‘Un efecto óptico’, la cómica libertad de un creador singular

Los perros verdes son tan necesarios en las cinematografías nacionales como la propia industria, y uno de nuestros mejores perros verdes es Juan Cavestany. Un hombre que después de ver el injusto fracaso de su mejor obra, Gente de mala calidad (2008), artefacto de peligrosa y extraordinaria combustión social, compuesto dentro de los márgenes comerciales del cine español, pero desde una cabeza y una visión singulares, decidió dar (o quizá se vio obligado a dar, qué más da) un paso no atrás, sino a un lado, para ser más libre, más procaz, más perro verde aún. Con Un efecto óptico, delirante comedia de ciencia ficción sobre la realidad y su reverso onírico, surrealista y metafísico, sigue en la línea de títulos como Dispongo de barcos, El señor, Gente en sitios y Esa sensación.

Un movimiento hacia el lado más experimental y anómalo del cine español que, de todos modos, no ha evitado que su muy particular sentido de la comedia haya logrado entrar también por una extraña rendija en las fórmulas de las plataformas televisivas, y series como Vergüenza y Vota Juan así lo demuestran. Cavestany, con los magníficos Carmen Machi y Pepón Nieto como mediadores interpretativos, ha compuesto una oda al hogar a través del surrealista viaje de turismo de una pareja cualquiera a un Nueva York demasiado parecido a Burgos. Un viaje porque sí, por seguidismo, donde la mortadela ejerce de vínculo de unión con una realidad abandonada, en un retrato que se desdobla una y otra vez entrando en un bucle repetitivo, como un Black Mirror escrito por Buñuel y Gómez de la Serna, que despliega su metáfora desde una convivencia matrimonial marcada por el tedio, la insatisfacción y el síndrome del nido vacío.

Las situaciones alejadas de la lógica, aunque de una profunda verdad casi metafísica (“¿No tienes la sensación de que estamos aquí?”), adquieren a veces formas metalingüísticas, pero siempre desde una perspectiva de comedia de libérrimo desarrollo. Un estilo contra el que afirmar que tal o cual secuencia se alarga demasiado o que el choque de algunas ideas no acaba de cuajar sería ser aún más absurdo que la propia película. Y eso sí que tropezaría con su libertad y con su atrevida grandeza.