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Morricone: el electrónico, el asonante y el experimental

El productor de cine Enrique López Lavigne recupera la faceta musical más vanguardista del compositor fallecido el lunes, que pasó a la historia por sus bandas sonoras

En 1966 se publica el primer disco de un grupo de música experimental llamado Il Gruppo de Improvvisazione Nuova Consonanza que responde a las siglas GINC, el Gruppo o The Group. Hasta aquí nada reseñable salvo que eran pioneros desde 1964 en Italia en aplicar las enseñanzas de John Cage y Stockhausen y se consideraban el primer y único grupo de improvisación colectiva formado por compositores-intérpretes músicos. Uno de los miembros fundacionales era Ennio Morricone, hasta entonces compositor de algunas bandas sonoras percutantes de cine popular italiano (Por un puñado de dólares a la cabeza) y arreglista y compositor de música ligera italiana (para Mina, Umberto Bindi, Milva...). Ennio tocaba la trompeta y la flauta

El Morricone experimental es mi compositor favorito, el que ha empujado los límites en la forma de entenderse la música de cine, en su manera de elaborar un discurso narrativo fuera del subrayado de las imágenes creadas por el director. El Morricone cineasta, el Morricone guionista porque crea reflejos en la banda sonora que completa la información impresa en la imagen. Ese compositor cineasta que invade con su silencio o con sus notas la atmósfera de las emociones. En esos 10 años desde 1966 a 1976 en que publicó con Il Gruppo solo cinco pero muy influyentes discos, el Ennio Morricone músico de cine compuso, arregló y orquestó más de 200 bandas sonoras... ¡¡¡200!!! En años como 1968 (con obras maestras como Hasta que llegó su hora, Teorema, Galileo...) y 1971 (Verushka, La lucertola, Il Decameron...) superaron las 25 (a razón de dos al mes) y no solo compuso para cine sino que siguió cultivando el campo del pop y le animaba un espíritu curioso y provocador que le acompañaría hasta su muerte física (porque murió con las botas puestas incapaz de romper ese espíritu).

En este periodo dorado de la música experimental de cine me gustaría destacar varios trabajos, en películas que algunas solo se sostienen por su música. Quizás no sean sus composiciones más privilegiadas entre los fans de las bandas sonoras melódicas del autor, pero creo que han influido en músicos de electrónica, pop y rock... 40 años más tarde.

Il Grande Silenzio (1968)

Es curioso cómo el compositor deduce ya desde las primeras notas que este es un western diferente. Es un Corbucci nihilista y no un Leone épico. Las notas son copos de nieve en un paisaje silencioso. Lo minimal se impone a la fanfarria de anteriores y exitosas aventuras que le darían la fama. Morricone  experimenta con las estructuras circulares obsesivas heredadas de Beach que se cuelan en una composición que sigue siendo orquestal pero está a un paso de la electrónica. Thievery Corporation tiene una versión magistral en Morricone Remix.

Queimada (1969)

En su segunda colaboración con Pontecorvo (Alberto Iglesias hablaría en EL PAÍS del impacto que supuso La Batalla de Argel en el 66), Ennio se obsesiona con la música de otros continentes y este es su viaje a lo étnico más apabullante. El tema Abollicao fue recuperado en su última visita a nuestro país.

L’uccello dalle piume di cristallo (1970)

El primero de los sofisticados Gialli de Argento supuso su entrada por la puerta grande al campo de la experimentación con nuevos instrumentos, coros y arreglos barrocos. Lo ha recuperado Tarantino en su Érase una vez en Hollywood pero antes de eso inició una extraordinaria colaboración con jóvenes cineastas dispuestos a dejar en sus manos casi completamente todo. Giallos como Macchie solari o Spasmo no se sostienen sin su extraordinaria música. Sus composiciones más libres y osadas pertenecen a estas películas de serie B, muchas de ella olvidadas durante décadas y recuperadas con la digitalización de su catálogo.

Gli Occhi freddi della paura (1971)

Es su segunda colaboración con Il Gruppo, que ya habría mantenido un primer contacto con Un tranquillo posto di campagna en 1968. La disonancia es su máxima y se improvisa frente al material proyectado. Morricone se hace con la trompeta y empuja el free jazz al cine popular.

Maddalena (1972)

Aquí estamos ante algunas de sus composiciones más largas, con más percusiones y estamos ante la primera aparición de ese clásico recuperado posteriormente en una de las películas más populares de Belmondo, El Profesional, titulada Chi Mai. Solo por su música merece la pena asomarse a esta película de arreglos prodigiosos alabada décadas más tarde por los popes de la electrónica.

Il giustiziere (1975)

Si os gusta el trip hop, si queréis saber de dónde viene el primer disco de Portishead, tenéis que investigar sobre qué hicieron Riz Ortolani en 1971 en Confessione di un Comissario al Procuratore de la Republica y Ennio Morricone con esta maravilla de trabajo olvidado para Edward Dmytrick.

L’Umanoide (1978)

Dejo una de mis favoritas para el final y me permito incorporar otra BSO. Una música radical, experimental y luminosa, hecha con máquinas para una lamentable película del espacio de Aldo Lado con quien Morricone colaboraría anteriormente en El último tren de la noche (canción de Demis Roussos incluida). Estasi Stellare y sobre todo Robodog te hacen pensar en un Moroder pasado de vueltas.

Enrique López Lavigne es productor de cine español. Entre sus créditos figuran Lo imposible, Quién te cantará o la serie Paquita Salas.

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