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ALIENACIÓN INDEBIDA
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Gana el Madrid, ganan los de siempre

El fútbol sería otro cantar si, como he propuesto varias veces, la FIFA retirase del campo las porterías

FOTO: Ramos y Marcelo celebran un gol del Madrid en Múnich. / VÍDEO: Declaraciones de Zidane tras el partido.Foto: atlas | Vídeo: GTRESONLINE / ATLAS
Rafa Cabeleira

Puede que no ganasen los mejores pero ganaron los de siempre, no se me ocurre mejor resumen para describir lo sucedido ayer en Múnich y ni siquiera se me ocurrió a mí: hasta en eso resultó triste la noche. El fútbol se ha convertido en un misterio de tal calibre que exige no prestarle demasiada atención para poder desentrañarlo, por eso se nos va de las manos a quienes lo escrutamos con rectitud y cien ojos pero se presenta como un libro abierto ante quien se pasa el partido montando muebles, con el murmullo del televisor flotando en el ambiente y un novio sociópata llevándose las manos a la cabeza a pocos metros de distancia, incapaz de comprender nada.

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Fue una noche triste y no porque ganara el Madrid con la ayuda de Dios, que hace tiempo se le presupone. Su hipotético éxito europeo era algo que veníamos barruntando unos cuantos desde que cayó estrepitosamente frente al Leganés en la Copa y abandonó la Liga por aburrimiento, como esos compañeros de habitación a los que se les intuye la muerte en el rostro pero sabes que saldrán del hospital por su propio pie antes de que a ti te retiren el catéter. Hemos llegado a un punto de la vida en que apenas aspiramos a algo más que a comprender, a encontrar alguna explicación en tales patrones de comportamiento, a atisbar cierta lógica en esa costumbre de asomarse al precipicio cada cinco minutos y lucir sonrisa de recién casados para las fotos.

Creo que se equivocan los que insisten en los viejos axiomas del antagonismo, como si un nuevo alirón del Madrid en Europa empañase un año de excelentes cosechas tanto en Liga como en Copa. El aficionado 2.0 del Barça –esa loca minoría- es un hincha moderno que ha aprendido de los errores y centra su atención en la casa propia, no en el garaje ajeno. A todos nos gusta saborear una pizca de sal en las comidas, disfrutar de una pequeña bronca de barra o salón a cuenta de las viejas rivalidades, pero ahora somos plenamente conscientes de que la hipertensión nos puede arruinar la vida. Las guías de la buena salud aconsejan preocuparse más por uno mismo y olvidar los achaques del contrario, una especie de dieta futbolística que nos reduce el colesterol, controla los triglicéridos y mejora el tracto intestinal pero que, inevitablemente, nos convierte en unos tristes. La otra vía, la de las bolas calientes, los escándalos arbitrales y las victorias sin merecimiento nos puede hacer felices durante un breve intervalo de tiempo pero no es más que vulgar homeopatía.

El fútbol sería otro cantar si, como he propuesto varias veces, la FIFA retirase del campo las porterías. El juego pasaría a ser lo verdaderamente importante, el resultado lo definirían un grupo de jueces levantando unas cartulinas y los amantes del pase horizontal explotaríamos extasiados al reconocer en las puntuaciones finales los méritos que nosotros mismos habríamos otorgado previamente a los contendientes. Sin embargo, y a la espera de que mi reclamación sea atendida, el fútbol sigue siendo ese deporte en el que gana aquel que marque un gol más que el contrario. Por eso no conviene apostar por los mejores y sí por los de siempre, por eso conviene olvidarse del partido de vuelta, aceptar lo inevitable y dedicarse, qué sé yo, a la carpintería.

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