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Champions League - cuartos - jornada 1Así fue
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El Liverpool encarrila el pase a semifinales con el freno de mano puesto

Dos goles antes del descanso obligan a un meritorio Oporto a una complicada remontada en su feudo

Roberto Firmino dispara ante la oposición de Eder Militao.
Roberto Firmino dispara ante la oposición de Eder Militao.Julian Finney (Getty Images)

Liverpool y Oporto son agua y aceite, desenfreno y pausa, arrebato y compás. Ganó la agitación porque además se expuso con mejores futbolistas. El líder de la Premier es superior y lo demostró en Anfield (2-0) para poner los cimientos que le lleven a las semifinales ante el ganador del emparejamiento entre Manchester United y Barcelona. Más modesto en cuanto a despliegue y potencial, el Oporto se exprimió al máximo para mantener el hilo europeo y más deberá exigirse todavía el próximo miércoles en su feudo para dar la sorpresa. Y en su fecunda historia en la máxima competición continental no abundan las remontadas.

Los portugueses partieron insolentes y con una audacia que hasta sorprendió si se considera que hace un año ante el mismo rival recibieron un fuerte castigo, y en O Dragão. Empezó a construir ese nuevo duelo desde la valentía, pero pronto se evidenció que no desde la solidez. Y ese es un grave problema ante un rival que hace de la verticalidad virtud. El Oporto sufrió en la circulación de la pelota y mitigó esos problemas en la búsqueda de Marega, un musculado delantero que va a todas las batallas y al que cuesta un imperio contener en el cuerpo a cuerpo. Pero el agujero que dañó a los lusos estuvo en su zaga, en la inferioridad de sus defensas en los duelos ante la lustrosa delantera local. Salah masacró a Álex Telles, que llegó al partido disminuido por una lesión. Y el regreso de Eder Militão al centro de la zaga, sancionado Pepe, se saldó con más de un naufragio.

Al Oporto le falló el andamiaje y se tambaleó por momentos, pero no se cayó. Le dañó un gol en el cuarto minuto que liquidó su buen inicio y advirtió sus defectos porque Firmino operó de pivote en el corazón del área sin que nadie le encimase para encontrar a Keita, que disparó sin excesiva codicia. Óliver Torres, que entró por el sancionado Herrera, se lanzó a bloquear el intento, pero lo que consiguió fue desviar la pelota a la red ante el estupor de Casillas, que no tuvo opción a réplica. Fue también, obviamente, un golpe de fortuna. Y la acción que marcó la pauta del partido.

El Liverpool se desató y obligó a una lucha del Oporto por bajarle revoluciones a todo aquel despiporre en el que además concedía facilidades. Se las dieron Óliver y Felipe a Salah cuando convirtieron una inocua combinación en un mano a mano del egipcio ante Casillas, que al inicio de la segunda parte recibio una ovación por parte de The Kop, mítico graderío de Anfield siempre afecto a las leyendas.

Se le escapó al egipcio, que pudo ser expulsado al final por un duro plantillazo sobre Danilo, por un palmo aquel intento, pero fue el prólogo del segundo gol, que explotó el desastre en el flanco zurdo portista. Marcó Firmino y ahí pareció que el Oporto se despeñaba. Pero se sostuvo porque se exprimió al máximo, sin balón, pero con ideas claras en ataque, siempre con la referencia del tenaz Marega, al que sólo detuvieron sus propias limitaciones. Y cuando las superó ahí estuvo Allison. El Liverpool, que tanto sufría en su área hasta el pasado verano, ha encontrado un candado efectivo en el meta brasileño. Tiene problemas con el balón en los pies, pero Klopp no le pide una gran aportación para iniciar el juego y la prioridad era clara: el alemán necesitaba un portero que emplease, y bien, las manos para poder instalarse de nuevo entre la nobleza del fútbol europeo.

Cerrados esos caminos, el Liverpool se acomodó. Jugó con los ritmos para acelerar o frenar el partido. De alguna manera se dejó llevar con un marcador favorable. Marcó Sadio Mané poco después de regresar del descanso, pero lo hizo un pelo adelantado sobre la zaga. El delantero senegalés firmó una actuación errática y se fue al banquillo veinte minutos antes del final. Su partido definió al Liverpool, que amagó, pero no acabó de darle el golpe final a su oponente. No expuso más el equipo de Klopp, enfrascado también en la gran ilusión de alzar la Premier. Por una vez pareció actuar con el freno de mano puesto, pero incluso así tiene el pase en la mano por más que su irreprochable actuación le de un cierto aliento al Oporto para apurar sus opciones ante su gente en un estadio que aprietan como pocos.

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