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Cuando Kubala fue ofrecido al Atlético

El Barça había estrenado el Camp Nou y la deuda del club era enorme

Di Stéfano, Kubala y Puskas, con la camiseta del Barça en la despedida del segundo como azulgrana en 1961.
Di Stéfano, Kubala y Puskas, con la camiseta del Barça en la despedida del segundo como azulgrana en 1961.

Hoy nadie lo recuerda, pero el Barça ofreció a Kubala al Atlético de Madrid en el verano de 1958. Necesitaba dinero y estaba harto de él.

Informó de aquello la revista Vida Deportiva, editada en Barcelona, en su último número de julio de 1958. El Barça había estrenado ese año el Camp Nou, lo que le creó una enorme deuda. No ganaba la Liga desde 1953, planeaba el fichaje de Helenio Herrera para el banquillo y en el Atlético había entrado como técnico Fernando Daucik, casado con la hermana del jugador. Daucik y Kubala habían llegado juntos al Barça en 1950 y sobre ellos dos se cimentó el equipo de las Cinco Copas.

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Supe de aquello por un amigo granadino, coleccionista también de recuerdos, que me envió un recorte de Ideal de Granada del 1 de agosto de 1958, que recogía letra por letra la información de Vida Deportiva. Se titulaba así: “Kubala no firmó por el Atlético de Madrid todavía, porque desea que el Barcelona prescinda públicamente de él”. Seguía un sumario: “Tiene contrato en vigor por tres años, pero si desean su traspaso lo deben hacer”.

A preguntas del periodista, Kubala dice: “Algunos directivos, sin duda llevados por amor al club y pensando en problemas muy actuales del mismo, han entablado conversaciones con el Atlético para la posibilidad de mi traspaso”. La expresión “problemas actuales” es una obvia alusión a la deuda. Sobre las condiciones que le ofrece el Atlético dice que “son óptimas”. Pero aclara: “Nunca me iré del Barcelona por mi propia iniciativa. Ahora bien: si el club considera que mis servicios no le interesan, no tiene sino decirlo. (…) Me iré, pero quiero que lo digan de una manera que conste a todo el mundo (…) Yo no quiero irme; me iré si me echan”.

Luego hace protestas de amor al club y se queja de los directivos que dudan de su entrega y apela a los socios: “Yo estoy seguro de que los socios del Barcelona no serían partidarios de mi traspaso. Y, no sé… pero ¿no son en realidad los socios los verdaderos dueños del club?”.

La entrevista refleja la tensión entre el jugador y la directiva, que en marzo había llegado a apartarle del equipo con una nota pública muy dura. Sucedió a cinco jornadas del final de la Liga, cuando el Barça perdió 2-1 en Sarriá, lo que le distanció de la cabeza de forma definitiva. Esa misma noche Kubala, que aunque nunca faltaba a un entrenamiento era muy noctívago, tuvo una pelea con marinos de la VI Flota, dos de los cuales acabaron en el agua.

Salto al Espanyol

No volvió a jugar en lo que quedaba de Liga, ni tampoco la final de la Copa de Ferias, conquistada por el club ante la Selección de Londres. No regresó hasta la Copa, en la que el equipo cayó en semifinales ante el Athletic.

La operación no cuajó con el Atlético. Probablemente, fue una conspiración entre Daucik y algunos directivos descontentos con el jugador. Pero el Atlético había hecho ese verano una fuerte inversión en Vavá, el nueve campeón del mundo en Suecia con Brasil, y había incorporado al joven interior portugués Mendonça, procedente del Dépor. No le quedaba remango para una operación tan cara.

“Yo no quiero irme, me marcharé si me echan”, advirtió el jugador a la directiva azulgrana

Pero Kubala estaba encaminado a un mal final en el Barça. Ese verano llegó HH, que poco a poco fue relegándole. Poco a poco dejó de utilizarle fuera, por lento y poco luchador, aunque sí jugaba en casa, donde el público le reclamaba. Aquello creó un enfrentamiento entre kubalistas, los nostálgicos de las Cinco Copas, y los suaristas, hinchas del joven Luis Suárez, al que los primeros consideraron un protegido del entrenador. Tras ganar dos Ligas, una Copa y otra de Ferias, Helenio Herrera se fue al Inter en la 60-61. Kubala cumplió su último año y se despidió con un bonito homenaje en el que Di Stéfano y Puskas jugaron con el Barça contra el Stade Reims. Tenía 34 años. Pasó a ser formador de valores en la cantera del club. A media temporada cayó el entrenador, Miró, y le sustituyó él. Siguió en la 62-63, pero la cosa no iba bien y se ofreció para reaparecer y hacer de entrenador-jugador, al estilo de César, que en esa doble función había subido al Elche de Tercera a Primera en dos brincos. No le dejaron, se molestó y fichó por el Espanyol, lo que disgustó a sus partidarios.

Fue un mal final para un héroe histórico del club. Un tiempo que me ha venido a la memoria ahora que el final de Messi parece cercano, al menos en su deseo. Y ahora que algunos atléticos sueñan con atraerle mediante el señuelo de su íntimo Luis Suárez.

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