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Europa League - semifinal - jornada 2Así fue
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Diego Costa, un cañón para una final

El delantero hispano-brasileño del Atlético reaparece con un gol ante el Arsenal, al que destrozó física y anímicamente

Costa protege la pelota ante Xkaha y Wilshere.
Costa protege la pelota ante Xkaha y Wilshere.Lars Baron (Getty Images)
GORKA PÉREZ

Sabían lo que podía suponer que jugase. Jugó, e hizo lo que sabían que podía hacer. Diego Costa, que vivió el partido de Londres desde el banquillo, por precaución tras dañarse los isquiotibiales de su pierna izquierda, actuó ante el Arsenal según presagiaba Wenger, y según deseaba Simeone. El hispano-brasileño intimidó, como acostumbra, a la defensa inglesa, y marcó cuando dicta el manual que más daño hace al rival, en el último minuto de la primera parte. Fue su forma de recordarle al Atlético que con él arriba gana en todo lo que hace fuerte a su delantera. El arrojo con el que atropella a los rivales es a su vez el arma más sutil para ganar el espacio. Abrirse hueco a trompicones es un arte para Costa, y no hay partido sin exhibición. Monreal saltó por los aires en la primera oportunidad, como quien levanta una pluma.

El pase que le llevó a plantarse solo ante Ospina se lo entregó Griezmann. Aunque la sintonía entre ambos delanteros no es todavía total, sí que hay aspectos en los que ambos polos se atraen. El francés es capaz de intuir una carrera de Costa, aunque haya intermediarios de por medio. Bellerín, una bala considerablemente más rápida que él, no tuvo ninguna oportunidad de atrapar a su presa. Cabalgó Costa con tanta potencia que las zancadas revolucionadas del lateral del Arsenal se quedaron en suspiros. Su disparo, con la zurda ante un Ospina que se venció quizás apresuradamente, golpeó la red y el pecho del público del Wanda. Si mantener la sonoridad del Vicente Calderón era una de las prioridades del equipo de arquitectos que diseñó el estadio, el gol demostró que las paredes de la nueva casa retumban cuando se las provoca.

Ser el último eslabón del ataque es vivir en el alambre. Griezmann es, tras el regreso de Costa, el Koke que antes ejecutaba los pases en largo, como si fuera un quarterback. Pero no hay inconveniente en quién realice el lanzamiento, siempre y cuando haya camino por recorrer. La presencia de Vitolo en el costado izquierdo sirvió más de contención que de acelerómetro. No fue el canario una vía de salida para el juego, pero sí realizó todos los peajes que le exigía el camino. Contuvo más que encaró, y fijó más que desbordó. Su alineación, junto a la de Thomas en el lateral derecho, fueron las novedades de un Simeone que recorría el palco desde que observaba el partido como los peces circulan dentro de una pecera. De un lado al otro se movía el argentino, que se rascaba el rostro para arrancarse la tensión.

El Arsenal llegó a comportarse como si tuviera miedo de saltar la alambrada. Tocaba la pelota con criterio pero sin inquina, y sin maldad no hay recompensa. Achucha el equipo de Wenger con armas distintas de las del Atlético. Es como si necesitase un mínimo de intercambios para llegar hasta la portería de Oblak. En el Atlético bastan dos recortes bien tirados (los hizo Costa ante Mustafi y Chambers) o un pase mordido dentro del área (también de Costa) para Griezmann. Si hay atajos para llegar hasta el gol, el Atlético los conoce todos. No deben tener traducción inglesa esas lecciones, pues en el Arsenal, ni la presión, ni el marcador, ni el tiempo provocan reacciones desesperadas.

Antes de retirarse del campo fundido, tuvo tiempo de enfrentarse con Mustafi, ver tarjeta amarilla, y tirar a puerta. Su enfado porque nadie viera sus gestos de auxilio fueron el último grito que dejó sobre el campo. La ovación que recibió al retirarse (le sustituyó Fernando Torres) fueron los propios de un futbolista que no entiende el juego sin la pasión, aunque a veces una cosa anule la otra. Lo más parecido que hubo sobre el campo fue el Mono Burgos, imparable desde la zona técnica. Eso es en gran parte el Atlético, la incontinencia deportiva en vena.

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Sobre la firma

GORKA PÉREZ
Es redactor de la sección de Economía y está especializado en temas laborales. Ha desarrollado la mayor parte de su carrera en EL PAÍS. Antes trabajó en Cadena Ser. Es licenciado en Periodismo por la Universidad del País Vasco y Máster en Información Económica de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo.

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