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REAL MADRID
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El Madrid se debe más

El club blanco, tan exigente, no puede obviar que su curso ha sido peor que el anterior

José Sámano
Cristiano Ronaldo, en las celebraciones del Bernabéu.
Cristiano Ronaldo, en las celebraciones del Bernabéu.Denis Doyle (Getty)

Suele subrayar Florentino Pérez que no hay entidad más exigente que el Real Madrid. Así que, superada la gloriosa resaca de Kiev, al presidente no le habrá pasado desapercibido un hecho: este Madrid ha sido peor que el del curso pasado. Desde esa alta cota de exigencia perpetua cabría una reflexión autocrítica sobre algunos atajos tomados este curso. En otro club sería ultrajante la más mínima tacha a rebufo de una Champions. Pero el Real se lo debe por ser el Real. Vale que se ciña a Europa como objetivo prioritario, pero alguien debería turbarse por el extravío en la Liga.

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Para la 14ª, la 15ª o las que lleguen es muy probable que no se le den tantas circunstancias favorables como en este 2018: porteros desdichados, adversarios de alto rango lesionados, penaltis agónicos… Por supuesto, el resto para ser entronizado lo puso el propio equipo, la mejor plantilla existente. Un grupo capaz como nadie de ir a la pata coja por un desfiladero. Más avezado que ninguno para ajustarse el flotador en los malos momentos, esperar el propio y dar la estocada. Y más firme que el resto para no cometer errores tan patosos —ni siquiera el de Keylor ante la Juve es comparable con los de Ulreich y Karius—. El Madrid, europeo hasta las cachas, se mueve por la Copa de Europa con una campechanía y familiaridad alucinantes. Sus adversarios parecen tan conscientes de su destino como el Real del suyo. En el partido psicológico el Madrid golea. Se lo ha ganado.

Sofocada la pirotecnia por la 13ª, el club no debería olvidar que el curso anterior abrochó un doble histórico 59 años después. Una gesta de caza mayor. Esta vez, el equipo se apartó a la primera del cargante camino que supone remangarse cada semana. Obvió que la búsqueda de ese doble objetivo remite al testamento de Di Stéfano que hizo planetario al Madrid: la cultura del esfuerzo.

En los últimos meses, tras la renuncia flagrante a sudar en la Liga (y no digamos en esa Copa que desdeña Puyol), nadie parece haberse contrariado más que Zidane. Tutor y soberano de la nueva dinastía del Real en Europa, nadie ha puesto más en valor la Liga que el galo. Pese a sus tres deslumbrantes Copas de Europa, al técnico no se le escapa la relevancia de los exámenes parciales del campeonato doméstico.

Zidane ha constatado que la Liga no es un apeadero cualquiera, no es un premio a granel. Por las buenas, permite escrutar mejor a la plantilla. Como prueba, la estupenda temporada precedente permitió el despegue de los cadetes de la unidad B. Esta campaña, apenas Lucas Vázquez ha dado otro estirón. Apurado por el despegue del Barça, ZZ no ha podido dar más carrete al segundo pelotón. Los reclutas de la reserva no han sentido el viento de cola a favor.

La constancia durante el año ayuda también a balizar la ruta de forma más adecuada. En la temporada anterior o en las precedentes en las que sin descorchar la Liga al menos estuvo en la pelea, el Real surcó mejor por los precipicios de la Champions que en esta edición. En las últimas cuatro finales nunca fue tan solvente y abrasador como en la de Cardiff ante la Juve. No es casual que fuera la del doblete.

Su apuesta por el escapismo local para centrarse solo en un tablero podría haber tenido efectos negativos. Al Madrid le ha costado disimular en Europa su tendencia a columpiarse en muchos partidos nacionales. No han sido pocas sus fugas, por la Liga, la Copa, la Champions y hasta por el Mundialillo, donde también sufrió ante un par de teloneros.

En la Copa de Europa no pudo con el Tottenham en la primera fase y sufrió enredos en la ida con el PSG. Con 0-3 a favor, resistió con la nuez anudada ante la Juve, vencida en la vuelta con un debatido penalti al cierre. El Bayern le tuvo contra las cuerdas hasta el final, y el Liverpool le enchironó la primera media hora. Por el camino se lesionaron Neymar, Robben, Boateng y Salah. De paso, Rafinha regaló un tanto en la ida de Múnich y los porteros del Bayern y el Liverpool, Ulreich y Karius, hicieron las jaimitadas de su vida.

Mientras sus rivales se azotaban por unos u otros motivos, en el tramo decisivo de la Champions el Madrid siempre encontró algún remedio: Keylor frente al Bayern, Lucas y Asensio en París, Benzema y Bale en Kiev… Ni siquiera precisó de Cristiano, raso en las semifinales y la final. Sí despuntó antes, claro, sobre todo en Turín, donde dejó una chilena que iba para la posteridad hasta que Bale copó el póster de la final con otro gol marciano, pero en un escaparate más apoteósico. De ahí, en parte, la rabieta niñata de CR mientras sus supuestos colegas tiraban confetis en Ucrania. Este hombre solo declina el yoísmo: espejito, espejito...

A Cristiano nada le interesa tanto como el espumoso mundo de la celebridad del dichoso Balón de Oro. En la fiesta por Madrid no dudó en enfocar los dedos de una manita para que quedaran subrayadas sus cinco Champions —una con el United—. Como si cotizaran más que las 13 del club. Para CR es irremediable contar cada noche sus ovejitas y las de Messi. El luso desconoce que es el todo lo que prevalece. Y ese todo único es el Real Madrid, con CR o con Neymar. Y en buena parte lo es porque en muchas ocasiones no se ha dejado deslumbrar por bingo puntual. Esa es la exigencia que proclama Florentino Pérez. Es en la cima desde donde mejor se analiza la realidad de la escalada y desde donde mejor se intuyen los remedios para lo que pueda estar por llegar. Ni siquiera en las nubes una entidad como el Madrid puede permitirse una complacencia cegadora.

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Sobre la firma

José Sámano
Licenciado en Periodismo, se incorporó a EL PAÍS en 1990, diario en el que ha trabajado durante 25 años en la sección de Deportes, de la que fue Redactor Jefe entre 2006-2014 y 2018-2022. Ha cubierto seis Eurocopas, cuatro Mundiales y dos Juegos Olímpicos.

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