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La botella de agua de Bahamontes

Los periodistas también ejercieron de auxiliares de los corredores, y a veces con resultado fatídico para los ciclistas

Jon Rivas
Tour de Francia
Bahamontes, en el Tour de 1954.Keystone-France (Gamma-Keystone via Getty Images)

A mediados del siglo pasado, el periodismo y el ciclismo a veces se confundían entre ellos, se intercambiaban los papeles. Sucedió también en el fútbol, donde los cronistas llegaron, incluso, a ser seleccionadores. Lo fue José María Mateos, que de las páginas de La Gaceta del Norte pasó a dirigir a España en tres épocas diferentes mientras seguía escribiendo; también Eduardo Teus, nacido en Filipinas y fallecido de un infarto en la tribuna de prensa de San Mamés, mientras hacía sus anotaciones para el diario Ya. Fue seleccionador hasta que en 1942 una disposición de la Delegación Nacional de Deportes declaró incompatibles ambos trabajos.

En el ciclismo, las líneas también estaban difusas. Manuel Serdán, que de joven corrió en bicicleta junto a Vicente Blanco, El Cojo, que en 1910 viajó desde Bilbao a París en bicicleta para inscribirse en el Tour, fue luego cronista en el periódico Excelsior, impulsor de la Vuelta al País Vasco y presidente de la Federación Española de Ciclismo. En medio, acudió de comentarista para La Gaceta junto al periodista de Francisco G. de Ubieta y un chófer a seguir las andanzas españolas en el Tour de 1954.

En la etapa entre Puy-en-Velay y Lyon, de 194 kilómetros, los dos ejercieron también de auxiliares de Fede Bahamontes, y lo contaron sin filtros en su crónica. “Al quedarse solo Bahamontes seguido del coche de Berrendero y del nuestro, le vimos pedalear con algo de dificultad, y al adelantarnos nos dijo que quería beber agua, y ahora viene lo bueno…”, escribió Ubieta en su relato de los hechos. “Es muy severo el código del Tour. Además, hoy tuvo Bahamontes la mala suerte de encontrarse con la torpeza de un muchachito francés a quien rogamos que la botella que teníamos en la mano se la diese al número 42. La botella la pidió Manu [Serdán] en una casa, la puso en mis manos, y como el chico me miró asustado, fue a manos de un espectador francés que, amablemente, se ofreció a dársela al número 42”.

Pese a que el reglamento lo prohibía, no dudaron en saltarse las reglas y ayudar al ciclista español: “En el momento en el que yo pasaba la botella de mis manos a la del espectador, se hallaba el coche del comisario internacional a unos cien metros de nosotros. Bahamontes, que había visto ya la maniobra, vino enfilado hacia la orilla de la carretera donde estábamos estacionados. El comisario, desde el coche, nos dijo que eso no podía hacerse. Bahamontes perdió el agua de la botella y continuó su marcha”. Al corredor le cayó una multa de 2.500 francos y una penalización de 30 segundos. A los periodistas, que viajaban en el coche número 117, con placa azul, una amonestación de los jueces. Años después, Ubieta y Serdán se convirtieron en enemigos para Bahamontes. El apoyo de ambos a Jesús Loroño, el rival del toledano en las carreteras, y el fervor popular les puso a los dos lados de la trinchera.

Por cierto, en la etapa en la que los jueces sancionaron a Bahamontes por la botella de Serdán y Ubieta ganó Jean Forestier en Lyon, su ciudad.

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