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Ibai Gómez reanima al Athletic

El conjunto de Valverde liquida al Valladolid con 20 minutos impresionantes en la segunda mitad

Ibai Gómez celebra su primer gol
Ibai Gómez celebra su primer golDIARIO AS

De los héroes del silencio surgió Ibai Gómez como un Bunbury del gol. Porque los sonidos del silencio se habían apropiado de San Mamés, aterido de frío por primera vez en la temporada y más en una hora en la que se agradece más el edredón que un partido de fútbol. El frío lo tiene el Valladolid metido en el cuerpo por decreto climatológico y, futbolísticamente, desde que ingresó en el infierno de la clasificación; el frío del Athletic lo reclamó Valverde para que el paraíso en el que vive no le queme la piel de tanto sol. Y como no hacía sol, quien mejor que un habitante del infierno para asaltar San Mamés, el Valladolid, con un fútbol precavido, pero atrevido al mismo tiempo. A ser más precavido de lo normal le animó el gol de Óscar al cuarto de hora en un contra magníficamente conducida por Javi Guerra. Un gol en el infierno es como un ventilador en el cielo y la tendencia natural es a quedarte acurrucado en el ventilador tomando el fresquito.

Athletic, 4 - Valladolid, 2

Athletic: Iraizoz; Iraola, Gurpegi, Laporte, Balenziaga; Iturraspe, Beñat (De Marcos, m. 57); Susaeta (Morán, m. 78), Ander Herrera, Ibai Gómez (Saborit, m. 87); y Aduriz. No utilizados: Herrerín; Ekiza, Etxeita y Sola.

Valladolid: Mariño; Rukavina, Marc Valiente, Peña, Bergdich; Álvaro Rubio, Víctor Pérez (Larsson, m. 56), Rossi; Ebert (Rama, m. 79), Javi Guerra (Manucho, m. 79) y Óscar. No utilizados: Jaime; Rueda, Baraja, y Omar.

Goles: 0-1. M. 15. Óscar. 1-1. M. 65. Ibai Gómez. 2-1. M. 75. De Marcos. 3-1. M. 82. Ibai Gómez. 4-1. M. 86. Ander Herrera. 4-2. M. 89. Rama.

Árbitro: Estrada Fernández. Amonestó a Marc Valiente, Víctor Pérez, Ebert, Morán, Rukavina y Ander Herrera.

Unos 35.000 espectadores en San Mamés.

Que el Athletic quería fundir los plomos estaba claro. Y el gol recibido le animó a la tarea. Tampoco necesitaba demasiadas excusas para ello, pero lo que pincha duele y lo que duele, dicen, es que va por buen camino refiriéndose a las heridas. Lo que no encontraba el Athletic era la mercromina para las heridas. Su profusión de centros, casi todos deshilachados, era inversamente proporcional a la cantidad de jugadas combinadas. En el minuto 28, un fantasma se paseó por San Mamés. Aduriz se escoró a la banda derecha, se retorció ante el defensa y dejó para Mikel Rico. Pero Mikel Rico estaba sancionado y su asiento en el campo vacío.

El Athletic por eso se volcó antes de tiempo, con prisa, con ansiedad, sin previsión, con corazón y con hambre, pero con el frigorífico vacío. Así que el hielo se fundió con, las decisiones del árbitro en relación a las manos del Valladolid en el área: a decir verdad, solo la de Álvaro Rubio sugirió una duda razonable. Quizás por ello, el Valladolid creyó en sí mismo y en su circunstancia. A fin de cuentas, pensó, alguien ganará alguna vez en San Mamés. ¿Por qué no hoy? Pues porque el frío no es igual en todas partes y el Athletic convirtió la segunda mitad en un agobio, en una asfixia, en esa sensación de fatiga en el contrario que más que las piernas cansa la cabeza. Hay que ser muy fuerte para defender un bombardeo tan continuado. Y tras ese sonido de silencio, surgió Ibai Gómez, que en la primera mitad había parecido más un espía que un infante de marina, para apuntillar al Valladolid. Primero aprovechó un rechazo de Mariño a un tiro durísimo de Aduriz para dibujar un arco hasta el poste derecho de su mirada y más tarde para colarse en un bloqueo de De Marcos —un pick and roll pareció ni más ni menos— para sentenciar el partido que había encarrilado el propio De Marcos con un cabezazo a placer tras un servicio de Aduriz, convertido en activista más que en artificiero del área. Luego la faena la redondeó Herrera con un cuarto gol y un bello tanto de Rama.

Pero el silencio lo había roto Ibai Gómez, cual Bunbury del gol que estaba en cualquier lugar menos entre dos tierras. Estaba donde se le esperaba. En 22 minutos liquidó el Athletic la deuda que había contraído con el Valladolid al cuarto de hora. Nada nuevo en San Mamés donde la gente prefiere perderse los primeros minutos antes que los últimos. Quizás el Valladolid lamente haber marcado tan pronto. Nunca lo sabrá. Y menos Javi Guerra, un gran delantero centro que no pudo con los elementos. La extraña sensación la del rojiblanco Erik Moran que disputó los 15 últimos minutos, tres horas después de asistir al funeral de su padre.

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