Los achaques de Tiger Woods
Una lesión de espalda pone en jaque al número uno, de 38 años, a un mes de Augusta
Tiger Woods tiene 38 años. La edad no es exagerada para un golfista de alto nivel. Phil Mickelson ganó el pasado Open Británico con 43, Jack Nicklaus logró su último grande con 46, y Miguel Ángel Jiménez sigue venciendo a los 50. Y Tiger es un titán de 1,84m, el hombre que revolucionó la preparación física en el golf, quien abrió los gimnasios. Pero lleva jugando desde que tenía dos años, y en el más alto nivel desde que a los 20, en 1996, se hizo profesional. El curso siguiente ganó el primero de sus 14 grandes, el Masters de Augusta de 1997, y desde entonces compite por ser el más grande de la historia. La carrera no solo ha exigido de él una mente marmórea, sino que ha baqueteado su cuerpo. La rodilla izquierda le ha llevado varias veces al quirófano, y ha sufrido lesiones en el tendón de Aquiles de la pierna derecha, el cuello, el codo izquierdo y ahora la espalda.
El parte médico
1994: le retiran dos tumores benignos en la rodilla izquierda.
2002: le extraen líquido en la rodilla izquierda.
2007: se rompe el ligamento cruzado anterior de la rodilla izquierda.
2008: dos fisuras en la tibia izquierda, lesión en el cartílago de la rodilla y rotura del tendón de Aquiles de la pierna derecha.
2010: lesiones en el cuello y en el tobillo derecho.
2011: esguince en la rodilla izquierda.
2012: lesión en el talón del pie izquierdo.
2013: lesiones en el codo izquierdo y en la espalda.
Woods se retiró este domingo del Honda Classic, en Florida, después de soportar el dolor durante 13 hoyos —ganó Russell Henley y Sergio García fue octavo—. Había notado ya molestias en el calentamiento, y a su paso por el hoyo nueve charló unos segundos con su novia, la esquiadora Lindsey Vonn, acerca de su problema. En el 13, con cinco por jugarse y ya cinco golpes sobre par en el día, dijo basta. “No puedo más”, le explicó a su compañero de ronda, Luke Guthrie. Y se marchó. Ahora es duda para defender el título esta semana en el Cadillac World Golf Championship, en Doral, y, sobre todo, la lesión pone en jaque su puesta a punto para el primer grande del año, el Masters, dentro de 38 días (del 10 al 13 de abril). “Haré tratamiento todos los días para calmar el dolor. No sé si podré jugar en Doral”, dijo Woods. Es la sexta vez en 297 torneos del PGA en que se retira por lesión, cuatro de ellas en los últimos cinco años. Los achaques comienzan a pasarle factura.
El juego es bueno, y la mente está en su sitio. Pero en esa lucha por alcanzar los 18 grandes de Nicklaus ahora la pata que falla es el físico. Y la espalda es un mal enemigo para los golfistas, seguramente el punto del cuerpo que más puede molestarles por lo que afecta a cada movimiento. Es lo que a punto estuvo de acabar con la carrera de José María Olazábal, y lo que dejó en el dique seco a Gonzalo Fernández-Castaño durante meses. “Como al piloto al que se le rompe el motor, con dolores de espalda en golf no se puede jugar”, explica el madrileño desde Doral; “el más mínimo dolor hace que hagas el swing de manera diferente, vas con miedo, encogido. Lo mejor es parar y recuperarte plenamente, antes de que el dolor vaya a más”.
El juego y la mente están en su sitio, pero ahora lo que le falla es el físico
“El cuerpo es una cadena”, explica Jason Lloyd, entrenador de golfistas; “si está débil en una parte, eso afecta a otra. Tiger ha tenido muchos problemas en la rodilla izquierda. Cuando hace el swing intenta protegerla, y por eso hace más fuerza con la espalda. En la bajada pone mucha tensión en esa zona. No está compensado. Técnicamente no es bueno para su cuerpo. Y por eso en el drive falla tantas calles. Su juego corto es fantástico. Mentalmente está bien. Pero si pierdes calles, no ganas un grande”. Este año, Woods ha cogido el 51,2% de las calles. Su porcentaje el curso pasado era del 62,5. El mejor de su carrera, un 71,3% en 1999.
Rodillas y espalda, los dos puntos débiles de Tiger. Igual que ha sucedido con Rafa Nadal, otro atleta de movimientos explosivos y mucha musculatura. También ambos con un alto umbral de sufrimiento, como demostró Woods cuando ganó cojo el US Open de 2008. La espalda ya le dio un aviso en agosto pasado, cuando, también en el hoyo 13, Tiger cayó al suelo después de golpear la bola en The Barclays. Entonces Woods dijo que la cama del hotel le produjo ese malestar. Esta vez no hay justificación externa. Unos espasmos le hicieron retirarse y su calendario está cogido con pinzas. El estadounidense tenía previsto jugar en Doral esta semana y el Arnold Palmer en Bay Hill (20-23 de marzo) antes de atacar el Masters. Pero nada es seguro, ni siquiera que llegue a Augusta como número uno mundial. El australiano Adam Scott podría arrebatarle el trono si vence en Doral y Tiger no juega o no acaba entre los siete primeros.
Comienza a respirarse el aroma de Augusta, un escenario donde el año pasado Tiger protagonizó una gran polémica al seguir compitiendo después de un dropaje ilegal.
Woods ha ganado cuatro veces el Masters: 1997, 2001, 2002 y 2005. En ninguno de esos años se vistió de verde sin antes ganar al menos un torneo. Y no parece que la espalda vaya a darle esta temporada muchas alegrías.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.