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El placer arrinconado de jugar

Mágico González persiste en su reivindicación del fútbol como deporte de regocijo personal

Mágico González con el Cádiz en 1990.

Si el ídolo a adorar en estos tiempos se llama competitividad, Mágico González (San Salvador, 56 años) representa todo lo contrario. No le importó ganar. El resultado, como canta la afición del Cádiz, le dio exactamente igual. Su relato balompédico está basado en la festividad del fútbol. El salvadoreño reclamó hasta las últimas consecuencias el placer de jugar. Un concepto olvidado por completo en la nueva representación deportiva de alta competición.

En los años ochenta los cadistas se iban contentos del estadio Ramón de Carranza con tal de haber visto un destello técnico de Mágico. El sol gaditano iluminó su mejor fútbol y los vídeos de Youtube han inmortalizado sus jugadas de fantasía. Una mezcla de lo añejo y lo moderno. Todo gran futbolero que se precie se emociona con el gol maradoniano contra el Barcelona y la vaselina frente al Racing de Santander. El portero rival, Pedro Alba, salió corriendo al centro del campo para palmotear de ilusión por lo que acababan de ver sus ojos. Uno de los mejores goles en la historia de la Liga. Ante semejantes obras de arte no importan colores ni edades.

No es necesario haber nacido genio para aprender a jugar al fútbol en las calles de la colonia Luz, el barrio más desatendido y conflictivo de San Salvador (El Salvador). Ya en la civilización maya la pelota fue el gran refugio de Centroamérica contra la miseria. Sin embargo solo un genio famélico y melenudo podía expresar con una pelota la personalidad de una civilización milenaria. Mágico simboliza los miles de años en soledad de una cultura arrebatada, la imaginación y la sencillez de un pueblo sin dinero y el desconsuelo de una ilusoria felicidad entregada a los cuerpos.

Mágico no presenciará el España-El Salvador en Washington (22.00, Telecinco). Cuenta en conversación con este diario que no tiene tiempo para sacar un billete de avión, prefiere dormir y jugar. A sus 56 años continúa dando muestras de calidad y justo a esa hora tiene un partido en la ciudad de Antiguo Cuscatlán del torneo de la Amistad con su equipo de amigos Pachines, situado en la cuarta posición del campeonato local. El excadista juega de mediapunta, en los últimos años ha perdido acierto de cara a portería y ya no es el máximo goleador de los campeonatos, pero como remarca uno de sus compañeros: "Los jóvenes marcan goles, pero él pone el toque de distinción. La clase no se pierde".

Mágico González, primero por la izquierda, en la actualidad.

De lunes a jueves tiene entrenamiento con la selección sub-20 salvadoreña en el campo que porta su nombre. Allí lleva a su hijo Jorgito, de 10 años, para que disfrute del fútbol junto a él. Mágico, a diferencia de los que solo se entrenan y nunca juegan, nunca se ha entrenado y siempre ha jugado. Aunque el Mago sea padre, su forma de entender la vida le impide abandonar al niño que lleva dentro. Sus neuronas no se paran a pensar, funcionan con una melodía celestial. Por eso daba la sensación de que sus pies se movían al compás de la garganta de Camarón y de la guitarra de Paco de Lucía. Incluso ha fabricado con sus pocas palabras poesía espontánea, culebritas macheteadas con musicalidad y sabor filosófico: "Los genios no se consideran genios. El rico de su dinero no es dueño sino esclavo. Vivir es ser feliz. Respeté al fútbol, pero no me respeté a mi. La disciplina consiste en que un tonto se deja mandar por alguien que no es más listo. Mi obsesión fue ser feliz sin pisar a nadie. No me gusta tomarme el fútbol como un trabajo porque si lo hiciera no sería yo. Juego para divertirme".

Los genios no se consideran genios. El rico de su dinero no es dueño sino esclavo. Vivir es ser feliz" Mágico González

Únicamente El Salvador y Cádiz supieron mimar a este ensimismado genio del balón. Ahora la imagen bohemia de Mágico González comienza a dar sus frutos en forma de billetes, y bajo sus grandes tentáculos el establishment se ha apoderado de ella. Ha sido incluido en el Salón de la Fama de la FIFA e hizo una campaña publicitaria para Pepsi con Leo Messi.

Pero los magos no envejecen. Jorge González aclara que vive en su linda luna con una pena: la eliminación del Cádiz en la fase de ascenso a Segunda División. El Mago del fútbol sigue sin darle valor al dinero, todo lo que recibe se lo regala al pueblo salvadoreño. Dicen sus más allegados que si el entrenador David Vidal le volviese a proponer salir los 10 últimos minutos para cobrar una suculenta prima le respondería lo mismo: "No, no, míster, que estoy muy cansadito". Si le propusiesen el reto de dar más de 20 toques a un paquete de tabaco o dejar de fumar, volvería a coger uno de Winston y le daría más de 40. Mágico no necesita publicidad ni reconocimiento de la FIFA. Basta con ver una simple cajetilla en el suelo para recordar que la esencia del fútbol reside en la satisfacción consustancial que proporciona el juego.

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