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69º festival de San Sebastián
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Un Javier Bardem en estado de gracia

‘El buen patrón’, de Fernando León de Aranoa, consigue divertirme y que en algún momento estalle la carcajada. Solo por la actuación de su protagonista compensa ver la película

Fernando León de Aranoa (derecha) y Javier Bardem, antes de la presentación en San Sebastián de 'El buen patrón'. En vídeo, tráiler de la película.Foto: GETTY
Carlos Boyero
San Sebastián -

Ocurrió aquí. ¿Hace 20 años? Fue uno de esos momentos milagrosos en los que el cine te regala de todo. De todo lo bueno. Risa, emoción, tristeza, lucidez, complejidad, piedad, comprensión, verdad. Esa extraordinaria película se titulaba Los lunes al sol. La sigo viendo, pero aunque no lo hiciera los personajes, las situaciones, los diálogos seguirían incrustados a perpetuidad en mi memoria. Santa, el protagonista, aquel parado de larga duración y experto en supervivencia, lenguaraz, desvergonzado, mordaz, canallita, amigo de sus amigos, solidario, rebelde, generoso, rabioso con causa, con profundo conocimiento del lamentable estado de las cosas, interpretado de forma genial por Javier Bardem, es uno de mis héroes (aunque sea un perdedor) más queridos en la historia del cine español.

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Aquel talento y sensibilidad excepcionales que demostró Fernando León de Aranoa no volví a percibirlos en su cine posterior. Incluso recuerdo alguna película suya, como Princesas, que me puso de los nervios, que me irritó más de lo debido. Con El buen patrón consigue divertirme, hacerme sonreír en muchas ocasiones, que en algún momento estalle la carcajada. Son sensaciones que agradezco enormemente en la vida y en el cine. Y me cuesta mucho recordar películas de los últimos tiempos, y ninguna en lo que llevamos de festival, que me provoquen esos gestos tan liberadores, tan gozosos. Lo consigue la inteligencia que despliega un guion muy trabajado, con ironía, mala hostia y cinismo de altura en muchos momentos y en unos pocos (hay una secuencia que se desarrolla en un club de señoras putas que me parece muy débil, con la actuación muy pasada de alguno de sus intérpretes) con molesta tendencia al esperpento. Pero el resultado final es notable. Y alberga una de las composiciones más impresionantes, llenando la pantalla, dotando de matices a su personaje, desprendiendo un magnetismo muy poderoso, que le recuerdo a ese actor inmenso que es Javier Bardem. Solo por su actuación compensa ver El buen patrón.

Javier Bardem, en el centro, en 'El buen patrón'.
Javier Bardem, en el centro, en 'El buen patrón'.

Bardem aparece con un careto y una apariencia rara e inquietante. Su personaje también lo es. Es el dueño de una próspera empresa de básculas en una ciudad provinciana. También puede ser un cabrón, un manipulador, un profesional de las trampas emocionales, cuando las cosas amenazan con ponerse chungas. No desdeña la negociación ante los peligros laborales o sentimentales que puedan destruir su imagen pública y la de su empresa. Chantajea, compra, vende, miente, agrede. Pero ese tipo abominable en el fondo y retorcido en las formas también posee su gracia. Y considera fundamental el control de todo lo que afecte a su negocio, a su reconocimiento social, a las ayudas que le aportan las instituciones. Pero se lo pueden complicar empleados que no aceptan su despido, un capataz que descuida sus labores por una crisis matrimonial, una amante demasiado lista. No sé si Fernando León pretende un retrato feroz del capitalismo puro y duro, pero este tío tan poderoso, pragmático, maquiavélico y perverso en algunos momentos logra que le comprenda, incluso que me inspire algo de compasión. Y, repito, es imposible en ningún plano apartar los ojos y los oídos de Javier Bardem. Ya no existen en este festival los premios al mejor actor y a la mejor actriz. Solo hay uno a la mejor interpretación. Decisión que me escandalizó. Por boba. Sospecho que si el jurado es honesto va a tener un problema moral al otorgar el galardón.

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