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Horacio Elizondo: “Me dio pena echar a Zidane”

El árbitro argentino de la final de Alemania 2006 rememora cómo tomó la decisión de echar al mejor jugador del torneo tras el cabezazo a Materazzi

El exárbitro Horacio Elizondo en la sede de la AFA en Buenos Aires, durante la entrevista con EL PAÍS.
El exárbitro Horacio Elizondo en la sede de la AFA en Buenos Aires, durante la entrevista con EL PAÍS. Silvina Frydlewsky
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Un árbitro toma cientos de decisiones por partido, pero no sabe cuáles serán las más decisivas. Salvo que le ocurra lo que a Horacio Elizondo (Quilmes, Buenos Aires, 1963) responsable de la expulsión de Zinedine Zidane en el partido Francia-Italia que definió el Mundial de Alemania 2006. Elizondo supo enseguida que esa tarjeta roja era la decisión más importante de su carrera. El cabezazo que Zidane le propinó al picante Marco Materazzi está inmortalizada en la propia casa del defensa italiano en dos siluetas de hierro iluminadas por luces LED. Una es azul y levanta una copa del mundo, la otra, verde, blanca y con un gallo rojo -los colores de la bandera de Argelia, donde nacieron los padres de Zidane- está inclinada, con la cabeza apuntando hacia el pecho. Para Materazzi esa fue su jugada consagratoria. Tanto que en una ocasión le rogó a Elizondo tomarse una foto junto con su familia. El árbitro, experto en hacer equilibrio entre la razón y los sentimientos, no pudo negarse.

Pregunta. ¿Qué le dijo Materazzi a Zidane?

Respuesta. Nunca lo supe, porque a mí me advirtió el asistente Medina Cantalejo, pero al parecer fue algo sobre la hermana. Los jugadores en la cancha son mal hablados y se dicen muchas cosas. Sin duda a Zinedine algo le pasó. Uno siempre cuando está cargado de muchas cosas y no aguanta más reacciona de la manera más tonta e incomprensible para el mundo. Zidane es una persona fantástica y volví a encontrármelo, pero jamás hablamos de ese episodio. Era el mejor jugador del mundo y ese partido el cierre de su carrera. Ningún jugador va a elegir terminar así.

"En 2009, Materazzi me pidió casi de rodillas que se saque una foto con él".

P. ¿Le dio pena sacar esa tarjeta?

R. En ese momento no, porque tu foco está puesto en tomar las mejores decisiones. Pero cuando terminó el partido, verlo a Zidane salir de la cancha con la Copa del Mundo al lado, sin mirarla, me dio pena, por el ser humano que es, y me hizo preguntar qué le pasó por la cabeza. Pienso lo difícil que debe haber sido para él, que se prohibió por diez minutos tener la posibilidad de salir campeón del mundo. Algo inconsciente lo sacó del partido.

P. ¿Se volvió a ver con Materazzi?

R. Si, en el 2009. Yo ya estaba retirado y me convocaron para dirigir los amigos de Messi contra los de Ronaldinho, en Panamá. Estaba en el vestuario y siento que me golpean la puerta. Era Materazzi. “Ciao Horacio, io sono Materazzi”, se presentó, como si hiciera falta, y me dio un abrazo efusivo. Luego, sí, en algo de español, me dijo que lo único que le faltaba en su carrera era una foto conmigo. Me pidió por favor casi de rodillas. No hay inconveniente, le respondí, pero, en lugar de sacarla, salió corriendo y volvió con toda la familia. Así que ahí quedé, en medio de los Materazzi.

P. ¿Tiene esa foto?

"Cuando quedé fuera del Mundial 2002, me metí en el baño, lloré y puteé".

R. Ni se la pedí. Él me prometió que nunca la publicaría, que era algo familiar. Entiendo que la debe tener colgada en la sala.

P. ¿Recuerda el día anterior a la final de 2006?

R. Un día antes, en el desayuno, el español José María García Aranda, que era el director de arbitraje en la FIFA, me agarra fuerte de un brazo y me dice: “Tengo tres propuestas para dirigir la final y una eres tú, chaval, ¿Entiendes lo que digo?”. Y se va. Quedé impactado, con la taza de café en la mano. No le conté a mis compañeros, pero al otro día, el de las designaciones, me encerré con ellos y les conté todo. Cuando dijeron que la final la dirigía el equipo argentino, llegaron las lágrimas.

P. Usted había quedado fuera del Mundial de 2002…

R. Sí. Esa frustración me sirvió para hacerme una pregunta que nunca me había hecho: qué quería ir a hacer a un Mundial. Luego de quedar fuera me respondí que quería dirigir la final. Indudablemente ese Mundial no era para mí y me di cuenta de que todavía me faltaba.

"Tengo tres propuestas para dirigir la final y una eres tú, chaval, ¿Entiendes lo que digo?, me dijo el director de arbitrajes de la FIFA”.

P. ¿Cómo supo que no iba?

R. Fue una tarde muy dolorosa. Estaba en el gremio de los árbitros, enfrente de la AFA, era secretario general. Era 8 o 9 de enero y estaban por salir las designaciones. Esperaba eso. Cruzo a la AFA a hacer un trámite y veo a un periodista acreditado que me pone el micrófono y me pregunta que pensaba de la designación de Ángel Sánchez para dirigir en el Mundial. Me quedé como una estatua. Le respondí que íbamos a hacer la nota pero que en ese momento estaba apurado. Volví de nuevo al sindicato, me metí en el baño, lloré y puteé.

P. ¿Qué significa para un árbitro dirigir en un Mundial?

R. Significa todo. Es el mismo sueño que tiene un jugador de integrar la selección. O sea, que la FIFA te tenga en cuenta. Un árbitro trabaja para eso, cumplir el sueño de ser convocado para dirigir en un Mundial. Cuando yo les pregunto a los árbitros más jóvenes adonde quieren llegar y te responden a primera o a alguna competición de FIFA, les digo que es un error, que su meta tiene que ser dirigir la final de un Mundial. La proyección siempre tiene que ser en grande.

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