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Columna
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Maradona y la inteligencia del futbolista

Aunque ha abusado de la cocaína y del alcohol hasta extremos sobrehumanos, cuando hay que captar una situación, interpretarla y decidir, sigue siendo grande

Enric González
Maradona, homenajeado contra Boca Juniors, el 7 de marzo.
Maradona, homenajeado contra Boca Juniors, el 7 de marzo.AGUSTIN MARCARIAN (REUTERS)

No existe un futbolista excepcional sin una inteligencia excepcional. Por supuesto, hay diversos tipos de inteligencia y aquí nos referimos a una variedad probablemente más relacionada con eso que llaman la parte “reptiliana” del cerebro (tronco y cerebelo) y con la zona límbica que con la sofisticación del neocórtex. Para entendernos: la mente del gran futbolista no puede permitirse lentas reflexiones teóricas, al estilo de un Albert Einstein si se trata de números o de un Jorge Luis Borges si se trata de letras; lo que necesita es captar y comprender el entorno de forma casi instantánea y pensar de forma estratégica, es decir, previendo con exactitud los efectos de cada una de las posibles acciones. La visión periférica describe un panorama y sobre ese panorama se adopta la mejor decisión en un tiempo mínimo.

Quizá hayan visto alguna filmación reciente de Diego Armando Maradona. Si no fuera el caso y disponen de internet a mano, aquí tienen un ejemplo. Maradona ha abusado de la cocaína y del alcohol hasta extremos sobrehumanos y se le nota. A veces no se le entiende. A veces se le entiende y es peor. Este hombre fue, sin embargo, un futbolista total. Su talento iba más allá de una técnica prodigiosa, que le permitía transformar el balón en una prolongación de su cuerpo: sabía dónde iban a estar sus compañeros y sus rivales un segundo más tarde y actuaba en consecuencia. Tenía una inteligencia excepcional. ¿La ha perdido? Resulta evidente que no. Sufre ocasionales cortocircuitos, se abandona a la pereza porque es Maradona y puede permitírselo, pero cuando hay que captar una situación, interpretarla y decidir, sigue siendo grande.

Lo demostró el sábado, después de que River Plate anunciara que, por precaución frente al coronavirus, no iba a jugar contra Atlético Tucumán en la Copa de Liga. Los tucumanos se presentaron ante un Estadio Monumental cerrado, el árbitro levantó acta y veremos si hay sanciones o, de haberlas, si se aplican. Conviene aquí hacer un breve resumen de lo que pasa en el fútbol argentino. La Superliga profesional está en trámite de disolución y la Asociación de Fútbol Argentino, lo que en otros lugares se conoce como Federación, va a recuperar el poder sobre las competiciones. La Superliga ha concluido con un campeón habitual, Boca Juniors, y con un desorden más caótico de lo habitual: no se sabe cuántos equipos descenderán o ascenderán, ni de qué modo.

Ya ha empezado la Copa de la Liga, una competición que no existirá el año próximo, con partidos a puerta cerrada y un vacío fantasmagórico en las gradas. Lo más probable es que la Copa de la Liga se suspenda en los próximos días. Como se decidió que los puntos acumulados en el torneo servirían para decidir los descensos (el equipo más amenazado es el Gimnasia y Esgrima de Maradona), resulta imposible predecir qué va a pasar. Los directivos, en general, presionan para que se siga jugando; los futbolistas, en general, reclaman un parón completo hasta que pase la emergencia sanitaria.

Maradona, seguidor de Boca Juniors, es el mayor enemigo de River Plate. El sábado, por un momento, dejó de serlo: “Mirá que las gallinas [el apodo de River] no me van, pero los banco [apoyo] a morir. Si los jugadores tomaron esa decisión, los voy a bancar a morir”. Captó, comprendió y actuó rápida y correctamente. Es lo que tiene la visión periférica y la inteligencia futbolística. El tiempo dará la razón a Maradona. Por eso Maradona es Maradona, y los dirigentes del fútbol argentino son lo que son.

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