El Athletic gana al Betis y el Valencia jugará la Champions
Los andaluces ofrecen la menor oposición a un equipo de Ziganda con las ideas más claras
Ganó por fin el Athletic, por 2-0 al Betis, tras cosechar tres derrotas y una victoria en las últimas jornadas y, con el pinchazo de los andaluces, el gran beneficiado es el Valencia, que jugará la Champions el año que viene. Por lo que fuera (misterios de la religión futbolística) ni el Athletic era el Athletic, ni el Betis, el Betis. Por vivacidad, por agilidad, por Muniain, de medio punta con todo el manual intacto tras la lesión, por la dupla Aduriz y Williams (por fin juntos no tan alejados), el Athletic se lavó la cara sin necesidad de un gel de alta gama, solo con jabón intacto. El Betis daba, en la primera mitad, la imagen del madrugador noctámbulo, muy rutinario, más relajado en su éxito que el Athletic en su fracaso. Teresiano, así como ausente, como si el gol llegaría como la fruta, por temporada, ante un rival con la cosecha perdida.
Y el Athletic encontró algunos pasillos que no encontraba y jugando con tres centrales (Núñez, Yeray e Iñigo Martínez) a pesar del fiasco que ya sufrió ante el Girona. Ziganda en su fase final, mantuvo sus principios: tres centrales del Betis, tres del Athletic. Y esta vez el asunto funcionó, poco apremiado por el rival, ordenadamente poco exigido por Loren y Sanabria, dependientes de las caracolas de Joaquín, poco efectivas, más barrocas que útiles. Nada de Tello, de los delanteros, nada de nada ante Kepa, espectador de lujo, aburrido, pero feliz protagonista. Sobre todo cuando por primera vez en el minuto 85 Fabián le exigió volar, voló a la escuadra y desvió el balón al larguero. Lo que demuestra que no se enfría con la inactividad. Y a cambio el Athletic llegando más que casi nunca, lo cual habla en demérito del Betis y en mérito de las claves de Ziganda para tener fe al mismo tiempo en Aduriz y Williams.
Dos zambombazos a los postes de Williams y de Mikel Rico retumbaron en los oídos de los aficionados del Athletic, tanto tiempo sordos a la felicidad. Era otro Athletic y era otro Betis, que reaccionó en la segunda mitad con un grado más de intensidad, pero escasa intencionalidad (y la quinta plaza aún no está garantizada).
El gol de Munian fue tan sorprendente como el Athletic. Gol de Muniain, de cabeza en el segundo palo, rodeado de rivales, gnomo entre trolls. Ninguno le hizo caso. Cierto que el Betis marcó en un córner un gol legal a cargo de Loren, anulado por el árbitro por falta al portero, pero en la primera mitad también anuló erróneamente el gol de Aduriz que recibió con el pecho el balón de un contrario: ni mano, ni fuera de juego.
Pero quedaba algo más por definir. Quizá lo más sonado. En tiempo de prolongación, con 1-0 en el marcador, el Betis entregado a la causa, un balón sale corriendo del medio campo hacia la banda como un gazapo. Agotado, cualquier futbolista situado en el punto central del medio campo huye de la quema. Williams, agotado de su intensa primera parte, echa a correr como un poseso. Nadie da un duro por él, pero llega antes de que rebase la línea de banda, y se va y quiebra a su defensor y asiste a Aduriz para que marque con esa ligereza que acostumbra cuando remata dentro del área. Hay situaciones agónicas que invitan a la vida. Y Williams decidió que cualquier balón es bueno para vivir.
El Betis se preguntará qué ha pasado. Y la respuesta no estará en el viento, sino en su propio cuerpo. Confianza en exceso, calma excesiva, paciencia desaforada. Lo que necesitaba el Athletic para encontrar la felicidad aunque fuera al final, “cuando ya nada se espera personalmente saltante”, como escribió Gabriel Celaya. Saltó otro remate de Loren, idéntico al anterior, pero Kepa ha demostrado que el aburrimiento ni le congela ni le intimida. Se le encuentra cuando se le espera. Y el Athletic ganó cuatro partidos después, y por fin en San Mamés desde marzo. A estas alturas, el reto del Athletic es modificar las estadísticas. Y al Betis le obliga a seguir luchando por la quinta plaza.
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