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Djokovic y el riesgo de la obsesión

En la final de hoy (15.00, Eurosport) frente al suizo Stanislas Wawrinka, el número uno aspira a levantar su primer cetro de Roland Garros y a completar el póquer del Grand Slam

Alejandro Ciriza
Djokovic, durante las semifinales contra Murray.
Djokovic, durante las semifinales contra Murray.Thibault Camus (AP)

“Obsesión”, según la RAE. 1. Perturbación anímica producida por una idea fija. 2. Idea que con tenaz persistencia asalta la mente.

De acuerdo. Pocos, muy pocos, poquísimos, confían hoy en la machada de Stanislas Wawrinka, un tenista ciclotímico, de más idas que venidas probablemente, con solo un grande (Australia, 2014) en su hoja de servicios y doblegado en 17 de las 20 ocasiones que se ha cruzado en el camino con Novak Djokovic. Dos de las tres veces en las que el suizo fue capaz de echarle el lazo se produjeron sobre cemento; la restante, sí, sobre tierra, pero data de 2006 y se circunscribe a un torneo menor como el de Umag (Croacia).

De acuerdo. Nole parece hoy día inabordable. Su temporada se resume en unos números tan incontestables que pocos, poquísimos, pueden pensar en un tropiezo del serbio. Balance de 41-2 (Roger Federer fue su último verdugo, en Dubái, febrero), cinco títulos (el único major resuelto, Australia, y todos los Masters 1.000: Indian Wells, Miami, Montecarlo y Roma) y solo dos sets concedidos (ayer, 6-3, 6-3, 5-7, 5-7 y 6-1 ante Andy Murray) en su camino hasta la final de Roland Garros, que disputará esta tarde (15.00, Eurosport) contra Stan.

El serbio, en el punto más álgido de su carrera, ha vencido al suizo en 17 de las 20 veces que se han cruzado

Y de acuerdo. Después de muchos años, de muchos sinsabores para él en París, despachó por primera vez al rey de la arena, a Rafael Nadal. Pese a la irregularidad en este 2015, a que solo haya celebrado el título de Buenos Aires, el español parecía el único capaz de frenar la avasalladora trayectoria de Djokovic, que en esta edición ha dejado por el camino a Nieminem, Müller, Kokkinakis y Gasquet sin apenas despeinarse, antes de apear al de Manacor y a Murray.

Se antoja difícil, por tanto, que el número uno no festeje hoy su primer título en la Philippe Chatrier. Complicado, cuanto menos. Sin embargo, existe una rendija que ilumina la esperanza de Wawrinka, 30 años, instalado con su pase a la final en el sexto puesto del ránking. Se llama obsesión, y tiene nombre y apellido: Grand Slam. Es decir, la conquista de los cuatro grandes trofeos del circuito.

Wawrinka devuelve la pelota en la semifinal contra Tsonga.
Wawrinka devuelve la pelota en la semifinal contra Tsonga.MIGUEL MEDINA (AFP)

“No estoy obsesionado”, replica Djokovic cuando le preguntan por este asunto. Pese a que ese sea su mensaje de puertas afuera, Nole es consciente de que tiene una oportunidad de oro para ingresar en el selecto club de los tenistas alcanzaron tal premio. Ahí figuran Donald Budge, Fred Perry, Rod Laver, Roy Emerson, Andre Agassi, Roger Federer y Rafael Nadal. Solo dos, Budge (1938) y Laver (1962 y 1969), lograron el póquer en un mismo año. Y en esas está el serbio, amo y señor en estos momentos, ansioso por engordar un expediente que tiene inscritos ya cinco Abiertos de Australia, uno de EE UU y dos cetros de Wimbledon. 28 años y un desafío por delante.

Hoy día, parece que Nole es el único que puede tumbar al propio Nole. Él es su mayor antagonista

“Dejaré todas las fuerzas que me quedan sobre la pista para conseguirlo”, advertía ayer, después de batir a Murray en una semifinal episódica, dividida en dos días por causa de la lluvia, que le exigió estar sobre la pista cuatro horas y nueve minutos. “No hay problema, estaré bien para la final”, aseguró Djokovic, el nuevo Djokovic, mucho más centrado desde que cuatro días después de ganar Wimbledon el pasado mes de octubre naciera su primer hijo, Stefan, fruto de su matrimonio con Jelena Ristic. “Ahora soy un hombre más completo, controlo mejor mis emociones”, dice.

Todo apunta a él, está claro. Pero a Wawrinka, el revés más demoledor de la ATP, le queda un resquicio más allá del juego de uno y otro. Se llama obsesión. Los recovecos de la mente, las idea permanente y pululante. Porque, hoy día, parece que Djokovic es el único que puede tumbar al propio Djokovic. Él es su mayor antagonista. Nole, con permiso de Stan, desafía al propio Nole.

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Sobre la firma

Alejandro Ciriza
Cubre la información de tenis desde 2015. Melbourne, París, Londres y Nueva York, su ruta anual. Escala en los Juegos Olímpicos de Tokio. Se incorporó a EL PAÍS en 2007 y previamente trabajó en Localia (deportes), Telecinco (informativos) y As (fútbol). Licenciado en Comunicación Audiovisual por la Universidad de Navarra. Autor de ‘¡Vamos, Rafa!’.

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