‘Heavy metal’ en el Palau Blaugrana
Pesic ha convertido su pabellón en la sala 'underground' de la Euroliga, planteando sesiones de rock con las que Pierre Oriola o Hanga disfruten rompiendo guitarras

“Vámonos fuera, que aquí hay mucho ruido. Así seguimos charlando. Todavía nos queda un rato hasta que todos estén en el autobús”. El momento inmediatamente posterior a un gran evento deportivo no deja el mismo impacto en todos los protagonistas. La zona de vestuarios del Palacio de los Deportes de Madrid, tras el polémico final de la Copa del Rey, era un sitio donde uno debía andarse con cien ojos.
De repente, nos fuimos a chocar con Ricard Casas —entrenador ayudante de Svetislav Pesic—, algo inconveniente desde el punto de vista físico (la leyenda cuenta que cuando Ricard tenía algún problema serio con sus jugadores los citaba en la sala de pesas con más de 130 kilos en la barra de press de banca), pero que supuso el mejor epílogo, en el plano personal, a cuatro días de buen baloncesto. “Por mí perfecto, Ricard. Yo sí que no tengo ninguna prisa”. La necesidad del que les escribe las cartas era entender la capacidad de un grupo para dar la vuelta a un partido que se escapaba sin remedio en el tercer cuarto (el Barça perdía por 17 puntos), que además lo hacía frente al equipo que ha marcado la tendencia del baloncesto español en esta década y con el viento del público en contra. ¿Cuál es la tecla que se puede pulsar en ese momento?
La sensación de Ricard es que no tuvo que ver con algo concreto del juego, sino con la capacidad de provocar una necesidad previa en el colectivo. “El secreto está en la personalidad; en el estilo previo y compartido como grupo”. Al Barcelona de Pesic le soluciona de vez en cuando la papeleta la genialidad de Heurtel, tanto como al Madrid de Laso la imponente figura defensiva de Tavares. Pero lo cierto es que el Barça lleva casi dos años impidiendo que sus rivales le anoten más de 70 puntos en el Palau, y el Madrid lleva más de un lustro desplegando sus velas como elemento diferencial de su juego.
Íbamos cambiando de canal, el pasado viernes, presenciando la sólida victoria del Barça en Euroliga por 77-70 frente al Madrid en el Palau, y la visita de Sergio Rodríguez y su CSKA a la pista de Olympiacos. Los rusos se impusieron por 81-97, privilegiando en los 10 minutos finales esa mezcla de velocistas (Clyburn, Higgins…) y pintores (Sergio, De Colo…), frente a la inteligente conexión durante los 30 anteriores de Blatt con Spanoulis, dos tipos que han empezado a salir juntos de pesca quizá demasiado tarde. Y centrándonos en los cuatro equipos que apuntan a las primeras plazas en esta recta final de Euroliga, todavía no hemos mencionado al Fenerbahçe, cuya plantilla liderada por Zeljko Von Karajan Obradovic sería capaz de competir con la gran mayoría de las franquicias NBA.
Inspirados en la reflexión de Ricard sobre la personalidad y el estilo, nos llama mucho la atención el escenario principal de sus actuaciones; allí donde conectan con sus fans y se intercambia la energía. El ahora llamado Wizink Center del Real Madrid y el Ulker Sports Arena de Estambul son dos recintos que parecen diseñados para que sus aficionados asistan al mejor concierto de los grupos de moda, disfrutando con los bises a pleno pulmón. El pabellón del CSKA es, sin embargo, esa mezcla de pista de atletismo de invierno y sala de exposiciones, donde a uno lo pueden sorprender a cada rato, pero donde queda mal aplaudir sin conocer el protocolo. Y, finalmente, nos quedaría un Palau Blaugrana que Pesic ha convertido en la sala underground de la competición, planteando sesiones de heavy metal con las que Pierre Oriola o Hanga disfruten rompiendo guitarras, y al mismo tiempo Thomas Heurtel entienda que sólo tocará los acordes finales cuando llegue a esos minutos con la camiseta empapada en sudor.
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