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Los Tercios se dejan fotografiar

El fotoperiodista Jordi Bru recrea mediante montajes la vida cotidiana del Ejército español que dominó Europa entre los siglo XVI y XVII

Imagen correspondiente al 'Milagro de Empel', en 1585.
Imagen correspondiente al 'Milagro de Empel', en 1585.JORDI BRU
Vicente G. Olaya

El fotoperiodista Jordi Bru (Pamplona, 53 años) —coautor de Los Tercios (Editorial Desperta Ferro) junto con el también periodista Àlex Claramunt (Barcelona, 39 años)— comienza el libro pidiendo perdón por haber cometido el mayor pecado posible de la profesión: retocar una imagen. En el fotoperiodismo está totalmente prohibido cambiar el más mínimo detalle de una instantánea, una especie de anatema que arrastra directamente hacia los infiernos de la profesión. Sin embargo, Bru lo hace una y otra vez, y a conciencia, en las decenas de fotografías que ilustran esta magnífica obra de recreación histórica. El resultado es, simplemente, espectacular.

El profesional recrea a lo largo de los capítulos imágenes exactas de la vida cotidiana del que estaba considerado el mejor ejército del mundo en los siglos XVI y XVII. A grandes rasgos, y para conseguir estos resultados, primero estudia y visita los lugares donde se produjeron los hechos; luego coloca en el sitio personajes reales ataviados con trajes y armamento de la época y termina su obra con un profuso trabajo de laboratorio en el que retoca una y otra vez a los protagonistas y su entorno hasta conseguir la imagen deseada. Mil y una fotos y correcciones sin fin para colocar en la posición correcta al caballo herido, las caras de preocupación de los soldados ante la llegada del enemigo, el estupor frente la derrota, la alegría de la victoria… Y retoca hasta los fondos y los suelos en sus mínimos detalles. “A veces tengo que ir a buscarlos”, dice. Como el hielo que aparece en el capítulo dedicado al Milagro de Empel, que procede de unas fotografías que realizó durante una expedición en el Polo Norte.

Porque Bru retrotrae al lector cinco siglos atrás con sus imágenes, siempre acompañadas de didácticos y amenos textos de Claramunt, que describen las formaciones de estos cuerpos militares, su vestimenta, sus enemigos holandeses, ingleses y franceses, así como el hambre, la desesperación, los vivanderos que les alimentaban, los sacerdotes que les reprendían por sus desmanes y holganzas y las batallas que perdían o ganaban.

Una de las imágenes de 'Los Tercios'.
Una de las imágenes de 'Los Tercios'.JORDI BRU

Porque los Tercios —en el fondo una fuerza multinacional al servicio del rey de España— rivalizaban entre ellos para ocupar los más destacados y peligrosos lugares en los enfrentamientos a muerte. Los españoles disponían del honor de ubicarse siempre en el centro de estas formaciones, que se dividían por nacionalidades (donde destacaba el valor sin límite de las tropas italianas o la crueldad de los lansquenetes alemanes) y por el tipo de armas empleadas. Unos ejércitos que utilizaban tácticas que se adaptaban al paso del tiempo y a los desarrollos tecnológicos de cada momento, ya que comenzaron en el XV como coronelías y acabaron en el XVIII como regimientos.

Fue precisamente en el mencionado Empel (Holanda), entre el 2 y el 3 de diciembre de 1585, cuando más de 5.000 soldados de los Tercios quedaron atrapados en la isla fluvial de Bommel, una lengua de tierra de varios kilómetros entre los ríos Mosa y Waal. Los holandeses vieron entonces la oportunidad de vengar su reciente derrota en Amberes. Pusieron en marcha su potente armada, al mando de Philips van Hohenloe, y rodearon la isla, al tiempo que abrían las compuertas fluviales para ahogar literalmente a los españoles. El cañoneo de los barcos fue incesante y mortal durante días, mientras el agua seguía subiendo de nivel y amenazaba con ahogar a los soldados que levantaban improvisados muros de tierra y piedras para alargar sus vidas. “Hacían risa los enemigos de estos esfuerzos de los que se fortificaban, y de la ferocidad afectada, ciertos de una multitud cercada por el agua”, relató el cronista italiano Famiano Strada. La desesperación de los Tercios les llevó a plantearse, incluso, crear dos bandos y comenzar a matarse para no caer en manos de los enemigos.

Un campamente de los Tercios.
Un campamente de los Tercios.JORDI BRU

El 7 de diciembre la moral de los españoles se desplomó aún más al ser apresados los mensajeros que enviaron desde la isla al capitán general del Ejército de Flandes, Alejandro de Farnesio, para que les socorriese. Era el final. Sin embargo, sucedió algo inesperado según la tradición. Un soldado que estaba cavando un hoyo encontró una tabla pintada con la imagen de la Concepción de Nuestra Señora. Los cercados españoles recibieron aquello como una señal de protección divina, pero la situación seguía igual de desesperada, así que se fueron a dormir sabiendo que sus horas estaban contadas.

Pero esa noche heló —entre finales del XVI y principios del XVII se produjo lo que se ha llamado Pequeña Edad del Hielo— y los ríos se congelaron, de tal manera que los barcos quedaron atrapados sin posibilidad de huir o maniobrar. Los españoles, viendo que la noche les había donado un puente de hielo directo hacia sus enemigos, avanzaron con furia contra los holandeses y acabaron con la armada. En la imagen del asalto a los barcos que recrea Bru se reflejan la ferocidad de los liberados soldados mientras caminan por el hielo, los humeantes mosquetes que disparaban o las enormes picas dispuestas a atravesar a los incrédulos holandeses.

Todo el libro rememora victorias y derrotas con enorme fidelidad, cuyo punto de inflexión es Rocroi (1640), donde los franceses ganan la batalla y perdonan la vida a los 3.826 únicos supervivientes por su “enorme valor”. Los Tercios se mantendrán activos hasta la llegada de los Borbones en el siglo XVIII, que deciden reorganizar el Ejército y crear los actuales regimientos. Eso sí convirtiendo en patrona de la Infantería a aquella virgen de la Inmaculada Concepción que había encontrado un soldado de los Tercios una gélida noche de diciembre de 1585 y que Bru fotografía con precisión, como si él mismo hubiera estado allí.

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Fotografías: Jordi Bru.


Textos: Àlex Claramunt.


Editorial: Desperta Ferro Ediciones, 2020.


Formato: tapa dura (144 páginas, 24,95 euros).


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Sobre la firma

Vicente G. Olaya
Redactor de EL PAÍS especializado en Arqueología, Patrimonio Cultural e Historia. Ha desarrollado su carrera profesional en Antena 3, RNE, Cadena SER, Onda Madrid y EL PAÍS. Es licenciado en Periodismo por la Universidad CEU-San Pablo.

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