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Exhibición y victoria de Contador en el Angliru de la vuelta a España

Chris Froome, virtual ganador de la Vuelta a España por primera vez en su carrera, en la despedida del español como profesional

Contador celebra la victoria en el Angliru.
Contador celebra la victoria en el Angliru.JOSE JORDAN (AFP)

Froome ya tiene lo que quería y Contador lo que soñaba. Froome decía que la Vuelta no le quitaba el sueño pero le apetecía como un dulce en su palmarés. Y Contador, sueña que te sueña con hacer algo grande. No bastaba con no pasar desapercibido, no bastaba con atacar y atacar y atacar sin medir la capacidad de su explosivo y la dirección de sus disparos. Necesitaba una diana, es decir, un aquí estoy yo, el lanzador de alfanjes que rodea la cabeza de su señuelo sin arañarle ni un pelo. Ganar una etapa, despedirse en el podio, si no el de Madrid, que se le quedó a tiro (¡ay Andorra!), el de una etapa, cuál mejor que la del Angliru, la mas esperada, la más deseada, y atacando desde abajo, antes incluso de pelearse con esa pendiente que se ríe mientras tú sufres sobre la bicicleta. Baila tanto la bicicleta que parece que el asfalto es una sintonía, una risa burlona que te invita a perderte en ese vals el sufrimiento.

Y allí se fue Contador. Se fue bajando El Cordal, siempre peligroso (ahí se cayeron Marc Soler y Nibali, porque siempre se cae alguien, es como un gravamen que se cobra la montaña por el derecho de paso), acompañado de Pantano, entregado, tan entregado que cuando se apartó tuvo que echar pie a tierra para tomar impulso. Allí se fue Contador, ciego, ocultando las muecas en el ritmo e los pedales, sintiendo el pálpito del corazón y el trajín de la carretera como acompañantes del alma de ciclista que se refugia en el inmediato jubilado.

Y por detrás, Froome, sabiendo que la Vuelta era suya, que Contador era el corazón del ciclismo, pero el ciclismo es de Froome. Contador ponía el pulsómetro a reventar y el británico medía las pulsaciones con la calma que da el éxito. Froome por fin ganaba la Vuelta, la irreverente, la que se resistía, la que le guiñaba el ojo pero luego le lanzaba una honda que le daba en el suyo. No podía con ello. Y hoy pudo y lo hizo con la calma británica, con el cálculo pero también con el equipo, un maravilloso equipo. Froome no quiso pasar desapercibido tampoco en El Angliru. Y se fue al final para dejar su sello, poner la dirección de la carrera (paseo de la Castellana, Madrid), y su remite: Chris Froome, británico nacido en Kenia que convivió varios años con gusanos en su cuerpo que le comían los glóbulos rojos, y que cambió el desierto por las carreteras del mundo haciendo más larga su estatura.

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Froome ya ha ganado la Vuelta, ya no tiene gusanos en el palmarés. Ya no tiene nervios (él dice que nunca los tuvo), ya no tiene ese desasosiego que da sentirte ganador y no serlo. Y llegó junto a su fiel escudero Poels (pedazo de ciclista), a su rueda, cediéndole el paso, fuerte, fuerte el holandés. Marcando el territorio Froome y el Sky a sabiendas de que el día en España era el día de Contador, que ya ganó allí arriba en 2008 y se puso líder entonces tras superar a Valverde y Purito Rodríguez. Han pasado nueve años y parece que no ha pasado ninguno, que es el mismo muchacho travieso, impulsivo, improvisador. El mismo trasgu, ese duende de la mitología asturiana, y cántabra y gallega, pequeño, con apariencia humana que cuadra con la imagen bailarina y zascandil de Contador (solo en la cojera no se parece Contador al trasgu).

Y ganó de abajo a arriba. Con prisa y sin pausa. Se le escapó el podio, que no era su gran objetivo, pero ganó la etapa, que era su sueño. Un poco después,a 17 segundos, llegó Froome cumpliendo sus propios deseos, acatando su propia orden. Aquí no había pájaros de barro. Aquí todos querían volar. Y la Vuelta tuvo su final feliz: Contador gana en El Angliru y Froome gana la Vuelta. Hay veces que las previsiones se cumplen. Al final no hay tanta diferencia entre los deseos y los sueños. Para ambos, El Angliru no fue un infierno, fue la gloria. Y como escribió Antonio Machado: “Si es bueno vivir, todavía es mejor soñar, y lo mejor de todo despertar”. Eso será mañana.

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