PARA LEER

Una (gran) crónica de violencia

El periodista norteamericano Bill Buford descubrió a los hooligans una tarde de sábado de invierno en una estación de tren de Gales. Allí paró, por unos minutos, un convoy que transportaba a seguidores del Liverpool. Fueron instantes de un extraño silencio, de miedo y también de atracción, a partir de la cual Buford dedicaría los siguientes años a seguir, vivir y documentar la violencia en el entorno del fútbol inglés.

Entre los vándalos (Anagrama) es el resultado de un trabajo periodístico y sociológico que ofrece una completa imagen de los hooligans en los a...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

El periodista norteamericano Bill Buford descubrió a los hooligans una tarde de sábado de invierno en una estación de tren de Gales. Allí paró, por unos minutos, un convoy que transportaba a seguidores del Liverpool. Fueron instantes de un extraño silencio, de miedo y también de atracción, a partir de la cual Buford dedicaría los siguientes años a seguir, vivir y documentar la violencia en el entorno del fútbol inglés.

Entre los vándalos (Anagrama) es el resultado de un trabajo periodístico y sociológico que ofrece una completa imagen de los hooligans en los años 80. Un relato cargado de violencia, de un tiempo en el que los líderes de cada hinchada eran conocidos por su nombre en todo el país (y a veces en el extranjero) y en el que la delincuencia organizada y los grupos de ideologías extremas lideraban a manadas de hombres dispuestos a pegarse no se sabe muy bien por qué. En una conversación telefónica, el autor explicaba que la violencia "no tenía nada que ver con el fútbol. Se trataba de violencia entre grupos de jóvenes, algo tan antiguo como la Historia".

"Era imposible no sentir lo que ellos sentían. Aunque no cometí ningún acto violento, sentí esa especie de fiebre y fue muy interesante", añadía. Puñaladas, peleas en las calles, falsificación de billetes, agresiones brutales a policías, tráfico de drogas, hinchas que viajan al extranjero en avión sin billete y sin pasaporte y son recibidos en el aeropuerto por una autoridad diplomática que reza para que no pase nada... Crónica de un tiempo en el que, para frenar a los hooligans, fue necesario incluso situar un tanque en el centro de Turín.

Sobre la firma

Archivado En