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Eric Jiménez, de Los Planetas: “La primera vez que recibí algo de cariño fue de la batería”

El músico publica su segundo libro autobiográfico, donde ofrece detalles de sus problemas emocionales y sus aventuras roqueras

Enric Jimenez Los Planetas
Eric Jiménez, la semana pasada, en Madrid.Santi Burgos

Para comprobar el impacto popular de Eric Jiménez (Granada, 53 años) hay que echar la vista atrás, a mayo de 2019. El músico se casaba con su pareja de hacía dos años, Guillermina Rubio. Oficiaba el alcalde de Granada de la época, Francisco Cuenca, y la lista de invitados ascendía a 300. El batería, haciendo un guiño a su espíritu festivalero, ideó unas pulseras para acceder al recinto. Horas antes de empezar el convite se dieron cuenta de que se estaban falsificándolas. “Tuve que poner seguridad para que no se colara gente. Aun así detecté a algunos, pero dije: ‘Qué más da, que disfruten de la boda”.

Una anécdota que constata dos de sus cualidades: don de gentes y campechanería. Otra: estamos ante uno de los mejores baterías del rock español, encargado de las baquetas de bandas como Los Planetas y Lagartija Nick y, en algunas etapas, al lado de Enrique Morente. Su anterior libro, Cuatro millones de golpes (Penguin, 2017), resultó un relato a quemarropa de su disfuncional infancia. Su padre, Carlos, era un terrateniente granadino chapado a la antigua, casado con una mujer francesa que no podía tener hijos. Carlos edificó una doble vida, ya que mantenía una relación con la granadina Adoración, la madre de Eric y sus dos hermanos. El padre montó una pensión para que a su amante y a sus tres hijos no les faltase la comida. La ausencia emocional era, sin embargo, tremenda. De vez en cuando Carlos se pasaba por la pensión Penibética, de visita. Jiménez cuenta que un día llamó a casa de su padre, la verdadera, la que compartía con su mujer. El padre cogió el teléfono y le dijo: “No conozco a ningún niño que se llame Ernesto [nombre real de Eric].

“Ser precoz en todo me llevó a casarme muy joven, con 16 años, porque creía que no iba a encontrar a otra chica que me quisiera

Tras el éxito de ese libro, ahora publica Viaje al centro de mi cerebro (Penguin, 2021), una colección de historias, reflexiones y aventuras que mezclan rock, emotividad, tristeza y fiesta. La conversación se celebra en una oficina de la editorial en Madrid. Una mesa redonda separa al músico del periodista. El ímpetu con el que se expresa este provoca un movimiento de la mesa que acaba arrinconando al periodista. Así es Eric, de profesión batería.

Pregunta. Dice en su libro que necesita una vejez tranquila. ¿Tan dura ha sido su vida?

Respuesta. Tuve una infancia jodida. Pero me di cuenta de ello cuando era adulto. De pequeño no era consciente. Ser precoz en todo me llevó a casarme muy joven, con 16 años, porque creía que no iba a encontrar a otra chica que me quisiera. Tenía una vida de adulto con la edad de un niño. Estaba jugando, tenía que mantener una casa; a la vez tenía mucha presión porque no podía mantenerla; a la vez los grupos me decían que era un vago porque no iba a ensayar. Pero es que yo ponía copas en una discoteca durante 12 horas para mantener a mi familia. Y sentimentalmente las he pasado muy putas. He sido una persona que ha buscado siempre lo más clásico como pareja.

P. ¿A qué se refiere cuando dice “lo más clásico”?

R. Lo clásico es encontrar una pareja para toda la vida, hasta que te mueras. Pasa cuando has vivido sin la figura paterna. Mi vida ha sido rock and roll, por eso he buscado lo clásico. Seguramente los que han tenido los patrones familiares normales lo que buscan es rock and roll.

P. ¿Sufrió algún tipo de discriminación al llevar su padre en secreto la relación con su madre? Oficialmente, usted y sus hermanos eran hijos de madre soltera, y en la España franquista de los sesenta.

R. Sí, mucha. No me dejaban entrar en casa de amigos porque decían que mi madre no estaba llevando una vida correcta. Me han vetado en muchos sitios y me he sentido menos que los demás. La primera vez que recibí algo de cariño fue de la batería.

“No me dejaban entrar en casa de amigos porque decían que mi madre no estaba llevando una vida correcta

P. ¿Cómo se desenvolvía en esa soledad?

R. Al ser el menor de los hermanos estaba en mi mundo. Mi madre [murió en 2018; su padre falleció hace 30 años] era una persona que me quiso, pero nunca me dijo: “Te quiero”. He tenido siempre la necesidad de ser aceptado y de mucho cariño. Luego tuve relaciones complicadas porque éramos muy jóvenes. Eso me marcaba y me hacía ser dependiente de alguien. Me fui de mi casa muy joven y cuando las cosas no funcionaban no sabía vivir solo.

P. ¿Cuándo encuentra la estabilidad emocional?

R. Cuando me casé, en 2019. Bueno, no, cuando conocí a mi chica, Guille [de Guillermina], hace cuatro años. También influye que tengo una buena relación con la madre de mi hija y me hace disfrutar de Gabriela [8 años]. Así puedo ser con ella el padre que yo no tuve. Ahora podría estar solo en cualquier momento porque sé que aunque esté lejos de mi hija y mi mujer, las tengo ahí.

P. Eso es fiarlo todo a una sola carta. ¿Qué pasaría entonces si lo deja con su actual pareja?

R. Y qué coño hago, si es lo que siento. Si te enamoras, estás contaminado. Yo estoy enfermo, abducido por una persona. También me estoy agarrando a mi hija y, cuando sea adolescente, no va a querer saber nada de mí. Los picos de felicidad ahora son muy altos. Cuando eso falle, los picos serán bajísimos, pero asumo el riesgo.

P. “Siento terror del mundo exterior”, afirma en el libro.

R. Sí, cada vez tengo más fobia social. Y sobre todo no aguanto a la gente como yo. Me parecen insoportables. Cuando alguien se toma unas copas y me mete unas barrilas como las que yo metía, me parece un puto coñazo. Porque no hablamos el mismo lenguaje. Y, además, la gente se va haciendo mayor y son más huraños y menos juveniles. Y eso me da miedo. Es que yo soy un niño, y no porque me niegue a ser adulto, sino porque ya fui adulto de niño.

“Las canciones ‘indies’ de ahora están enfocadas a un público masivo porque tienen unos parámetros comerciales para bailar en una discoteca de verano

P. Ya no bebe, por lo tanto no se convierte en un pesado…

R. Qué va. Sigo bebiendo y acabo siendo un pesado. La droga la dejé hace muchos años. Aunque no soy un seminarista, bebo mucho menos. Me gusta el tema del tardeo: acabar siempre en casa pronto. Tampoco salgo después de los conciertos. Prefiero levantarme a desayunar a las siete de la mañana.

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P. ¿Cómo entró en lo que llama su “etapa del infierno”, con episodios peligrosos con traficantes incluidos, y cómo salió?

R. Entré por mi soledad, mis rupturas sentimentales, por tener fobia a estar solo en casa y necesitar parar en la calle. Cuando me independicé, solo regresaba a mi casa cuando estaba rendido, y a lo mejor habían pasado tres días. Y a ciertas horas solo hay unos sitios abiertos, y ahí está todo el infierno. Salgo de eso cuando tengo a mi hija, hace ocho años. Me doy cuenta de que la tengo muy mayor [con 46] y quiero disfrutar de ella. Empiezo a tener conciencia de que tengo que cuidarme.

P. Dentro del grado de consumo de sustancias en Los Planetas, dónde se sitúa usted.

R. Yo estaba, con varios, en el nivel alto. Pero jamás he consumido a diario. Si no me tomaba una copa no consumía. Nunca he tenido dependencia.

P. ¿Usted cree que Los Planetas están artísticamente sobrevalorados?

R. Ah, yo no lo sé. Eso lo tenéis que decir vosotros. Yo creo que es una banda de puta madre. Y también creo que es una banda que no toca para la gente.

P. Explíquese.

R. Hay un montón de grupos que componen para que bailen sus fans. Si Los Planetas quisieran hacer canciones para que 20.000 personas botaran dos horas en Las Ventas, lo podrían hacer perfectamente. Pero la gente crece, madura, y no se expresa de una manera igual cuando tiene 20 años que cuando tiene 50.

P. ¿Cuántas veces le ha echado del grupo Jota [Juan Ramón Rodríguez, cabecilla de Los Planetas]?

R. Pues no sé, tres o cuatro veces (risas). Es que yo soy muy raro.

P. ¿Cómo se lo toma usted?

R. Ah, pues si el hombre no quiere, pues me voy. Pilla un calentón y ya está. Luego nos tomamos unas cervezas y lo arreglamos.

“Los Planetas es una banda de puta madre. Y también es una banda que no toca para la gente

P. ¿Por qué se enfada con usted?

R. Yo qué sé… Pero no hay mal rollo. Se china por algo y ya está. Pero lo hace sin acritud.

P. “El indie es lo más parecido ahora a Los 40 Principales”, escribe en el libro.

R. Las canciones indies de ahora están enfocadas a un público masivo porque tienen unos parámetros comerciales para bailar en una discoteca de verano. Y eso no es música indie, que requiere un componente de riesgo e investigación.

P. En la historia del rock a los baterías se los considera el componente menos cuerdo...

R. Pero somos los locos más visibles. Es mucho más sana la locura de un batería, que la muestra, que la locura que acarrean los guitarristas y cantantes, que se la callan. Desconfío más de la locura que se calla que de la que se muestra.

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Sobre la firma

Carlos Marcos
Redactor de Cultura especializado en música. Empezó trabajando en Guía del Ocio de Madrid y El País de las Tentaciones. Redactor jefe de Rolling Stone y Revista 40, coordinó cinco años la web de la revista ICON. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid y Máster de Periodismo de EL PAÍS. Vive en Madrid.

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