió en el segundo mejor jugador del siglo XX, según la Federación Internacional. Su madre, Olga Duishebaeva, y esta es una historia menos conocida, era portera de la Unión Soviética y debía haber disputado los Juegos de Barcelona 92 si no fuera porque unos meses antes se quedó embarazada del propio Álex. Su hermano pequeño, Dani, cinco años menor que él, es su compañero en la selección y en el Kielce polaco, donde ambos son entrenados por su padre en un caso de convivencia familiar dentro de un vestuario muy excepcional en el deporte de élite.

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“Yo no conozco otro igual”, comenta el lateral derecho, pieza clave de esta España, de momento, impoluta en las dos primeras fases del Europeo: 23 goles (siete sin fallo ante Alemania), solo por detrás de Jorge Maqueda y Ángel Fernández (26 ambos); y máximo asistente del equipo (3,7). Pase lo que pase en este campeonato (este miércoles se enfrenta a Croacia -16.00, Teledeporte- con el billete asegurado para las semifinales) y en los hipotéticos Juegos, España está llamada a emprender una renovación a partir del otoño y sobre él debe pivotar buena parte del futuro, por edad y jerarquía: ya se colgó la plata en 2016, el oro en 2018, entró en el siete ideal del último torneo continental, y fue el pichichi de la pasada Champions.

“Al final, el balonmano es nuestra vida. Haberlo mamado en casa hace que sea más fácil dedicarnos a esto”, comenta. “Mi primer recuerdo es bajar a la pista con mis amigos a lanzar a portería después de los partidos de mi padre. A mi madre también la vi jugar cuando nos fuimos todos a Alemania [de 1997 a 2001 Talant compitió en la Bundesliga], pero ya a otro nivel. Era pequeño y eso lo tengo difuso en mi memoria”, afirma desde la habitación del hotel en Viena, compartida cómo no, con su hermano. “Es más cómodo, en el Kielce también lo hacemos bastantes veces”.

Lo que tienen más difícil allí es el recurso habitual de cualquier empleado de echarle la culpa al jefe: “Yo no lo suelo hacer. No tengo ningún problema con estar en el mismo equipo que mi padre y mi hermano”, puntualiza. “Cuando la dinámica es buena, resulta todo más fácil. Luego hay momentos en los que la cosa no va bien y es un poco peor porque no te puedes desahogar. Pero, por lo general, estoy contento. Le tendría que preguntar a mi padre cómo lo lleva”, señala.

Su progenitor lo hizo debutar en 2009, con 17 años, en aquel Ciudad Real hegemónico, en la otra vida del balonmano español. “Era muy fuerte, tenía buen pase y un tiro duro. Se cuidaba mucho. Como ahora, pero más pequeño. Un chico callado en la pista, aunque ambicioso”, recuerda David Davis, técnico del Veszprem y miembro de aquel conjunto histórico.

“Algunos días, Talant se quedaba con él y con su hermano Dani después de los entrenamientos a ensayar lanzamientos. Se le veían buenas condiciones, pero quedaba por ver su evolución porque algunos jóvenes se quedan a medias. Otros parece que no van a llegar y luego explotan. Mira Juanín García, que en categorías inferiores no estaba en ningún sitio”, explica el campeón del mundo en 2005. En la etapa infantil, no le faltaron tampoco los consejos de su madre, como exguardameta. “Nos avisaba si al portero le costaba más para un lado, si saltaba siempre, que no nos pegáramos a él en un contraataque si íbamos a tirar... Cosas básicas. Hoy ya no nos dice mucho”, apunta Álex Dujshebaev.

"Al no ser físicamente no como la mayoría de los laterales, lo he suplido siendo más rápido, más móvil y más inteligente en pista"

Desde su debut en 2009 hasta el reencuentro con su padre en el Kielce en 2017, continuó su carrera fuera del manto familiar. Se marchó a hacer la mili al Naturhouse La Rioja y Balonmano Aragón. “Había algo diferente en él”, resume Gurutz Aginagalde, compañero suyo en Logroño y actual presidente del Bidasoa. “Al margen de la calidad, tenía un nivel de trabajo y una exigencia increíbles. Era muy fuerte y explosivo. Eso le permitía no perder potencia en los lanzamientos de cadera o en apoyo”. De puertas para adentro, el exportero lo recuerda como un chico “introvertido al principio y muy concienzudo”. Su progresión le llevó a ser llamado de nuevo por Talant para el Atlético (heredero del desparecido Ciudad Real) en el verano de 2013, aunque nunca llegó a debutar como rojiblanco porque la crisis se comió definitivamente esta sección. Fue el momento de emigrar, como el de tantos otros, y él encontró cobijo en el Vardar, donde llegó a ser campeón de Europa con Raúl González en el banquillo y David Davis de segundo.

Su ascenso lo ha conseguido con un cuerpo (1,87m y 94 kilos) que no responde al canon habitual de los laterales, más grandes y con mayor envergadura. Un vistazo al tallaje del resto de sus pares en este Europeo lo confirma. Solo casos muy contados se quedan por debajo de su altura. “Lo he ido supliendo con otras cosas. Siendo más rápido, más móvil, más inteligente, y mejorando en la toma de decisiones”, analiza Álex Dujshebaev, que en los últimos tiempos también ejerce a veces de central. “El físico no es lo más importante”, tercia Davis. “Yo era el más bajo del Ciudad Real y estuve allí seis años. Lo que hay que poner es ganas, ambición y carácter, y esto él lo tiene”

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