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El Baskonia vapulea al Fenerbahce

La coral del equipo vitoriano silencia a los solistas de Obradovic

Voigtmann lucha por un rebote.
Voigtmann lucha por un rebote.L. RICO

El Baskonia vapuleó al Fenerbahce de manera insólita. 34 puntos de diferencia (86-52) es un resultado sorprendente entre dos equipos que la pasada campaña disputaron la Final Four (con ventaja para el conjunto turco). Pero lo cierto es que el único vestigio del Fenerbahce en el Buesa Arena fue su camiseta, lo único reconocible del colectivo que dirige Obradovic, harto de chillar a sus jugadores, a los árbitros, a la cúpula del pabellón, antes de sentarse a digerir el sapo de una derrota humillante. Del Baskonia quedó su genética, esa que que le hace ser un colectivo de guerreros que va alternando sus héroes, no sustituyéndolos, alternando sus posibilidades, mezclando sus cualidades. Entre el huevo y la gallina, el Baskonia propuso un corral en el que no falló nadie.

Baskonia, 86 - Fenerbahce, 52

Baskonia: Larkin (13), Blazic (11), Hanga (6), Shengelia (-), Voigtmann (13), -cinco inicial-, Bargnani (13), Beaubois (6), Budinger (6), Luz (6), Tillie (6), I. Diop (2) y Sedekerskis (4).

Fenerbahce Estambul: Dixon (8), Sloukas (9), Datome (2), Vesely (2), Udoh (8) -cinco inicial-, Nunnally (6), Kalinic (7), Ugurlu (2), Hersek (4), Antic (4), Minchev (-) y Mahmutoglu (-).

Parciales: 14-11, 27-13, 26-16 y 19-12.

Árbitros: Christodoulou (Grecia), Pukl (Eslovenia) y Paternico (Italia). Sin eliminados.

Buesa Arena. 14.127 espectadores.

Y eso que el partido nació con as muñecas torcidas, doloridas, y los nervios rebosantes, con u escueto parcial de 14-11, después de cuatro minutos navegando en la nave del olvido. Demasiados errores, atolondramiento, como cuando a los coches había que hacerles el rodaje antes de ponerlos en la autopista, no fueran a descuajeringarse la piezas del motor. La diferencia es que el Fenerbahce era eso, un coche antiguo y el Baskonia sencillamente cuidaba la carrocería. Aún así, se llevó un golpe importante cuando Shengelia se torció el tobillo. Un daño añadido al proceso de recuperación de Bargnani tras su lesión.

Pero entonces surgió la figura del carrocero artístico, el alemán Voigtmann, que lo mismo vale para poner un tapón que para anotar un triple desde el exterior, que para pelearse con Udoh, un coche de lujo a las órdenes de Obradovic. Y cuando el motor se gripa, Blazic se saca sus triples imposibles como adelantamientos prohibidos. Pero sobre todo, en el segundo cuarto, rugió el motor del base Lakin, todoterreno, velocidad y precisión para anotar o para asistir, con la genética de los bases históricos del Baskonia . O Hanga, tan intermitente como inalcanzable, o Beauvois, una bocina cuando el Fenerbahce amenazaba con un atropello.

Al término del segundo cuarto, el equipo turco entraba en boxes y ya no salió. O sea, estuvo, pero no salió. El descanso se saldó con 14 puntos a favor del Baskonia y lo que era peor para Obradovic, la sensación de que todos los jugadores del equipo de Sito Alonso eran mejores que los suyos. Uno por uno, ganaban siempre. El carrusel de anotaciones se repartía, el Bskonia ganaba la moyoría de los rebotes defensivos y el Fenerbahce erraba una y otra vez sus triples, una de sus armas (aunque no estuviera Bogdanovic, por lesión).

Lo que pasó después fue echar vinagre en las heridas. El Fenerbahce empeoraba en la misma medida que el Baskonia seguía pisando el acelerador. Bargnani encontró el partido a su medida para su recuperación, Voigtmann seguía siendo fiel a su espíritu alemán, incansable y polifacético, Lakin tiraba de imaginación, mientras Dixon y Sloukas, en el otro bando, más que pisar el acelerador sacaban el pie por debajo del chasis. Al tercer cuarto, la pescadería se cerró: 67-40 era un resultado inalcanzable para el equipo turco, encomendado ya solo a defender su dignidad de finalista de la Euroliga.

Y surgió Rafa Luz, tan solidario siempre, pero ahora anotador de triples, asistente de lujo, defensor intratable. El último cuarto fue un intercambio de canastas, ventajoso para el Baskonia que a medida que anotaba, recuperaba la autoestima de muchos de sus jugadores. Había canastas para todos y nadie repudiaba la suya hasta el 86-52 final que sonrojaba al Fenerbahce, siempre favorito en cualquier quiniela que se precie, pero errático como tantas encuestas. Porque era el día del Baskonia, de todo el Baskonia. Uno por uno y todos a la vez.

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