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sin bajar del autobús
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

¿Qué será de Dembélé?

Hay un tipo de estrellas que tras el fulgor inicial caen a un sigiloso sin fin

Juan Tallón
Dembélé, en el banquillo de Vallecas.
Dembélé, en el banquillo de Vallecas.BENJAMIN CREMEL (AFP)

De vez en cuando irrumpe un prodigio en el fútbol que nos ciega con su talento, mientras a la vez va dando pequeños pasos hacia su autodestrucción. Pasos, aún no tumbos. ¿Seré Dembélé uno de ellos? Empieza a enviar señales preocupantes, como aquellos niños que le encontraban gusto a jugar con cerillas. Ya conocemos la estirpe de los futbolistas peligrosos. Es decir, peligrosos para los rivales y todavía más peligrosos para sí mismos. Apenas logran que el mundo vuelva la atención hacia su juego, y escuchan cómo se entona, por ellos, la palabra genio, o crack, o fenómeno, su vida se desordenada, y al cabo su magia se borra. Es sabido que el fútbol de élite te exige que sea el asunto más importante que te traes entre manos también cuando no lo estás practicando. Digamos que no se agota tras noventa minutos. Cuando los entrenamientos y los partidos cesan, el fútbol continúa, aunque por otros medios.

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Hay un tipo de estrellas que tras el fulgor inicial caen a un sigiloso sin fin. Lo tienen todo para quizá marcar una época, pero con ese destino innovan una bola de papel, la estrujan y la lanzan a la papelera haciendo de un acto suicida una diversión. Es fácil deducir la desazón del barcelonismo al conocer la abulia de Dembélé ante la disciplina, la tendencia a saltarse entrenamientos o las desapariciones inesperadas de la ciudad. Quizá el Barça mejor que nadie sabe qué es fichar a una estrella que corona un futuro aún esplendoroso con un incomprensible derrumbe personal. Por qué, por qué, por qué, nos lamentamos todos al pensar en la gloria de la que nos privó de su propio genio Ronaldinho, para quien el fútbol ni siquiera fue una cuestión de vida o muerte. En el fondo, una estrella siempre es algo opaco e insondable, capaz de aniquilarse poco a poco, sin noción de hacerlo, hasta empequeñecerse del todo y caer en la negación. Su talento emitió tanta luz que no se consideró necesario custodiarlo, así que cuando desaparece, como robado, solo podemos limitarnos a no entender nada.

De pronto, un día su talento desbordante promete menos éxitos que calamidades. Y otro, simplemente pasan de ser buenos a fueron buenos. Pueden jugar todavía un partido perfecto, pero al mismo tiempo certificar en la siguiente semana su declive. Ciertas trayectorias, cuando brillan al máximo, brillan brevemente. El propio futbolista, con sus errores fuera del campo, va desenroscando en persona las bombillas. Cuando se hacen las sombras, y la gloria pasó, al fin se puede ver al futbolista acabado, preguntándose cómo pudo llegar a esta situación, y si no tendría razón aquel poeta cuando advertía que el declive humano empieza a los seis años. Lo tienen todo, pero es como si eso no diese para mucho. Es todo y poco más, nada para ellos. No sabemos qué le pasa; eso le pasa. Te planteas si no habría que encerrarlo en una habitación, sentarlo, meter la mano en su silencio, hasta el fondo, y a ver qué sale.

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