_
_
_
_
_

“El US Open es una ciudad fantasma”

Los desinfectantes, el silencio y la ausencia de público en las gradas transforman el ruidoso paisaje de Flushing Meadows, donde los tenistas siguen a rajatabla un riguroso protocolo de seguridad

Panorámica de la pista Grandstand de Flushing Meadows durante el partido entre Sakkari y Serena.
Panorámica de la pista Grandstand de Flushing Meadows durante el partido entre Sakkari y Serena.Frank Franklin II (AP)
Alejandro Ciriza

Por donde cada verano transitan miles y miles de personas, a lo largo de dos semanas, hoy apenas transitan un puñado de empleados con mascarillas y buzos que portan desinfectantes para seguir a rajatabla el protocolo. Es Nueva York, Queen’s, al costado derecho de Manhattan. El nuevo y, sobre todo silencioso Flushing Meadows. “La verdad es que impacta mucho todo el entorno”, transmite telefónicamente Xabi Budó, el preparador de Paula Badosa, quien cedió en la última escala de la fase clasificatoria del torneo de Cincinnati -albergado en la burbuja neoyorquina para viabilizar el regreso del tenis- y toma estos días nota de este silencioso y vacuo presente.

“Aquí los espacios son inmensos, y ver que está todo vacío y que solo transita el personal de la organización… al final te impresiona. Vas acostumbrándote, pero en definitiva, el deporte de competición, sin público en las gradas, es menos deporte”, lamenta el técnico en un sentir que predomina entre aquellos profesionales que finalmente han decidido acudir a Nueva York, donde la Federación Estadounidense (USTA) ha diseñado un meticuloso plan que, de momento, está funcionando y posibilita la vuelta de un deporte que ha sufrido como pocos en los cinco últimos meses.

Como punto de partida, los organizadores obligan a los tenistas a alojarse en dos hoteles, el Long Island Marriott y el Garden City, situados ambos a tres cuartos de hora del Billie Jean King National Tennis Center. Solo Serena Williams, dados sus antecedentes pulmonares -sufrió una embolia en 2011 y otra en 2017, al dar a luz-, queda exenta y se hospeda en una vivienda particular. Ya no hay transporte privado en automóviles, sino que los desplazamientos son en autobús y los equipos (jugador o jugadora y dos miembros más como máximo) deben hacer un chequeo diario.

“No podemos salir del hotel y se desayuna, come y cena aquí, excepto que quieras hacerlo en el club. Cuando llegamos nos hicieron el test de la Covid-19 y tuvimos que estar 24 horas encerrados en la habitación, hasta que nos dieron los resultados; en el momento en el que das negativo, puedes acreditarte e ir a Flushing Meadows para entrenar o jugar, y una vez que te nos asentamos la prueba pasó a ser cada 48 horas”, relata Budó desde Nueva York.

Cuestionario y alertas

“Cada vez que lo coges te toman la temperatura, y hay un healthy test diario (prueba médica) en el que declaras que te encuentras bien y no tienes síntomas de nada”, prosigue el catalán. “El torneo también va informándonos de todo a través de un sistema de alertas en el móvil. Hay muchísima gente limpiando y desinfectando permanentemente todas las instalaciones, desde las redes de las pistas hasta las mesas en las que comemos”, cuenta; “y tienen un control absolutamente estricto de las distancias: en el restaurante o las zonas de descanso hay muchos metros entre mesa y mesa, o sofá y sofá”.

Por supuesto, el uso de las mascarillas debe ser permanente y se evita cualquier contacto físico. Las habitaciones de los hoteles cuentan con un sistema para filtrar el aire y se ha minimizado al máximo la presencia en los vestuarios. Por allí pueden circular normalmente 300 personas y ahora solo pueden hacerlo 30, únicamente jugadores. “Están trabajando muchísimo y las medidas son superestrictas. Está todo muy protocolizado y estandarizado, no se les escapa ningún detalle. La verdad es que les pongo una nota altísima, en un momento tan complicado para nuestro deporte”, valora Budó.

Pero es inevitable que abrume, y mucho, la aridez del nuevo paisaje. “He echado un vistazo y ahora el complejo es como una ciudad fantasma. No hay mucha gente alrededor y no estamos acostumbrados”, retrata el número uno, Novak Djokovic. “Este es el torneo en el que posiblemente fluya más energía, porque el aficionado se involucra mucho, así que no podemos sentarnos aquí y fingir que estamos bien. Todo eso se va a perder, o mejor dicho, se ha perdido ya. Tenemos que aceptarlo y confío en que sea algo temporal”, lamenta Nole.

“Hay seguridad y desinfectante por todas partes”, aprecia Andy Murray, ya eliminado; “todo esto es raro, pero han hecho un excelente trabajo”.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Alejandro Ciriza
Cubre la información de tenis desde 2015. Melbourne, París, Londres y Nueva York, su ruta anual. Escala en los Juegos Olímpicos de Tokio. Se incorporó a EL PAÍS en 2007 y previamente trabajó en Localia (deportes), Telecinco (informativos) y As (fútbol). Licenciado en Comunicación Audiovisual por la Universidad de Navarra. Autor de ‘¡Vamos, Rafa!’.

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_