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La agonía del Reus sacude la Segunda División

El club catalán puede desaparecer debido a los impagos de tres meses y dejar ya la categoría de plata con un equipo menos

Marc Rovira
Los jugadores del Reus se reunieron con el presidente de la Asociación de Futbolistas Españoles (AFE), David Aganzo.
Los jugadores del Reus se reunieron con el presidente de la Asociación de Futbolistas Españoles (AFE), David Aganzo. AFE (Europa Press)

Al Reus se le acaba el aire y su agonía pone en un aprieto sin precedentes a la Segunda División. La posibilidad de que la categoría de plata del fútbol español se quede con 21 equipos a medio campeonato se ha convertido en una amenaza real. El Reus, con una deuda de cinco millones de euros, debe tres mensualidades a sus jugadores y está sumido en una espiral autodestructiva que lo deja al borde del descenso administrativo —ahora el equipo es antepenúltimo clasificado en Segunda con 16 puntos en 17 jornadas, solo por delante de Córdoba (13) y Nàstic (10)—.

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LaLiga se ha ofrecido a abonar las nóminas de los futbolistas, pero los problemas persisten. Si los jugadores aceptan ese dinero, el organismo que preside Javier Tebas ya ha anunciado que habrá una sanción, y lo más probable es que se traduzca en un descenso administrativo a final de temporada, sea cual sea la clasificación. Además, en ese caso los futbolistas disputarían los encuentros que restan de competición sabiendo que el equipo bajaría de categoría, lo que destapa las suspicacias sobre el valor de esos encuentros ante la falta de tensión competitiva.

Si los jugadores del Reus no aceptan esos pagos de LaLiga, pueden denunciar al club y quedar libres. En ese contexto, sus fichas quedarían bloqueadas y la entidad se abocaría a una desaparición. Perder a un equipo mediada la temporada y dejar coja la competición es un hecho insólito en el fútbol profesional moderno, pero el código disciplinario de la Federación Española ya prevé, en su artículo 77, cómo se debe proceder ante la incomparecencia reiterada de un equipo. Se respetarían todos los puntos obtenidos por sus rivales hasta ahora y, en aquellos encuentros venideros que ya no se van a jugar se daría por vencedor al oponente por el resultado de la media de los goles encajados por el equipo excluido. Restan cuatro partidos para agotar la primera vuelta. Solo un milagro en forma de cheque en blanco parece poder salvar al Reus. De lo contrario, el club se puede ir al pozo y sus rivales (los partidos que restan de la primera vuelta y todos los de la segunda) harían efectivo el dicho de ganar sin bajar del autobús.

Descenso administrativo

El dinero, o la falta de él, tiene la culpa del enredo que se vive en Reus. La entidad arrastra una deuda de cinco millones y su principal accionista, Joan Oliver, quien fuera director general del Barça con Joan Laporta, encadena volantazos sin ver la salida del túnel. Sus reiterados anuncios sobre la llegada de un inversor que iba a socorrer al club con una inyección de dinero fresco se han evaporado y hoy el primer equipo es un enfermo terminal.

Esta semana se dejaba sin abonar la tercera mensualidad consecutiva, lo que supone rebasar el tope máximo permitido antes de que el futbolista pueda iniciar los trámites para quedar liberado por impago reiterado. LaLiga se ha ofrecido a abonar los salarios pendientes, pero los jugadores no creen que sea una buena opción. El dinero de LaLiga no alcanza para pagar a personal ajeno al terreno de juego, es decir, empleados, auxiliares, fisioterapeutas, preparadores y ni tan siquiera al entrenador. Con semejantes aprietos, la segunda vuelta no ofrece, a criterio de los jugadores, perspectivas muy halagüeñas. Fuentes cercanas al vestuario indican que las amenazas de descenso administrativo y las manifestaciones de Javier Tebas, abriendo la puerta a que la Segunda se quede con 21 equipos, no han ayudado a transmitir tranquilidad. Con la ventana del mercado invernal a la vuelta de la esquina, los futbolistas sostienen que cobrar de LaLiga y no abandonar el Reus es un parche económico pero una posible condena a corto plazo. La crónica de una muerte anunciada.

No hay escaparate más nuboso para un futbolista que jugar en un equipo que no siente la exigencia de competir. Y, pese al lastre, de momento nadie puede acusar al Reus de no dar el callo. Este sábado (18.00) reciben al Córdoba mientras su futuro se sigue jugando en los despachos y los bancos.

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