_
_
_
_
_
SIN BAJAR DEL AUTOBÚS
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Todavía futbolistas

A menudo no queremos oír hablar del futuro del fútbol, sino de su pasado

Francesco Totti, el pasado 14 de mayo, durante Roma-Juventus.
Francesco Totti, el pasado 14 de mayo, durante Roma-Juventus.ANDREAS SOLARO (AFP)
Juan Tallón

Todos necesitamos tener la seguridad de que mañana se parecerá un poco a hoy. Por eso se nos va a hacer tan extraño 2018, cuando ya ningún cronista escriba que jugaron Pirlo, Xabi Alonso, Kaká, Valdés, Lahm o Francesco Totti porque están retirados. Sentiremos que otra vez el mundo ha dejado de ser genuino, medianamente salvaje, para convertirse en algo aleccionado y artificial. No importa si alguno de ellos había dejado demasiado atrás su mejor época. Quizá la mejor época de una estrella nunca pase del todo, y por eso vuelven continuamente como relato sus jugadas, goles, pases, regates, o su clase y carisma. Estamos en nuestro derecho a pedir a la vida que dé la vuelta, que regrese al principio, al estilo de aquella vieja pintada que reclamaba desde una pared “Volvé, Cortázar, qué te cuesta”, cuando Cortázar ya había muerto.

Más información
Al salir del vestuario
Bielsa, el hombre que sabía irse

Qué sería del fútbol sin los viejos encuentros. En tiempos de cambios traumáticos, en los que ni siquiera las horas a las que se juegan los partidos son lo que eran, este deporte precisa más que nunca de las leyendas que ya no juegan, pero que cualquier memoria sabe componérselas para verlas desplegadas dentro de un campo con solo la imaginación. A menudo no queremos oír hablar del futuro del fútbol, sino de su pasado. Ahí está todo, incluido el porvenir, al que ciertos días se llega retrocediendo en el tiempo. No hay futuro que valga si no puedes evocar en cualquier instante algo que ya pasó, como una carrera de Kaká mientras el balón se abraza a su pie, o el juego calcetado de Xabi Alonso, pensado para desembocar al rato en un peligro mortal. Nada de esto volverá a repetirse en un terreno de juego, y sin embargo estará pasando siempre. ¿Quién no es capaz cuando lo desee, con los ojos cerrados, de ver a Andrea Pirlo flotar en el centro del campo, proporcionando a un balón coordenadas para que esté en el lugar y a la hora indicada donde exige un compañero?

Nos enfrentamos a un deporte necesitadísimo de recuerdos. Un hincha es alguien que se está diciendo a todas horas de dónde viene, y para eso hay que girarse y mirar momentáneamente hacia atrás. Casi siempre la única forma de explicar por qué eres de un equipo, y por qué te entusiasmas cada semana, a medida que se acerca el próximo partido, es recrear una suma de viejos gestos en forma de gol o jugadas que poco a poco fueron apuntalando tu identidad. Nunca entendí cuando Frank Bascombe, protagonista de las mejores novelas de Richard Ford, decía que lo único que él había aprendido escribiendo en revistas sobre glorias del deporte era que en la vida no había nada transcendental, y que las cosas venían y se iban, y que el pasado no valía nada. Creo que en fútbol cada uno de nosotros está marcado por unas pocas generaciones de jugadores que lo acompañan todo el tiempo, estén o no retiradas. Un día se ganaron el derecho a decir, cuando a los 50 o a los 80 años le pregunten a qué se dedican, que son futbolistas, todavía futbolistas, siempre futbolistas.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_