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La generación del 27, reconstrucción de la memoria

El historiador José-Carlos Mainer y la escritora Anna Caballé recorren los pasos que llevaron a la formulación de este grupo

El historiador José-Carlos Mainer conversa sobre la Generación del 27.
Andrea Nogueira Calvar

Bajo el pretexto de homenajear a Luis de Góngora en el tercer centenario de su muerte, algunos jóvenes poetas se reunieron en Sevilla en 1927. No fue una celebración especialmente numerosa. Tampoco ese año resultó muy productivo para el grupo, pero el evento pasó a la historia como el acto fundacional de la Generación del 27. Esta denominación no convence al historiador José-Carlos Mainer, que ha defendido su postura en una conversación con la biógrafa Anna Caballé, moderada por el periodista Javier Rodríguez Marcos y retransmitida en directo en EL PAÍS dentro del ciclo La España del siglo XX en siete días. El profesor firma el libro 17 de diciembre de 1927. El triunfo de la literatura, huyendo así del apelativo. “Me negué a que la palabra generación saliera en el subtítulo porque me parecía más justo con todos”, justificó.

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Caballé apuntó, alabando la rigurosidad de Mainer en el libro, cómo con la celebración del centenario cambia la percepción de estas efemérides, que hasta entonces no tenían ninguna trascendencia cultural y a partir de entonces son oportunidades para revisar una obra o figura. “Me ha parecido una reflexión muy interesante de la que no era tan consciente”, concedió la también profesora y crítica literaria.

A pesar de lo poco esplendoroso que pudo resultar aquel acto, la idea de la Generación del 27 era ya latente, como señaló Mainer, pero quizás por “tan obvia” no hubo un pronunciamiento claro. “El nombre de Generación del 27 y sobre todo el aura emocional que eso comporta viene de la difícil digestión del pasado de los años de posguerra”, explicó el catedrático. Una serie de publicaciones y revisiones son las que condujeron a este término. Primero, un artículo de Dámaso Alonso de 1948 refiriéndose a este evento, “de forma entre alegre y contrita”, defendiendo el término de Generación, pero todavía sin una referencia a la denominación. Más tarde, Jorge Guillén evoca el encuentro en uno de sus poemas otorgándole un efusivo sentimentalismo y a partir de ahí se edifica como concepto académico.

Un punto de inflexión

A lo largo del libro Mainer recopila también los acontecimientos previos al evento para acercar al lector al punto de inflexión. Caballé, que además es presidenta de la Asociación para la igualdad de género en la cultura Clásicas y Modernas, recordó que en estos años 20 hubo un estallido de la literatura femenina, con autoras tan relevantes como Concha Espina, Clara Campoamor o Blanca de los Ríos, que apostaban por una nueva literatura que “además está proponiendo una reordenación del mundo sentimental y moral de la época”, aunque no haya quedado reflejado en el listado convencional de la Generación del 27.

Aquel año de entre guerras España estaba en el ecuador de la dictadura de Primo de Rivera, pero esto no frenó el desarrollo estético de los autores en busca de un “atrevimiento mayor”. Mainer recordó que no se encuentran ecos de la dictadura en sus escritos y lo achaca a que la censura solo actuaba en la prensa y en aquellos escritos puramente políticos. “El que más da la talla como escritor luchador, como especie de nueva encarnación de Víctor Hugo, es Unamuno”, matizó. Expuso el curioso caso de Antonio Machado, en el que se detiene en el libro, “sin hacer sangre, aunque con un poco de mala uva”, por su actitud incongruente. “Es escurridizo respecto a la dictadura. La biografía de Machado tiene agujeros todavía”, concluyó.

La generación de la amistad, como se la ha llamado, marcó una diferencia también respecto a sus predecesoras en este sentido. Es la primera generación en España que actúa con sentido unitario, facilitada por estructuras como la Residencia de Estudiantes, y cuyos miembros muestran cariño, interés y respeto por los trabajos de los otros.

La Guerra Civil influyó sin duda en el mito de este grupo que, desde una perspectiva más amplia, incluye pintores o cineastas, como Dalí o Buñuel. La muerte de Lorca, uno de los puntos de unión más fuerte en el grupo, ha facilitado el encaje emocional de la generación, además de favorecer su propia proyección internacional, aunque, como evidenció Mainer, la universalidad de sus obras lo habría hecho por sí misma. El asesinato del poeta, como el de tantos otros, y los exiliados influyeron en la relectura de la historia y consagraron la Generación del 27.

El ciclo La España del siglo XX en siete días, en el que se enmarca esta charla, seguirá con el episodio acaecido el 11 de marzo de 2004, cuando 192 personas fueron asesinadas en un ataque terrorista en Madrid.

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Sobre la firma

Andrea Nogueira Calvar
Redactora en EL PAÍS desde 2015. Escribe sobre temas de corporativo, cultura y sociedad. Ha trabajado para Faro de Vigo y la editorial Lonely Planet, entre otros. Es licenciada en Filología Hispánica y máster en Periodismo por la Escuela de Periodismo UAM-EL PAÍS.

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