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El fatal despiste de un rey de la escalada

Brad Gobright, especialista en solos integrales, fallece en un accidente mientras 'rapelaba' una ruta en México

El escalador Brad Gobright en una foto de su Instagram. En vídeo, imágenes de Gobright escalando.

El aura inmensa de Alex Honnold escondía un sosias, un tipo también joven, capaz de escalar sin cuerda paredes espeluznantes, fuerte como para establecer récords de velocidad en el valle de Yosemite, libre como para vivir al día en el interior de un Honda Civic blanco, deudor del talento de John Bachar, Peter Croft o Dan Osman… y que no deseaba, ni de lejos, ser tan universalmente famoso como el tipo con el que le comparaban a todas horas. Brad Gobright nunca será Alex Honnold porque falleció el 27 de noviembre en un accidente que muchos calificarán de estúpido: descendía rapelando en simultáneo con su amigo Aiden Jacobson sin advertir que había alcanzado el final de la cuerda, que carecía del preceptivo nudo de seguridad. Tenía apenas 31 años. Ambos habían rapelado ya la mitad de los 500 metros de la vía Sendero Luminoso, en Potrero Chico (México) cuando se vieron precipitados al vacío. Jacobson salvó la vida con heridas leves al aterrizar en una repisa cercana, pero Gobright rebotó y salió despedido hasta la muerte. Irónicamente, estudiaban la vía donde se filmó uno de los solos integrales más terroríficos de Honnold.

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Al cumplir los cinco años de edad, los padres del californiano Gobright intentaron que practicase un deporte de equipo y probaron entre otros con el fútbol. Brad escaló la portería mientras el resto perseguía el balón y un año después descubrió la escalada en un rocódromo. Nunca dejó de escalar. Hasta hace apenas cuatro años, solo el círculo cerrado de la élite de escaladores que se mueve de forma itinerante por las paredes del oeste americano conocía y admiraba a Gobright. El resto del mundo desconocía su existencia, y solo cuando en 2017 él y su compañero Jim Reynolds batieron el récord de velocidad en la vía The Nose, (El Capitán, Yosemite), escalando sus 1.000 metros de pared en dos ridículas horas y 19 minutos, el mundo de la escalada supo que esos dos tipos tenían un talento inmenso. Por supuesto, Honnold y Tommy Caldwell se apresuraron en poner orden y dejaron el récord por debajo de las dos horas: 1h58m. Reynolds dio la campanada el pasado mes de abril, al escalar y desescalar los 1.500 metros de la vía Afanassieff al Fitz Roy sin cuerda.

A menudo, los mejores alpinistas y escaladores fallecen en accidentes fácilmente evitables, o a causa de despistes que resultan impensables. Son personas capaces de gestionar al milímetro su gestualidad, destreza, fuerza, resistencia y control mental… hasta que una breve desconexión propicia el gran apagón.

Tuvo un fallo inexplicable al no ver que se le acababa la cuerda sin nudo

Javier Alonso Aldama, Javo, fue uno de los mejores alpinistas de su generación, con un currículo impresionante que se cerró a los 23 años, tras un accidente sufrido en los Alpes en 1981 que le apartó de sus sueños y acabó con la vida de otros dos alpinistas superlativos: Marisa Montes y Manuel Martínez Musgaño. “Pero antes, fuimos a escalar al Verdon, donde la mayoría de las vías se rapelan primero para escalarlas después, y al llegar a la primera reunión desde la cima, nos encontramos a un francés sin compañero, sin cuerdas. Pensamos que estaba escalando en solo integral, pero nos corrigió: él y su hermano rapelaban en simultáneo para ganar tiempo y una maniobra mal ejecutada acabó con su vida”, recordaba este miércoles antes de reflexionar casi para sí mismo: “años después, la soberbia nos sigue perdiendo”.

Quizá aludiese a la soberbia de creerse inmune a la fatalidad, sensación fácil de entender cuando el escalador cree tener todo bajo control y deja sin rematar los pequeños detalles: anudar las cuerdas en un rápel simultáneo, revisar el arnés, repasar los nudos… olvidar los principios básicos de seguridad que, obviamente, resultan ridículos cuando se escala sin cuerda.

Honnold y Gobright escalaron juntos en El Capitán, con cuerda, en varias ocasiones, las suficientes como para que el aspirante impresionase al rey. Honnold se despidió a través de sus redes sociales: “Supongo que hay algo que decir acerca de la seguridad en montaña y los riesgos inherentes a la escalada, pero no creo que eso importe realmente ahora. Estoy triste por Brad y su familia, y por todos aquellos que se vieron positivamente afectados por su existencia: era una joya de hombre”…

Gobright fue anunciado por la revista Outside como “el siguiente gran escalador en solo integral”, lo que venía a decir, el siguiente Honnold. Y ese titular de la prestigiosa revista resolvió momentáneamente los problemas de dinero de un Gobright que trabajaba cuatro meses al año de lo que hiciese falta para escalar los ocho restantes. El reconocimiento le concedería patrocinios, pero también presión, y se debatía entre la necesidad de vivir lo mejor posible para escalar aún mejor y la factura psicológica o la restricción de su libertad que la notoriedad pudiera generar. Antes de que nadie reparase en su figura, Gobright llevaba media vida escalando sin cuerda, como su admirado Honnold, pero quizá no tuvo tiempo de asumir que ya era (casi) tan bueno como el mejor.

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