Olite revive el Medievo para asentarse en el futuro

Un castillo del siglo XV y un parador ubicado en un palacio del siglo XIII son los cimientos de este pueblo navarro vinícola y con una gran afición al teatro clásico, que embarca al visitante en una aventura gastronómica, histórica y de convivencia vecinal

Mariano Ahijado

Uno se ve tentado de golpear con los nudillos los muros del castillo de Olite (Navarra). Tiene tanto lustre, está tan bien conservado este palacio real del siglo XV, que no resultaría sorprendente escuchar por megafonía un aviso para que los visitantes abandonaran el parque temático a la caída del sol. Pero no. No se trata de ningún decorado. Este monumento, el más visitado de la Comunidad foral, se encuentra en el centro de un pueblo muy vivo que no cierra. El día que los turistas se van, quedan los vecinos, lo que hace que el destino siga siendo atractivo para los nuevos visitantes que lleguen, siempre ávidos de vivir como los de dentro. Vecinos que organizan el Festival de Teatro de Olite y las fiestas medievales en verano. Que trabajan en alguna de las ocho bodegas vinícolas visitables que hay en el pueblo, en la huerta regada por el Canal de Navarra, en los jaraneros bares de la plaza de Carlos III o en el parador, un palacio del siglo XIII que, junto con el castillo y la iglesia de Santa María la Real, muestra el poderío del Reino de Navarra en la Edad Media y la pujanza de una comarca, la Navarra Media Central, en el siglo XXI.

EL PARADOR Y SU COMARCA

173.000 visitantes recibió el castillo (oficialmente, el Palacio Real de Olite) en 2021, según la empresa encargada de su gestión turística Guiarte. Cifra a la que habría que sumar los 3.998 habitantes de Olite porque el castillo es de todos. En él se celebran presentaciones de libros, espectáculos teatrales, conciertos... Igual sucede en el parador, tan habitado por los que están de paso como por los que están de por vida. Virginia Rull, su directora desde hace casi una década, explica cómo el hotel se abre al pueblo: “Cedemos los salones para la escuela de música, recibimos visitas de colegios, organizamos charlas… Por supuesto, se celebran bodas”. A principios de mayo, dado el arraigo que tiene el sector del vino en Olite, acogieron en sus salones el concurso internacional Grenaches du Monde, en el que se elige el mejor tinto del mundo elaborado con la variedad garnacha entre mil candidatos.

DENTRO DEL PARADOR

El parador, ubicado en lo que de forma popular se llama la placeta, está separado del castillo por la iglesia de Santa María la Real, que cuenta con una portada policromada del siglo XIII y un retablo renacentista en su interior. Javier Adot, uno de los socios fundadores de Guiarte, resume la valía del templo: “Por sí solo, sería un motivo de visita a Olite. Pero, claro, la sombra del castillo es muy alargada”. Adot, natural de Tafalla, una localidad de 10.582 habitantes a 10 minutos de Olite que hasta el siglo XIX contó con un castillo considerable, explica por qué el de Olite se mantuvo en pie: “Tardó en llegar el permiso para derribarlo y mejorar la salubridad del pueblo, pues las murallas eran foco de ratas, pulgas y peligro en general. Un noble o el alcalde del momento, en el siglo XIX, pleiteó”. Si con las piedras del de Tafalla se construyó el ferrocarril, con las del de Olite se cimienta hoy la economía de la región.

El vino también ayuda. A hablar y a atraer a visitantes. Son tantas las bodegas y tal el conocimiento, que en Olite no basta con pedir un tinto, sino que se menciona la marca y la uva. La denominación de origen, Navarra, se da por descontado. Adriana Ochoa es una de las propietarias de las bodegas Ochoa, de producción ecológica. Ha heredado junto a su hermana un negocio que arrancó en 1845. Realizan visitas a la bodega y catas, pero también cuentan con una zona en las instalaciones donde tomar un vino con unas chacinas: “Se trata de restarle importancia, de que la gente se sienta como en casa”, explica esta enóloga, que se formó en la tradición y el purismo de Francia y en la diversión y la heterodoxia de Australia. “Soy partidaria del tapón de rosca y de vender vino en cajas de 5 o 10 litros”, afirma delante de una copa de moscato, un espumoso dulce de baja graduación que producen y que es muy conocido en la zona. Al final, consiste en acercar un producto de contrastada historia, el vino, a todos. Que nadie quede fuera.

LA VUELTA AL MEDIEVO

Una botella de vino es lo que están tomando en el parador María Teresa Malvehy, de 95 años, su hija y sus nietas. Han viajado desde Nueva Orleans, en el sur de Estados Unidos, a Barcelona para cruzar todo el norte de España, hasta Santiago de Compostela. Después del parador de Olite se dirigen al de Santillana del Mar, en Cantabria. Malvehy nació en Cataluña pero se crio en Colombia para acabar migrando a Estados Unidos. “Allí todo es grande y moderno. En España las cosas son pequeñas y diferentes”, compara. El castillo de Olite es muy grande, pero no tanto como un centro comercial. Está tan bien conservado que parece de nueva creación, pero tiene 500 años menos que un mall. Eso sí, en Nueva Orleans tienen una plaza decorada con placas de cerámica de Talavera de la Reina, que se fabricaron en el siglo XIX en el taller de Ruiz de Luna, el ceramista más célebre.

Artesanía vende Claudia Molina en El Txoko, su tienda del casco antiguo. Fabrica piezas para el carnaval, otro evento muy celebrado en Navarra. Molina, nacida en Chile, asegura que 49 nacionalidades viven en Olite. Ha promovido unas jornadas gastronómicas en pos de la integración. Tras el parón de estos últimos dos años, confía en recuperarlas en 2023. “No se pierden una fiesta en Navarra”, afirma Rull, la directora. Casi se solapan con la llegada del buen tiempo. A las mencionadas medievales, hay que sumar las de la patrona, la virgen del Cólera, y más tarde las de la vendimia. Entre medias, el festival de teatro, antes centrado solo en obras clásicas, y que ha reunido en las calles del pueblo a actores como Carmen Machi, Concha Velasco o Pepe Viyuela, un orgullo para sus vecinos. Se celebra en las inmediaciones del castillo y el año pasado congregó a 4.106 asistentes, tantos como vecinos tiene el pueblo.

PARADORES RECOMIENDA

Olite riega de visitantes el cercano Ujué, un pueblo de un centenar de habitantes ubicado a 20 minutos en coche. Erigido en un promontorio a 850 metros, está presidido por la iglesia‑fortaleza de Santa María de Ujué, que alberga una talla románica realizada en madera de aliso y forrada de plata. En la parte baja del pueblo, para antes o después de la visita al templo y las estrechas calles, está el bar y obrador Urrutia. Un matrimonio de 60 años lo gestiona desde hace dos décadas, cuando decidieron abandonar otro pueblo cercano de la comarca e instalarse en Ujué. Hoy lo llaman emprender. Antes, era dedicarse a lo que uno sabe hacer y hacerlo bien. Cuando llegaron había una escombrera al lado de la nave, convertida en bar y tienda, donde hacen pan, dulces y migas de pastor –elaboradas con ajo, panceta, champiñones, tomate y manteca de cerdo– y otros platos con productos de la zona. Hoy, el monte está limpio y hay animales, todo lo que se pide a un entorno rural. “No abrimos ninguna bolsa de plástico para elaborar una ensalada. Mi marido compra el género a los productores de la zona”, describe Juana Rosaura, que atiende al público. José Manuel Urrutia se levanta a las 3 de la mañana para hacer el pan.

TRES SALIDAS SIN SALIR DE LA REGIÓN

Están tan convencidos de su modelo de negocio que han impulsado la distinción Alimentos Artesanos de Navarra, un sello octogonal con tipografía vasca que distingue los productos de una veintena de empresas ubicadas en zonas rurales de la Comunidad foral. Hay espárragos, chocolates, mermeladas, embutidos, aceites… Una alternativa al imán de la nevera. “El mayor problema que tienes en Ujué es la tranquilidad. Hay gente que no la aguanta”, asegura. Su hija vive en Málaga. Rosaura lamenta que puede que no haya relevo cuando se jubilen.

En el campo, de momento, lo hay. Xabier Unzué, de 30 años, ha completado tres módulos de formación profesional orientados a vivir en un entorno rural. Tiene gallinas, abejas, vacas y olivos. Se ayuda de un pastor virtual, una app en el móvil que permite crear un cercado imaginario para no tener que estar con los animales de forma presencial. Una señal acústica previene a las vacas si traspasan la frontera. No es que no le guste estar con ellas, es que puede decidir cuándo. A Rosaura y a Urrutia les gusta estar con sus clientes, vivir en Ujué: “Se organizan actividades culturales y para niños, iniciativas artísticas”, afirma Rosaura para referirse a los cursos organizados por la Universidad Pública de Navarra (UPNA) sobre historia y las observaciones de estrellas dirigidas por el Planetario y la sociedad Astronavarra. Ujué, como Olite, tienen vida propia. No son ningún decorado.

CRÉDITOS

Redacción y guion: Mariano Ahijado
Coordinación editorial: Francis Pachá
Fotografía: Pablo Lasaosa
Diseño y desarrollo: Juan Sánchez y Rodolfo Mata
Coordinación de diseño: Adolfo Domenech  
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