Muere Raymond Poulidor, que nunca vistió el maillot amarillo
El histórico corredor francés fue tres veces segundo y cinco veces tercero en el Tour, donde chocó con Anquetil y Merckx, pero derrotó a todos en popularidad
Raymond Poulidor siempre estaba en el Tour con su niqui amarillo de Crédit Lyonnais firmando fotos, dando charla a los que querían vivir de su memoria, y siempre que le preguntaban por Bahamontes, decía “¡Ah, El Picador!”, con una sonrisa maliciosa en los labios, pero el último Tour, el 48º en el que participaba si se tienen en cuenta sus 14 Tours como corredor, cuando un periodista le preguntó, no tuvo ganas de hacer la misma broma, como si le aburriera ya, a los 83 años, repetir el papel una y otra vez, y respondía casi con gestos de mal humor. En el último Tour, Poulidor se dejaba hacer, firmaba, posaba, y hablaba poco. Cumplida su tarea, su mirada se abstraía.
Solo le animaba mínimamente saber de los progresos de su nieto, Mathieu van der Poel, que este año ha irrumpido entre los mejores del mundo, un ganador nato, y las locuras en la carretera de Julian Alaphilippe, otro ciclista al que reconocía como heredero, aun simbólico, de su sangre.
Cuentan sus familiares, su viuda Gisèle, sus hijas Isabelle, Corinne, madre de Van der Poel, que el Poulidor que regresó de su último Tour ya no era Poulidor, que se cansaba, que se quedaba dormido, que se distraía. Un edema pulmonar grave, señal de que su corazón ya había perdido la fuerza, obligó a hospitalizarlo a finales de septiembre. Después de pasar unos días en el hospital de Limoges, la capital de su provincia en el centro de Francia, pidió que le trasladaran el 8 de octubre al hospital más modesto de Saint Léonard de Noblat, el pueblo cercano a Limoges en el que ha vivido toda su vida y donde murió el miércoles a las dos de la mañana, a 30 kilómetros de la granja agrícola en la que había nacido el 15 de abril de 1936, miércoles, a las dos de la mañana, quinto hijo varón, en el dormitorio de sus padres, aparceros.
Poulidor es el único ciclista al que se destaca siempre por lo que no ha conseguido que por sus victorias, que fueron muchas (189) y excelentes. Poulidor ganó una Vuelta, la del 64, gracias a una contrarreloj de más de 70 kilómetros por Tierra de Campos, entre Villalón y Valladolid; ganó un campeonato de Francia, una Milán-San Remo, una Flecha Valona, dos París-Niza, una Dauphiné, una Midi Libre… En sus 18 años de carrera profesional, de 1962 a 1977, Poulidor nunca ganó el Tour, no logró siquiera vestir el maillot amarillo un solo día. “Bien podría decirse, sin embargo”, escribió Antoine Blondin, escritor y cronista del Tour, “que más que faltarle a Poulidor la gloria del Tour es al maillot amarillo al que le falta la gloria de Poulidor”.
Poulidor fue Poupou por decisión de un periodista que se empeñó en popularizarle con un apodo cuando empezó a destacar, y desde entonces, el “vas-y-Poupou” (dale, Poulidor), con el que se anima a la gente, forma parte del francés como también la palabra poupoularité, pues si Poupou no fue el rey de la carretera las décadas de los 60 y los 70, cuando el ciclismo fue del deporte rey en media Europa y el Tour, la joya, sí que fue el corredor más popular, el más cercano y el más querido por el pueblo, que sentía suyo al campesino que representaba una Francia que ya desaparecía arrasada por el desarrollo industrial y urbano. En las encuestas de la época, el 65% de los franceses se declaraba poulidorista, el 80% sabía quién era, y casi el 50% lo elegía cuando se les preguntaba a qué famoso invitarían a su cena de Navidad.
Carrera y palmarés
- Raymond Poulidor nació el 15 de abril de 1936 en Mérignat, Francia.
- 189 victorias en su carrera.
- Primero en la Vuelta a España de 1964 y segundo en 1965.
- Tres veces segundo en el Tour de Francia, en 1964, 65 y 74. Cinco veces tercero, en 1962, 66, 69, 72 y 76.
- Segundo en el Mundial en ruta de 1974, y tres veces tercero, en 1961, 64 y 66.
Solo pudo Poulidor comenzar a ser ciclista pleno cuando sus padres se trasladaron a finales de los 50 a una granja mecanizada, con tractor y rudimentarias cosechadora y empacadora que les dejaba algo de tiempo libre. Hasta entonces trabajaba con un arado tirado por dos vacas con el que binaba, sacaba patatas, arrancaba árboles para tener leña en invierno, y hacía los recados con la bici de su madre. Y llegó ya talludo al pelotón –debutó de profesional a los 25 años y en el Tour a los 26— porque debió cumplir un servicio militar de 28 meses entre Coblenza, Alemania, y Argel, en los tiempos de la guerra de independencia de la colonia.
Subió ocho veces al podio del Tour, tres veces, segundo, y cinco veces, tercero, lo que le valió el apelativo de eterno segundo, sinónimo de derrotado, una imagen que casa mal con su verdadero espíritu, la de un campesino tenaz, perseverante, paciente, un luchador estoico que maldice por dentro su mala suerte pero que un nunca se cambiaría por otro. A Georges Marchais, secretario general del partido Comunista Francés, le preguntaron si su partido no era el Poulidor de la política, y él respondió que a Poulidor se le había subestimado toda su carrera.
Corrió toda la vida con el mismo maillot, el del Mercier, la fábrica de bicicletas de Saint Étienne, violeta con mangas amarillas, y dirigido por el mismo director, Antonin Magne, su boina vasca y su blusón blanco para que todos le distinguieran desde lejos, y una divisa: “No hay gloria sin virtud”, y la virtud está en el agua, le recordaba, no en el champagne que tanto bebe Anquetil, o, como mucho, un tercio de vino diluido en dos tercios de agua.
Fue el Bartali de los franceses. Fue el ciclista de otra época que hizo de puente hacia los tiempos modernos. Llegó a correr con Louison Bobet, el dios de los años 50 y en su último año de carrera, en 1977, ya destacaba en el pelotón Bernard Hinault, el dominador de los años 80. Y tuvo siempre por delante a dos monstruos cuyas victorias han marcado el Tour, los dos primeros que ganaron cinco Tours. Fue segundo, en 1964, en el último podio de Jacques Anquetil, la quinta victoria de la otra Francia, la moderna que llegaba, la urbana y libre, y, 10 años más tarde, subió segundo también detrás de Eddy Merckx, que festejaba su último Tour. En 1976, 40 años ya cumplidos, Poulidor se despidió del Tour desde el tercer puesto de un podio compartido con Lucien van Impe y Joop Zoetemelk. En dos podios (1962, el año de su debut, y 1964) estuvo por debajo de Anquetil; en tres (1969, el primero del Caníbal, 1972 y 1974), por debajo de Merckx. Raphaël Geminiani, el director de siempre de Anquetil, cáustico, le decía, "ves, Raymond, media carrera la has pasado a rueda de Anquetil y la otra media a rueda de Merckx". Y Poulidor, que le conocía, le respondía, "sí, sí, pero no cualquiera habría podido". Después, recibió una visita de Anquetil, ya retirado. "Ya ves, Raymond", le dijo maître Jacques. "Te tengo que pedir un favor. Ya ves, mi hija quiere una gorra tuya firmada... Ha aprendido a decir Poupou antes que papá..."
Fue el ídolo de los padres a los que los hijos jóvenes observaban en la cocina con su navaja cortándose unas rodajas de chorizo mientras escuchaban el Tour por la radio, y les decían a sus chavales, "hoy ataca Poulidor, ya verás, hoy cede Anquetil, hoy cede Merckx", y Poulidor atacaba, y siempre se caía, y cada caída era un desastre que le hacía maldecir y pensar que era víctima de una maldición. Esperando a Poulidor pasaron su vida de aficionados, y nunca le recriminaron la espera. “Perdí el Tour del 64 porque en una contrarreloj pinché y cuando me iba a cambiar la bici frenó tan fuerte el coche de Magne que el mecánico salió despedido por un terraplén con la bici al hombro, y tuve que bajar a rescatarla y tenía el manillar torcido, y luego no me entraban los pies en el calapié”, relataba años después Poulidor, más que enfadado, fatalista, cuando hablaba del Tour que multiplicó, como nada, su popularidad. Fue el Tour del codo a codo con Anquetil en el Puy de Dôme, 500.000 personas en las laderas del volcán, millones ante la pantalla de su televisor. Ganó la etapa Julio Jiménez, y Poulidor siempre lo lamentó porque con la bonificación que se llevó el Relojero de Ávila habría derrotado para siempre a Anquetil. “Sí, siempre me lo decía Poulidor, ‘Julito, me hiciste perder el Tour”, recuerda el abulense, íntimo de Anquetil, anquetilista perdido. “Y yo siempre le repito, Raymond, el problema es que eres muy tacaño y no me fiaba de ti. Me dijiste que si no ganaba me dabas buenos francos, y yo te los pedí por adelantado, y como no me los diste, no te esperé”.
Anquetil era solo dos años mayor que Poulidor, pero ya en 1957 ganó su primer Tour. También murió antes, en 1987, víctima de un cáncer. Poulidor, con el que se hizo íntimo, fue a visitarle unos días antes de que muriera, y Anquetil, que sabía que la muerte llegaría pronto, le dijo: “Ya ves, Raymond, también en esta carrera vas a terminar segundo”.
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