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Suspira Francia, sueña Ferrer

El español, que nunca pisó una final grande, se mide a Tsonga, sin títulos en tierra

J. J. MATEO
David Ferrer se dispone a golpear la bola en el partido contra Robredo
David Ferrer se dispone a golpear la bola en el partido contra RobredoJulian Finney (Getty Images)

Para llegar a la final de Roland Garros, un millón de barreras, un millón de preguntas, dudas y demonios bailando en la cabeza.

“Ocurra lo que ocurra no me va a cambiar la vida”, se escuda David Ferrer, que busca ante Jo-Wilfried Tsonga (tras el Nadal-Djokovic) y por sexta vez en su carrera su primer partido decisivo en los grandes. Tiene 31 años, lo que le convertiría en el tenista de más edad en pelear por el título desde 1990 (Andrés Gómez) y en el que ha necesitado disputar más torneos del Grand Slam (42) hasta competir por el trofeo en la Era Abierto (1968). Tsonga, que nunca ha llegado a una final sobre arcilla, carga con el peso de un país que no ve a un francés en la final de su torneo desde 1988 (Leconte): el año pasado, contra Djokovic y en cuartos, desperdició cuatro puntos de partido antes de inclinarse en cinco mangas. Los grilletes de la tensión atan a los dos contrincantes. Hoy, París no se gana con la raqueta, sino con la cabeza.

Es una oportunidad buenísima para los dos, tanto para David como para Tsonga”, explica Sergi Bruguera, dos veces campeón de Roland Garros. “Será un partido muy mental”, continúa el español. “El que lo afronte mejor, sobre todo al principio, tendrá una ventaja muy importante”, añade el ex número tres mundial, un tipo de 1,88m que admira lo que pone sobre la pista Ferrer, con 1,75m el top-10 de menos estatura. “Para notar que David es un atleta espectacular solo hay que ver cómo se mueve”, argumenta Bruguera. “Son las mejores piernas del circuito. Sus reacciones, solo hay que ver como resta, son increíbles. David tiene mucha experiencia, tiene muchísimos años en el circuito, y llega muy descansado. Eso, mentalmente, también ayuda a pensar mejor”, dice de su cruce con el saque de Tsonga (303 aces en lo que va de curso, el sexto que más suma del circuito). “Yo recuerdo que en estas situaciones te pasan muchas cosas por la cabeza, que sientes nervios. Hay que controlarlos. Hay que lograr que no te desgasten antes de hora”.

“Y lo bonito del deporte”, dice Tsonga, un tenista de momentos grandes, un competidor de instantes mágicos; “es que siempre puedes hacer algo, que hasta frente al mejor del mundo tienes una opción, porque tiene dos piernas, dos brazos, una cabeza”, prosigue el francés, un chico con estrella, positivo como pocos, que a buen seguro verá un trampolín y no una losa en que Francia lleve 30 años esperando al heredero de Yannick Noah, el último campeón local. “David lucha. Nunca se rinde. Corre mucho. Cubre mucho. Te hace daño con la derecha. Es extremadamente rápido... pero creo que tengo las armas para ganarle, porque le pego más fuerte y saco mucho mejor”.

Tsonga llega desatado. Ferrer, lanzado. El español disputa su sexta semifinal grande, primera en la que su contrario tiene un ránking inferior (él es el número cinco y Tsonga el ocho). A los 31 años, el alicantino, enemigo de las urgencias, y semifinalista en cuatro de los últimos cinco grandes, lo tiene claro: hay ocasiones que no vuelven.

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Sobre la firma

J. J. MATEO
Es redactor de la sección de Madrid y está especializado en información política. Trabaja en el EL PAÍS desde 2005. Es licenciado en Historia por la Universidad Complutense de Madrid y Máster en Periodismo por la Escuela UAM / EL PAÍS.

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