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La exuberancia de Marcos Llorente

El poderío físico y la aportación en ataque y en defensa del futbolista del Atlético le permiten hacerse un hueco sin estar en la posición para la que fue contratado

Marcos Llorente conduce el balón durante el último Atlético-Salzburgo (3-2) de Liga de Campeones. / GABRIEL BOUYS  (AFP)
Marcos Llorente conduce el balón durante el último Atlético-Salzburgo (3-2) de Liga de Campeones. / GABRIEL BOUYS (AFP)GABRIEL BOUYS (AFP)
Ladislao J. Moñino

El martes pasado, contra el Salzburgo, Marcos Llorente fue alineado por primera vez en mucho tiempo en el eje del centro del campo. Una posición más cercana a aquella para la que fue fichado del Madrid. “Se está sintiendo mejor ofensivamente, pero vino como un centrocampista defensivo. Cuando atacábamos queríamos ser un 4-3-2-1, con Llorente suelto para intentar aprovechar lo mejor que tiene, llegada, rendimiento físico... Marcó y tuvo el segundo gol...”, explicó Diego Pablo Simeone. La ocasión a la que se refirió el técnico argentino fue un mano a mano con Stankovic al que le lanzó Correa con un gran pase y que se le escapó por muy poco. Pese a la victoria (3-2), la jugada aún martirizaba a Llorente al término del encuentro con el entusiasta equipo austriaco. Aún agotado por otro despliegue que le desfondó, comentó en el vestuario que no recordaba una situación así desde que es profesional. La carrera para ganarle la espalda a los centrales fue rompedora y a su definición solo le faltó menos fuerza en el golpeo.

La exuberancia física con la que está dotada la familia Llorente-Gento ha permitido al centrocampista rojiblanco hacerse un hueco en el Atlético jugando muy poco como pivote defensivo. Ha sacado la cabeza como delantero, como jugador de banda, y el martes se destapó como un volante llegador que también es decisivo para darle poderío defensivo al equipo cuando hay que correr hacia atrás. La pareja que formó con Herrera transmitió sensaciones de ser equilibrada. Herrera, pese a las dos pérdidas que supusieron sendos goles del Bayern y el Salzburgo, se ha mostrado como el jugador con más personalidad para jugar la pelota en esa zona. Su paso más lento para los retornos ante las transiciones rápidas de los austriacos lo contrarrestó en varias ocasiones Llorente. El alto ritmo al que se juega ahora casa con esa exuberancia física que luce y se le demanda a los centrocampistas del nuevo fútbol que se impone.

El físico le ha permitido a Llorente despuntar en todos los puestos en los que se ha desempeñado últimamente. No sería de extrañar que en un momento de necesidad, Simeone le pida que eche una mano como lateral derecho como hace Saúl en el otro costado. En el último ensayo antes del encuentro de este sábado en El Sadar (18.30, Movistar LaLiga), Simeone colocó como delantero para formar pareja con João Félix.

Desde su primera gran noche como rojiblanco en Anfield, Llorente ha mostrado un crecimiento notable en el juego con balón. Más allá de su velocidad al espacio o de sus conducciones poderosas, se ha atrevido con giros, pases filtrados y paredes. “La confianza es lo que te hace crecer. Eso nos ha pasado a todos”, dice Julio Llorente, exjugador del Real Madrid y Tenerife, y tío y representante del jugador, al que todavía le siguen sorprendiendo aspectos de su sobrino: “Después de cómo terminó la temporada pasada, ha mantenido la tranquilidad cuando en esta no ha comenzado como titular. No es fácil, yo no habría mantenido la calma. Esa tranquilidad no la hemos tenido ninguno de mis hermanos, quizá un poco más Paco, su padre”.

Una experiencia similar de crecimiento y confianza la vivió su progenitor cuando salió de la cantera del Real Madrid. Fue cedido al Urbis, club de Preferente regional del barrio de Moratalaz, edificado en gran parte, en los años 60, por la ahora maltrecha constructora. La llegada de un sobrino de Gento despertó mucho interés entre los aficionados de la barriada que acudían al campo bautizado con el nombre de la inmobiliaria. La primera vuelta de Paco Llorente fue decepcionante. Su velocidad y el balón no parecían coordinados y las recriminaciones desde la grada eran constantes. En la segunda vuelta, sus asistencias y sus goles le valieron para dar de continuo el salto al Móstoles, en Tercera División, de ahí al Atlético de Madrid y posteriormente al Real Madrid. “El nunca darse por vencido, sí creo que forma parte de la genética familiar”, concluye su tío.

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Sobre la firma

Ladislao J. Moñino
Cubre la información del Atlético de Madrid y de la selección española. En EL PAÍS desde 2012, antes trabajó en Dinamic Multimedia (PcFútbol), As y Público y para Canal+ como comentarista de fútbol internacional. Colaborador de RAC1 y diversas revistas internacionales. Licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Europea.

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